El New York Times opina que “millones de estadounidenses parecen dispuestos a salir a las calles a protestar —quizás más incluso que en la década de 1960”. Y, aunque con escepticismos sobre sus logros, recuerda que “las protestas más grandes en la historia de Estados Unidos” ocurrieron en los últimos cinco años: “la Marcha de las Mujeres en 2017, que atrajo entre tres y cinco millones de personas y, por supuesto, el verano de George Floyd, que atrajo a millones más aquí y en todo el mundo”.
La semana pasada, la filtración del borrador firmado por el juez Samuel Alito “se estrelló en el mundo político estadounidense como un rayo” generando “una gran conmoción no solo en la población sino en Washington” (BBC, 4/5).
Desde que trascendió, todos los días, manifestaciones cada vez más nutridas reclaman la dimisión de Alito al grito de “¡Basta de guerra contra las mujeres! !No volveremos a la época en que abortábamos con perchas!”.
Alito culpó a Roe vs Wade de “una controversia nacional que ha amargado nuestra cultura política durante medio siglo”. Miente: de los 7 jueces que lo avalaron, 5 era republicanos. Los evangélicos tampoco eran tan antiabortistas entonces, la derecha religiosa se galvanizó a partir de 1976, cuando se prohibieron los subsidios federales a sus escuelas “segregadas”, que solo admitían alumnos blancos.
La iniciativa en el Senado se corresponde con un pedido del presidente Joe Biden y de numerosos funcionarios y legisladores pero nadie ignora que “el procedimiento será prácticamente simbólico” (LAT, 5/5). El líder de los demócratas, Chuck Schumer, senador por Nueva York, no tiene los 60 votos necesarios.
El año pasado, la Cámara de Representantes, con mayoría demócrata, votó una ampliación del fallo Roe por 218 a 211. Pero en el Senado un demócrata, Joe Manchin de West Virginia, garantizó el rechazo junto con los republicanos. Una ley de ese tipo exige el 60% de aprobación. La opción de cambiarla a simple mayoría fue bloqueada también con el apoyo de varios demócratas (no solo Manchin). La derecha religiosa tiene sus agentes entre los demócratas.
Si la Corte desmantela el marco legal que ampara el aborto en todo el país, cada Estado podrá legislar a su gusto. Por eso la filtración cambió de forma fulminante el eje de las elecciones de medio término, que serán en noviembre.
Hasta ahora la preocupación giraba sobre la inflación y los problemas de la economía y la inmigración, la posibilidad de que la Corte derribe a Roe y el derecho al aborto dependa de las legislaturas locales “cambió la dinámica electoral” (NYT 4-5).
En más de la mitad de los estados, la correlación entre demócratas y republicanos anticipa el resultado. Pero en el resto depende de lo que se vote, y el debate ya impregna la campaña.
Los republicanos están cebados: sus senadores anuncian leyes que permitirían la extradición (sic) de los médicos que ayuden a abortar a sus ciudadanas en otros estados, también penalizaron el envío de píldoras abortivas por correo. Quienes piensen que esto es un delirio, pueden recordar las imágenes de hombres lobos entrando al capitolio azuzados por Donald Trump.
El proyecto más ambicioso es “reconciliar las leyes contrarias al aborto con una prohibición federal”. Un Rae vs Wade a la inversa. Lo prometió el senador Kevin Cramer de Dakota del Norte (NYT, 6/5).
Los estados “azules” y especialmente los que limitan con el “cinturón bíblico” están aprobando fondos para cubrir los costos del aborto, incluso de las mujeres que llegan desde otros estados. Connecticut acaba de aprobar una ley destinada a proteger a médicos y pacientes.
El escenario que abriría la derogación del aborto es de un caos político y legal inimaginable, unido al borramiento de las fronteras estatales, como ocurrió en la lucha contra la esclavitud. Un aporte extraordinario al tembladeral que es ya la política norteamericana, entre la inflación imparable, la ola huelguística también imparable, los gastos de la guerra de la OTAN y unas elecciones que hasta ahora aseguraban la derrota del oficialismo.
En junio la Corte comunicará la versión final de su fallo, pero nadie puede asegurar que magnitud tendrá el descontento popular para entonces.
Olga Cristóbal
06/05/2022
No hay comentarios:
Publicar un comentario