El coronavirus en Argentina no da respiro: volvieron a subir los casos diarios. Desde el 22 de junio el promedio pasó de 18 mil a 21 mil, luego de casi un mes de descenso. La tendencia aún debe confirmarse, pero los expertos ya advierten que puede ser la puerta de entrada a una tercera ola.
Las bajas temperaturas, que ocasionaron nevadas sorpresivas en varias regiones del país, y la alta circulación que aún tiene el virus en nuestro país, sobre todo en los centros urbanos, es el caldo de cultivo perfecto para un rebrote. La amenaza de la variante Delta lo hace aún más posible, ya que según lo observado es hasta un 60% más contagiosa que el resto de las cepas.
El aumento de casos y la preocupación ante una variante que poco se sabe potenció la incertidumbre de la población y hasta del gobierno, luego de un año de medidas poco efectivas y fracaso sanitario. “No sabemos si hay una tercera ola, esperemos que no” fue lo único que atinó a decir Kreplak, viceministro de Salud de PBA, además de mencionar la suba en los contagios y “desaconsejar” los viajes durante las vacaciones de invierno. Por su parte, Quirós, titular de la misma cartera en CABA, advirtió que «no hay ninguna duda de que tenemos por delante una nueva ola, probablemente vinculada a las nuevas variantes”.
Lo cierto es que la tercera ola llegará y, probablemente, lo haga más temprano que tarde. Los escasos controles en los aeropuertos y pasos fronterizos ya demostraron su ineficiencia para contener el ingreso de las distintas variantes que se presentaron. Según lo declarado por el propio gobierno, ni siquiera le garantizan el análisis de PCR a los recién llegados ni el hotel para que los positivos cumplan con el aislamiento, cuestiones básicas que ayudan a la vigilancia epidemiológica.
El que llegue antes de lo previsto es particularmente peligroso porque implica que la curva de la segunda ola no bajó lo suficiente, es decir que la tercera comenzaría con un valle o meseta de 20 mil casos. A modo de comparación, la meseta con la que entramos a la segunda ola era menos de la mitad, de aproximadamente 8 mil casos diarios, a finales de marzo. El promedio actual es extremadamente alto y condena a un rebrote con mayor cantidad de casos.
Esta sencilla conclusión fue apaciguada por Quirós, quien dijo que “podrá ser significativa en términos de casos pero los daños por hospitalizaciones y muertes van a depender de la campaña de vacunación”. Al igual que el gobierno nacional, la única apuesta para contener el virus es la inoculación de la población. Pero esta se está llevando adelante muy lentamente, dato que se revela de las más de 4 millones de dosis que aun faltan distribuir y/o administrar y de la disminución del 4% en el ritmo de vacunación.
El retraso está en particular sobre la administración de las segundas dosis, que han demostrado ser claves en la protección frente a la variante Delta. De hecho, la brecha entre primeras y segundas dosis es cada vez mayor: aún falta dar una segunda inyección a 12.235.969 personas de las 16.228.833 vacunadas.
A este ritmo de llegada de dosis y administración, la vacuna no alcanzará para cubrir a todos los mayores de 18 años (aproximadamente 30 millones de personas) antes de la tercera ola. Con esto en vista, lo más probable es que la nueva suba de casos afecte con prioridad a la población activa aun no vacunada, que diariamente va a trabajar, toma el transporte público y sus hijes asisten al colegio primario o secundario. Esta tendencia ya se ve en la baja en la edad de los internados en las UTIs, que en provincias como Córdoba roza los 49 años, cuando a principio de año era de 60.
Es decir que la vacunación no tendrá efecto protector si no se avanza en otras medidas que acompañen y ayuden al distanciamiento social, se aumentan los controles como los tests PCR y de secuenciación para identificar las variantes circulantes, y se refuerza el sistema de salud para evitar el colapso y el estrés del personal de salud.
Lucía Cope
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