En junio del año 2000, el periodista Alexis Oliva conoció a Viviana Avendaño, una de las protagonistas del proceso de lucha que se abría curso con cortes de ruta del movimiento piquetero en la localidad cordobesa de Cruz del Eje, con foco también en otros lugares del país, como La Matanza, Tartagal y Cutral Co.
Al autor de “Todo lo que el poder odia” le bastó escuchar la retórica de Viviana, dirigida a una multitud de más de 5.ooo personas sobre la Ruta Nacional N°38, luego de una brutal represión estatal, para quedar atrapado por una figura que trascendió los umbrales de esa batalla puntual, hasta develarse como una parte activa de la historia más general de la lucha de clases en nuestro país.
El minucioso trabajo de investigación que reconstruye la vida de “La Negra” Avendaño comienza en 1931, año en que nace Pabla Teresa “Pituca”, mamá de Viviana, en San José de las Salinas, al norte de Córdoba, con una vida signada por su estirpe de madres solteras que se abrieron paso al mundo sorteando el lugar de sometimiento, los abusos y la pobreza. Así transcurrió el despertar de Viviana a la vida social y política durante la primera mitad de la década del ‘70, en el populoso barrio de Villa El Libertador, donde nació y creció; ante el encarcelamiento de su hermana Juana del Carmen, bajo los cargos de subversión, y el comienzo de la militancia organizada en la Juventud Guevarista del PRT-ERP cuando los conflictos fabriles impregnaban las barriadas de la zona sur y la juventud abrazaba la causa revolucionaria.
En el año 1975, con apenas 16 años, se convirtió en la presa política más joven de la dictadura. Fue detenida y torturada junto a sus compañeros; primero, en el Departamento de Informaciones D2; posteriormente, en el Pabellón 14 de presas políticas de la Unidad Penitenciaria (UP1). Luego de la irrupción del golpe de Estado en el ’76, fue trasladada a la Cárcel de Devoto en Buenos Aires. Durante los cinco años que permaneció en cautiverio, fue testigo de los fusilamientos encuadrados en la “Ley de fuga”, de todo tipo de vejaciones, torturas y, entre ellas, el especial ensañamiento contra las mujeres a través de abusos sexuales y el robo de bebés, como estrategia para quebrar la conciencia revolucionaria. En este período, mientras ella era presa política de la dictadura, su hermana Juana del Carmen fue desaparecida, torturada y asesinada en La Perla, el más grande centro de detención clandestino de la provincia.
El libro se encuentra rigurosamente acreditado en documentos, archivos, cartas, expedientes y testimonios que echan luz sobre un terrorismo de Estado que traspasó el accionar de las fuerzas armadas y el aparato represivo, involucrando de forma directa a las fuerzas políticas de la burguesía, a la Justicia y a la Iglesia, como pilares de una dictadura cívico-militar-eclesiástica en toda su dimensión, que se jugó a fondo en un plan sistemático de aniquilamiento de toda una generación de activistas y militantes de izquierda.
Luego de recuperada la libertad, la búsqueda permanente de pertenecer, hacer y construir lo colectivo guío a Viviana hacia su militancia orgánica en el Partido Comunista (PC), donde ocupó destacadas responsabilidades partidarias y llegó a formarse en 1987 en la universidad de revolucionarios del Komsomol Leninista en Rusia, años antes de la crisis que culminó en la caída del Muro de Berlín y la disolución del bloque comunista. En diversos pasajes del libro trasluce el adaptacionismo, las ambigüedades y el burocratismo que posteriormente llevaron a Viviana a alejarse de la militancia orgánica en el PC, aunque se mantuvo cercana en la relación con algunos compañeros de militancia y en el afán constante de organización.
Por si le faltara algo a la atrapante vida de Viviana, su orientación sexual fue también motivo de lucha bajo las banderas del feminismo, en épocas en que era una causa mucho menos visibilizada que en la actualidad. En el año 2000, en medio de proyectos de educación y poder popular, el movimiento de desocupados de Cruz del Eje se convirtió para ella en un campo fértil para el clasismo. Ese mismo año, con apenas 41 años, un dudoso e incomprensible accidente le arrebató la vida a ella y a su compañera Laura Lucero. La trágica muerte en un accidente vial, en el mismo lugar que fuera escenario de piquete en la Ruta Nacional N°38, precedida por las amenazas de la policía en el marco de un conflicto social que no tenía miras de cerrarse, abrió una incógnita insanable sobre las verdaderas causas de su muerte.
Todo lo que podía desafiar al poder en un régimen capitalista basado en la opresión y el sometimiento se concentra en la fascinante vida de “La Negra” Avendaño. Su condición de mujer, lesbiana y de izquierda, su origen humilde, hija de una madre soltera y hermana de una desaparecida, son las piezas de un rompecabezas y lo que ella quiso construir con todo eso. En este sentido, no creo que sea la historia de una heroína anónima porque implicaría limitar su trascendencia a lo singular, lejos de la dedicación incansable por lo colectivo que selló su vida entera. Es más bien, la historia de una “negra terrible” que supo encarnar los procesos de lucha obrera más importantes de nuestro país. Una expresión genuina de todo aquello que abrió curso a la unidad estratégica entre trabajadores ocupados y desocupados, al Argentinazo y a la lucha por una revolución obrera y socialista siempre vigente.
Por el compromiso con las causas justas, más que por los azares de la vida, este libro llegó a mí de manos de su propio autor, Alexis Oliva, al que estoy enormemente agradecida por haberme presentado a Viviana Avendaño, sus luchas y sus pasiones, que por supuesto, son también las mías.
Soledad Díaz García
No hay comentarios:
Publicar un comentario