jueves, 10 de junio de 2021

“Arte invisible” y capitalismo

Hace una semana, muchos medios periodísticos titularon de manera similar: “Un artista vendió una escultura invisible por € 15.000 (euros)”. Se trata del artista italiano Salvatore Garau y una casa de subasta que realizó la transacción, Art-Rite (Milán). La escultura inmaterial, como la define el autor, se llama “Yo Soy” (‘Io sono’, en italiano). 
La obra viene con recomendaciones para su comprador, que debe garantizar que esta ecultura invisible tenga el suficiente espacio, por lo que debe colocarse en una casa particular, en una habitación especial libre de cualquier obstáculo y con dimensiones de unos 1,50 x 1,50 metros. No obstante, no son imprescindibles tener sistemas de iluminación o control del clima, porque en todo caso, no se puede ver nada. 
 Garau fundamenta: “El buen resultado de la subasta, atestigua un hecho irrefutable. El vacío no es más que un espacio lleno de energías, e incluso si lo vaciamos y no queda nada, según el principio de incertidumbre de Heisenberg, la nada tiene un peso”.
 Y sigue fundamentando: "En el momento en que decida exponer una escultura inmaterial en un espacio determinado, ese espacio concentrará cierta cantidad y densidad de pensamientos en un punto preciso, creando una escultura que desde mi solo título adoptará las más variadas formas".
 Garau no sale de la nada he irrumpe en el mercado de arte, fue invitado dos veces a la Bienal de Arte de Venecia en 2003 y 2011. Se la puede considerar la muestra, más prestigiosa del mundo. Aunque un artista no sea galardonado el solo hecho de participar es una distinción ineludible, dentro del mundo de las artes visuales. Este italiano de Cerdeña, cercano a los 70 años, no “inventa” nada. 
 Hace 60 años atrás el francés Yves Klein, uno de los impulsores del arte conceptual, hacia una transacción con un certificado de una “Zona de Sensibilidad Pictórica Inmaterial” por polvo de oro.
 Aparte del tiempo transcurrido, la transacción de Klein era privada y contemplaba quemar el certificado si el comprador aceptaba y arrojar el oro (o la mitad) al río Sena ante testigos, de lo que quedan fotos de registro de este “ritual” performático. 
 El tema de la “nada”, el vacío, la inmaterialidad tiene varias décadas de desarrollo. Parodiando el tema de León Gieco, son casi todos estos conceptualistas y epistemólogos: los Salieris de Marcel Duchamp. Entre muchas obras disruptivas del arte, en 1919 presentó una ampolla de vidrio (con una forma particular) rotulando sobre la misma que era “Aire de París” atrapado (actualmente está en el Philadelphia Museum of Art). Si bien en este caso tenemos una ampolla de vidrio real. No era exactamente vacío, sino aire.
 Pero el vacío que alude Garau y su referencia a la ley de Heisenberg, es una maniobra mentirosa intentando apoyarse en un concepto científico para su obra. No hay que subestimar a Garau, sabe perfectamente que la escultura es tridimensional, y deja librado al azar la altura de su obra invisible. 
 Vendió un certificado de su obra invisible, bajo la operación comercial de una subastadora que lógicamente cobró su comisión y lo más importante 25% de impuesto que le pagaron al Estado italiano (3.000 euros por una venta de 12.000 euros). Mayor legitimación no se puede pretender. 
 También la forma que imaginariamente el contemplador/comprador quiera darle dentro de ese volumen, con la limitación de ancho y profundidad, 1,50 m por lado. Por ejemplo dentro de una casa con techo alto ¿4 m?, simplemente porque aludió a una casa. Es decir un volumen libre con una dimensión variable, de atmósfera. Dependerá del lugar terrestre de la casa para que tenga distintas cualidades. 
 Aceptando que la operación comercial efectivamente se realizó, por una módica suma dentro de las subastas más comunes, lograron una enorme propaganda tanto Garau como Art-Rite. 
 La pregunta que todos se hacen, incluso dentro de ámbito educativos terciarios y universitarios de Artes Visuales es, ¿cómo pudo ser? ¿por qué? Este y otros compradores de antecedentes más cercanos de obras de arte invisibles, ¿fueron estafados? ¿son tontos con dinero? La respuesta es un no rotundo.
 Un certificado es la nueva simbolización (inversión) en este caso de euros. La condición para que resulte en buena inversión, es mantener el poder adquisitivo que hoy representa es inversión, en este caso € 15.000. 
 Tampoco es una novedad lo de Garau. En Nueva York – 2011, se subastaron obras de arte invisible, la modelo, actriz y productora de páginas web estadounidense Aimee Davison compró una instalación invisible, "Aire puro", por los US$10.000 que pedían, con el objetivo de "apoyar el arte que está naciendo en las redes sociales". 
 En un mercado mundial en que se concentran una cantidad exorbitante de deudas incobrables. Luego del crack financiero de 2007-2008, con un PBI mundial a la baja, una tasa de interés cercana a cero en EEUU y Europa, una acumulación exorbitante de capital ficticio, invertir en una escultura invisible no parece tan descabellado.
 Eso sí, les recordaría el cuento que Hans C. Andersen publicara en 1837, “El Rey desnudo”, como se lo conoce vulgarmente. 
 En un mundo con millones de muertos y mayor cantidad de contagiados por el Covid 19, mayor pobreza, desocupación y desnutrición infantil, la clase trabajadora irá por lo que le corresponde: una vida que merezca ese nombre. Por un valor de uso del arte a elección y disposición de todos los trabajadores.
 Como termina el Manifiesto por un arte Revolucionario Independiente: 
 “Aquello que deseamos es:
 La independencia del arte - por la Revolución. 
 La Revolución – por la liberación definitiva del arte” 

 Cacho Calarota 
 09/06/2021

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