Pasan los camiones con vacas, olor a mierda, destino: Mataderos. Pasan por ahí, a dos cuadras Ciudad Oculta. De la villa donde un rato más tarde los vecinos irán a buscar comida al comedor. A la villa se entra con alguien que sea de la villa, o no se vuelve. Al recorrerla, la postal es de basura amontonada desde hace meses, quizá años, casillas precarias, muchas de las cuales tienen pequeños negocios: kioskos y almacenes, en su mayoría. Varios por cuadra. También alguna pañalera, una heladería, y la remisera. Y cumbia al taco. Cumbia y diálogos en guaraní.
La Villa 15 es más conocida como "La Oculta", desde que la última dictadura militar pretendió esconderla de los turistas, durante el Mundial '78 con muros perimetrales. Su verdadero nombre es Barrio General Belgrano. Parida por obreros del Mercado de Hacienda, de Ferrocarriles y del Frigorífico Lisandro de La Torre, cerca del año 1940, cuando comenzaba la migración interna del país y se fueron delineando lo que luego serían "villas miseria".
En Ciudad Oculta se calculan unos 16.000 habitantes. El 60% argentinos. El otro 40, son en su mayoría paraguayos o bolivianos, como Max – ya hablaremos de Max. En los últimos 20 años, la población aumentó fue medio de apretujones. En la Oculta se paga caro el precio de la pobreza. Hacinamiento, inseguridad, viviendas precarias, peligrosas. Pero sobre todo, una marcada exclusión social, tanto para conseguir un trabajo, como para acceder a la salud y la educación, el derecho humano a la vida.
También hay que sumarle las situaciones generadas por la violencia, econsumo de droga, la delincuencia. Entonces, llega el paco. Sale barato, su intenso efecto dura poco tiempo y los pibes venden objetos de sus casas o le roban a sus vecinos con tal de seguir comprando Olvidados, despojados de esperanza.
El lugar más importante, que divide el espacio, se trata del "Elefante Blanco" –un edificio, de varios pisos de altura y que puede verse desde cuadras a la redonda- que iba a ser un hospital durante el gobierno peronista del 54, pero que nunca se terminó de hacer. Después del golpe, los milicos lo dejaron como monumento a su odio y ceguera hacia el general Perón. Allí, ahora, están laburando las Madres de Plaza de Mayo, con un plan de construcción de viviendas, donde los obreros son los mismos vecinos, laburando en cooperativas.
Siguen pasando los camiones, mientras en el comedor, Max Quispe nos invita a un mate –dulce- y junto a otros compañeros, nos cuenta cómo es vivir en La Oculta. En sus brazos está su hijo recién nacido, Evo. También está Ángel Moyano, que vive en la Pirelli, la zona más próxima a uno de esos muros de La Oculta. Y Aníbal Rojas, que labura con la Juventud de la Tupac. Son compañeros.
Estar con compañeros, saber de su hacer, su vivir, lejos de la seguridad del trabajo fijo, de la "comunidad organizada". En la Oculta, hay ese aire lejano, suburbano, como si todo estuviera lejos, como si hubiera un cerco, algo que hace que sus habitantes sean distintos y por lo tanto, condenados a la oscuridad, al hambre, las privaciones.
Y en la callecitas, rejas. Hasta no se comprende como pueden vivir con un enemigo del otro lado. Rejas, perros, rejas. "En Santiago uno sacaba la cama bajo el alero, se iba al baile, volvía y todo estaba en su lugar. Nadie te iba a tocar nada. Acá, te das vuelta y la ropa que estaba en la soga ya no está. Nos robamos entre los pobres. Hasta nos matamos. Los pibes. Siempre hubo malos y bueno, pero con el paco, explotó todo".
Esto dijo Antonio Moyano. Y Norma Mamani dice que no deja salir a sus hijas preadolescentes. Que no tiene otra forma de protegerlas que hacerlas vivir bajo llave. Está eso. Y están los compañeros que ponen el hombro: la copa de leche, cooperativas, club o espacio donde los pibes puedan integrarse de otra manera.
Nada fácil. Una lucha despareja. Pero lucha. Y aquí traemos algunos testimonios de esos compañeros, de sus sueños, de cómo es eso de no bajar los brazos, ser solidario y mantener fuerte el sueño de ese mundo mejor que nos merecemos por ser, por estar y por los brazos.
