El costo de los alimentos en Argentina subió un 49,9% en Argentina en los últimos doce meses, según cifras del Indec. En el último tiempo se han registrado aumentos en alimentos de primera necesidad, como los lácteos, carnes, frutas y verduras, e incluso en la harina y el pan; por supuesto esto tiene como correlato un descenso en el consumo. El consumo de carne está en su número más bajo de los últimos cien años.
Las medidas que ha implementado el gobierno, como la Tarjeta Alimentar y el supuesto control de precios (con los precios cuidados y/o precios máximos), no solucionan la alimentación de las familias pobres, ni mucho menos que ésta cubra necesidades nutricionales básicas. Ni hablar del cepo a la carne que no logró bajar los precios en el mercado interno.
Peor aún, si fuéramos a revisar las recomendaciones oficiales sobre qué alimentos comprar con la Tarjeta Alimentar, veríamos una dieta balanceada (carnes, legumbres, frutas y verduras, leche, yogures), pero totalmente por fuera de la realidad de una asistencia que apenas llega a los $12.000 para familias con tres hijos o más menores de 14 años.
Consideremos el consumo de proteínas, por ejemplo: con el aumento de la carne y sus derivados en un 72,9% con respecto al año pasado, sumado al aumento del pollo que solía ser la alternativa a los precios prohibitivos de la carne, vemos desmoronado el mito de “la dieta argentina y el asado”. Otro tanto sucede con las vitaminas y minerales, con un aumento de las frutas en un 67%, las verduras en un 34,9%; y hasta en los hidratos de carbono se registran aumentos (harina, pan y arroz).
Lo que estos números revelan es el cinismo del Estado que dicta los lineamientos y recomendaciones nutricionales a los que las familias trabajadoras no pueden acceder de ninguna manera. Basta con ver las siguientes recomendaciones: actividad física regular y el lavado correcto de los alimentos… en el país donde más de siete millones de argentinos no acceden al agua potable… en fin, un chiste de mal gusto.
Con respecto a la actividad física vemos otra complicación, siendo que los regímenes laborales se han hecho cada vez más esclavizantes con la pandemia, con jornadas más extenuantes y trabajo sentado en ‘home office’, y la situación desesperante del trabajo informal que lleva tanto a ocupades en negro como a les desocupades a pasar gran parte del día trabajando o buscando alguna changa. Así, encontrar tiempo para mantener por lo menos la media hora por día recomendada (en la prevención de la diabetes, por ejemplo) se hace realmente difícil.
La alimentación de la clase obrera y la patología nutricional
Según la Segunda Encuesta Nacional de Nutrición y Salud, realizada en septiembre del 2019, las formas de malnutrición más frecuentes en niños y adolescentes son el sobrepeso y la obesidad. En la malnutrición por déficit, la delgadez patológica (emaciación) es baja desde una perspectiva poblacional, mientras que la baja talla y el bajo peso están inversamente relacionadas al nivel socioeconómico: a menor ingreso mayor es la prevalencia.
En adultos, la forma de malnutrición más común es el sobrepeso y la obesidad, que vienen aumentando sostenidamente en el último tiempo. Los grupos estudiados de menores ingresos son los que tienen mayor sobrepeso, con una mayor prevalencia de obesidad (un 21% mayor que los grupos con ingresos más altos).
Según los aumentos en los alimentos que observamos en las cifras del Indec, vemos que las familias pobres (que hoy también incluyen a los asalariados) claramente no pueden acceder a un plato variado y terminan recayendo a las dietas basadas en el pan, harina y otros cereales ricos en hidratos de carbono. Ni hablar de las familias que engrosan las filas de la desocupación que si pueden acceder a todas las comidas del día lo hacen a través de los comedores populares. Mientras el Anses recomienda buenas dietas, el Ministerio de Desarrollo manda, si manda los bolsones, alimentos con bajo contenido de fibra, se recorta cada vez más la cantidad de carnes (o no hay), no hay verduras de hoja o verduras crudas… en fin, el tipo de alimentos que hacen a este cuadro nutricional.
Las patologías metabólicas y cardiovasculares que hoy conocemos como “factores de riesgo” para el Covid tienen una correlación directa con el tipo de alimentación referido, al igual que el aumento del sedentarismo (como explicamos en el apartado anterior). Otras patologías asociadas a la malnutrición, que pueden convivir tranquilamente con la obesidad, son las deficiencias dietarias (como la anemia, deficiencia de vitaminas, etc.) que fácilmente se pueden asociar a trastornos del crecimiento, neurológicos, etc.
Ahora bien, es muy común en el ámbito de la salud, ya sean círculos más progresistas o más reaccionarios, la inquietud de querer prevenir antes de tener que tratar estas patologías. Parece obvio que si no comer o comer mal hace mal, necesitamos que la gente coma, y que coma sano. Pero es aquí donde algunos se van al pasto. No se trata de una cuestión de educación, incluso de propaganda, como podríamos rotular a la lista de alimentos recomendados. Si bien la promoción de una alimentación saludable es necesaria, debemos pararnos sobre una realidad muy concreta: Argentina, el supuesto granero del mundo, tiene un 42% de pobres que no comen o comen mal.
Combatir el hambre, la malnutrición, implica hoy más que nunca luchar contra los despidos, por un salario mínimo igual a la canasta familiar, contra los regímenes laborales esclavizantes, por el seguro al desocupado y el abastecimiento real de los comedores, con una planificación nutricional acorde. Necesariamente implica la centralización del sistema de salud con el aumento del presupuesto que tanto ahorra el Estado incluso hoy, en el peor momento sanitario.
Hoy más que nunca la alimentación de la clase obrera no puede ser resuelta por el gobierno ajustador que sólo tiene en la mira el pago de la deuda. Es el grito que llevan en todo el país les que luchan, con el movimiento piquetero y el Polo Obrero a la cabeza, que luchan contra la violencia del Estado que los mata de hambre y les dice qué tienen que comer.
Vir Casal
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