Como parte de los intentos por contener la inflación en Estados Unidos y a nivel global, la Reserva Federal estadounidense (Fed) anunció una nueva suba de la tasa de interés que la lleva al 0,75-1%. Se estiman futuros incrementos de medio punto que la elevarían al 2% para julio.
La inflación en Estados Unidos se encuentra en el orden del 8,5% interanual, la mayor en cuarenta años. La eurozona también está en niveles récord y los países subdesarrollados son los que más sufren la disparada de los alimentos y combustibles, tras el comienzo de la guerra entre Rusia y Ucrania. Esta espiral inflacionaria encuentra sus antecedentes aún antes de la pandemia, como resultado de un déficit en la oferta y las inversiones que se explica por la caída de la rentabilidad del capital. El Covid-19 potenció el problema, entorpeciendo las cadenas de suministros (que el virus no es cosa del pasado lo muestra el hecho de que los nuevos confinamientos en China han vuelto a complicar las cadenas globales de producción).
Es esta razón de fondo, la caída de la rentabilidad del capital, fruto de las contradicciones insalvables del régimen capitalista, y no un problema de “demanda excesiva” (mucho menos de los salarios) o de emisión monetaria -como aducen la mayoría de los economistas- la que explica el proceso inflacionario.
Por eso mismo, la política monetaria es una herramienta limitada para contenerla, como ha destacado en recientes artículos el economista marxista Michael Roberts. Peor aún, puede agravar la crisis. La suba de tasas por parte de la Fed encarece la deuda de las empresas y los Estados, en un momento crítico, dado el tendal de empresas zombis que apenas ganan lo suficiente para pagar sus compromisos y el alto nivel de endeudamiento de los países. Más de quince naciones “emergentes” tienen una deuda superior al 100% del PBI, y algunas están aún por encima (Líbano, Panamá, Mongolia). Las economías centrales no están mucho mejor. En resumen, una de las consecuencias de la suba de tasas puede ser una crisis de deuda y plantea un escenario de quiebras. El Fondo Monetario Internacional mismo alertó sobre el crecimiento de la deuda privada mundial.
La apuesta de los funcionarios de la Fed es ir llevando la economía global a una especie de “aterrizaje suave”, pero son múltiples las voces que advierten sobre los riesgos. Un expresidente de la Fed, Bill Dudley, pronostica que “será difícil frenar la inflación sin caer en una recesión, y un aterrizaje forzoso es prácticamente inevitable” (El Cronista, 5/5).
Si bien hubo un alivio inicial en las bolsas ante el anuncio de la Fed, dado que esperaban una suba aún mayor, el día posterior a la decisión experimentaron caídas. Es que la era de crédito barato y megapaquetes de rescate del capital que parece estar llegando a su fin no sacó a la economía global de la crisis pero sí había servido para montar grandes negocios especulativos. Cabe señalar que los principales indicadores bursátiles norteamericanos (Nasdaq, Dow Jones y S&P500) vienen operando con pérdidas este año.
La guerra en el este europeo, la suba de alimentos y combustibles y una pandemia que vuelve a levantar cabeza (Estados Unidos, Sudáfrica, China) muestran que el régimen social capitalista somete a las masas a una permanente situación de penurias. La organización de los explotados del mundo es vital para derrocarlo y abrir paso a gobiernos de trabajadores.
Gustavo Montenegro
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