Testimonio I
Max Quispe: Llegué de Bolivia hace 10 años. Llegué al barrio Inta y de ahí, pasé acá a la 15. Viví justo enfrente al Elefante Blanco. Tenía un almacencito ahí. Yo soy constructor, pero primero trabajé en una empresa envasadora de verdura. En Bolivia fui presidente de una asociación de comerciantes ambulantes -en Salvador Massa. Ahí se me abrió una perspectiva para poder organizar. Pero luego cayó la venta con el tema del cólera y el cierre de la frontera. Entonces como toda mi familia había emigrado acá desde la Guerra del Chaco, llegué acá y empecé a trabajar. No vine con la expectativa de organizar, pero luego vino el tema de la crisis y nos empezamos para juntar víveres, la bolsa de alimento para la copa de leche y todo para poder llevar a una olla popular. Ahí nos organizamos y fue pasando el tiempo.
A mí me formaron mis padres con "vas a comprometerte o no. No dejes nada a medias, siempre hasta el final". Entonces, si abrís una olla popular, ¿qué viene después de una olla popular? ¿Después del comedor? Eso te va llevando: los micros emprendimientos, las cooperativas, las viviendas. Creo que la olla popular, los merenderos, la copa de leche, tuvo su significado. Pero no completa mis sueños de ver realizadas las viviendas.
Mire, yo creo que la política vieja que está consolidada -en este barrio y en otros barrios-, de manejarse todo con punteros que te bajan a la casa, que te llega el plan y la caja, y la gente pide más, pero no toma esa conciencia que sobre esos recursos uno se puede organizar y pelear por más ¿Por qué estar viviendo como un mendigo?
Nosotros arrancamos con la copa de leche, los comedores, los micros emprendimientos, con la lucha. Entonces, ¿por qué no vamos por más? ¿Por qué uno debe vivir como miserable, con 150 pesos? No. Por ahí 150 pesos soluciona el hambre del día y no el hambre del mañana. Vemos que ese plan es algo engañoso. Nosotros decimos "Planes no. Queremos vivienda digna". Por eso nuestra pelea, desde el barrio, desde la villa que estamos trabajando es hacia la vivienda digna y hacia un trabajo digno.
Ese es mi sueño, como coordinador de la Tupac, tener una vivienda digna y un trabajo digno. Y desde ahí poder organizarse. Sé que es un proceso: si llegué hasta donde estoy, aspiro a poder afrontar la nueva alternativa, la nueva construcción que se está haciéndose desde la Central. Siempre le digo a los compañeros que están en los gremios de la CTA: los barrios son laboratorios para la CTA, para poder construir otra realidad.
Digo, miremos, más allá de los sindicatos, que en el territorio vivimos otra realidad. A los pibes los está matando el paco, la droga. A la gente, compañeros de edad de laburo, no tienen laburo. A las jóvenes, no hay cosa que puedan hacer. Entonces, de alguna manera, también ahora estamos queriendo abrir centros culturales en cada barrio para que podamos, de alguna manera, sumar pibes, darles espacio. Es una tarea difícil pero no imposible.
Testimonio II
Ángel Moyano. Nosotros tenemos copa de leche en la Pirelli, en la Toma. Y eso camina. Había hambre. Y bueno, a la lucha fuimos. Había mucha gente en el barrio que se había quedado sin trabajo. Eso. No tener trabajo. Gente joven. No mi caso. Mirá, a mi edad, del trabajo olvidate, no hay. Siempre he trabajado en la construcción, levantando paredes, albañilería. Pero la edad te mata, te deja afuera. Ya no hay manera. Cuando uno la está pasando bien se olvida… pero andar meses pechando vergüenza, ver si te tiran algo. No es fácil. Hasta que te das cuenta que la edad te dejó afuera. No porque sea viejo, sino porque eligen tipos que no se enfermen, que no piensen, que no reclamen.
Bueno. Soy de Santiago del Estero. Y…hace unos 40 años que me vine. Un destino. Iban mis parientes de visita y me preguntaron si me quiero venir para acá. Tenía 20 años, era cuando salí de la colimba y vine. Así vine y me quedé. ¿familia? Ahora sí. Tengo un solo hijo, ya tiene 38 años. Y eso sí, ya soy abuelo. ¿Si me gusta vivir acá? Y la verdad que sí, me gusta.
¿Cuánto hace que vivo en Ciudad Oculta? Hace 8, 9 años. Pero, ahora estamos un poco mejor. Antes, cuando llegué, veía a chicos, criaturas, que andan con la bolsita, dándose. Y vi lo más jodido de la villa ahí. ¿Mucha droga? Hay algunos que la venden como venden caramelos. Con el paco más que nada. Eso. Pero no es como antes, ahora va cambiando poco a poco. Aunque te digo, antes había más código. O había códigos. Si un pibe robaba, no lo hacía en el barrio. Y no, los pibes roban hasta al vecino. Pero antes era un desastre. Ahora va mejorando. La peleamos. Vamos saliendo así, pechando.
Testimonio III
Rojas Aníbal. Tengo 25 años y estoy trabajando con la Tupac, en el Barrio Pirelli y en la Sede de Carlos Calvo y Pichincha. Ahí hacemos reuniones, nos juntamos con los referentes de otros barrios, de la Villa 1-11-14, de Mataderos, Lugano, Moreno. Hace un año más o menos que empecé. Y en este momento estoy desocupado. Era celador, en un colegio en Palermo. Antes trabajaba de mensajería. Tuve muchos trabajos. Ahora, por un tema de muchas horas y poca plata, vi que no me convenía y dejé. No sé. Hice hasta tercer año y después tuve que empezar a trabajar. Tengo cinco hermanos.
¿Y cómo se me ocurrió ponerme a laburar en una villa? Desde chico que tenía un amigo que vivía en la villa. Nos juntábamos, jugábamos a la pelota. De ahí fui conociendo a otras personas y se dio que conociera esta agrupación, que estuve con Manuel (Alzina) y Max (Quispe), y me gustó por lo que peleaban. Por qué cosas pelean los pibes de la villa. Acá es la droga.
Y eso es como en todos los barrios. La juventud se metió en la trampa del paco. Eso fue lo que explotó del todo. Antes estaban con el porro, la droga estaba y no se le daba tanta pelota porque no era tan adictivo: el paco reventó todos los códigos. Y después está también la cuestión con la policía. Que son cuestiones que existieron siempre. El tema de la policía también cambió. Te siguen a los pibes. Saben quien vende y quien no debe vender. Complicidades.
Por eso la idea es con la CTA, con la Tupac, formar un grupo para ayudar a los chicos de los barrios que están metidos con el tema de la droga y el choreo: que hagan algún deporte, ayudarlos, ir por las casas para ver los diferentes problemas que tienen las familias, qué les hacen falta. Que dejen la droga. Y que sepan que de afuera no van a tener ayuda, porque la idea de Macri es bajar a los 12 años que vayan presos, en vez de ayudarlos, de ir por los barrios a ver si les hace falta comida, leche. Ellos creen que solucionan todo metiendo un pibe en cana.
¿Y qué hacen los pibes acá en el barrio? Si vos tenés 12, 13 años y nada que hacer, la cosa se pone jodida. Nosotros tenemos un centro cultural pero todavía no se supo cómo llevarlos, cómo emplearlos y cómo mantenerlos.
¿Están pechando?
Sí, así decimos: hay que pechar, y cambiar pobreza por trabajo.
Testimonio IV
Norma Mamani, jujeña, llegó en el 90, Justito cuando mi hijo tenía 5 meses. En Jujuy era tranquilo, no te morís de hambre, trabajás, vivís bien. Hay que ganarse el pan, como en todos lados. Vinimos con mi hermano, el mayor de nosotros, para conocer y nos gustó y nos quedamos. Yo siempre trabajé como empleada doméstica. También en costura. Hace dos años atrás trabajaba en un Comedor, por el asunto del plan Jefes. Pero salió una ley que no podían seguir trabajando las madres que tuvieran hijos chicos, así que…
¿Como es criar un hijo en la villa? Difícil. Hay que tener cuidado con los amigos. Yo, a mi hija de 13 años, directamente no la dejo salir. A veces a mi hija se le acercan compañeras que las quieren llevar con ellas, algunas están fumando. Yo le digo que no se acerque a ellas si no las conocen, porque hay chicas que yo sé que tienen el vicio del cigarrillo y otras cosas. O creo que están con el asunto del paco.
Todas estamos a la expectativa de que no caiga su hijo. O si cayó un vecino, que el hijo no se haga amigo. En esta parte de la villa no se siente tanto. En donde se siente más es por donde está el Elefante Blanco. Ahí la venden en todos lados. Yo no me doy cuenta quién vende y quién no. Corre como agua. Se ve a los chicos mal vestidos, descuidados, que van ahí.
Nadia Mansilla (ACTA)
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