El crecimiento de la pobreza asola al conjunto del territorio argentino. No es responsabilidad de tal o cual gobierno, sino de todos. Es un régimen que desde hace décadas empobrece a la población trabajadora. Macri y Vidal habían prometido “pobreza cero”, y aumentaron sideralmente la miseria. Nuevamente unos de los ejes elementales del Frente de Todos en la campaña electoral del 2019 fue erradicar el hambre y “poner plata en el bolsillo de los argentinos”. A un año y medio de su asunción, ¿cumplieron con su promesa?
Las cifras hablan por sí mismas. En el conurbano bonaerense el 56,6% de la población se encuentra por debajo de la línea de pobreza, lo que quiere decir que esa población no alcanza a cubrir con sus ingresos una canasta básica total. También aumento la indigencia a un 13%, índice que asciende a un 15,7% si entre los jóvenes menores de 17 años, quen no alcanzan siquiera la canasta básica de alimentos.
Es fácil identificar por qué en la Argentina uno de cada cuatro trabajadores es pobre. El salario mínimo es de $23.544, mientras que el Indec fija la canasta alimentaria en $26.677 y la canasta básica total en $63.000. La mayoría de las paritarias cerraron no muy lejos el 29% que puso como referencia el dibujo de Martín Guzmán, que prácticamente quedó absorbido en el primer semestre. El golpe inflacionario está poniendo arriba de la mesa en los distintos gremios la necesiodad de la repaertura de las paritarias, firmadas por la burocracia sindical.
La juventud es uno de los sectores más golpeados por el empobrecimiento. En la provincia de Buenos Aires casi el 70% de los jóvenes trabaja bajo modalidades precarizadas con salarios bajísimos. En muchos casos por debajo de la canasta alimentaria.
Los distritos gobernados como feudos por los barones peronistas, tanto La Matanza como José C. Paz, son una muestra profunda de la realidad que atraviesa a toda la provincia con índices de probreza superiores al 40%. Pero La Plata, capital provincial comandada desde hace seis años por Juntos por el Cambio, la pobreza no baja del 30%.
“En Guernica terminó el relato progresista”. Con esa frase, Romina Del Plá denunciaba desde el Congreso la política represiva del gobierno de Kicillof, momentos después de iniciada una autentica cacería de la mano de Sergio Berni contra las familias que luchaban por vivienda. Este episodio mostró al camporismo respondiendo a las reivindicaciones apremiantes de las familias sin techo con ataques a su organización y aprietes, que terminó con un ejército de la Bonaerense desalojando violentamente. Mostraron que cuando se trata de defender la propiedad privada de los pulpos inmobiliarios, no hay grieta. Pero Guernica y tantas otras ocupaciones pusieron en la agenda nacional la situación calamitosa que viven millones de familias en todo el país, y fundamentalmente en la provincia de Buenos Aires.
La hoja de ruta del FMI
El gobierno del Frente de Todos, tanto de Alberto Fernández como de Kicillof, tienen un programa claramente diseñado en función de allanar un acuerdo con el Fondo Monetario. Para eso deben viabilizar un ajuste de características explosivas contra los trabajadores, pero utilizan los métodos de contención con la colaboración de las burocracias sindicales y las organizaciones sociales integradas al Estado.
Martin Guzmán ejecuta un recorte brutal en el gasto fiscal. El robo de la movilidad a los jubilados, el ajuste a salud en el peor momento de la pandemia, en educación y en asistencia social cuando la pobreza sigue en aumento, confirman esta orientación. El 70% de los salarios es devorado por la compra de alimentos.
Kicillof continúa cediendo a los acreedores internacionales en función de lograr un acuerdo, presionaod también por la dirección de acordar con el FMI. El conjunto del régimen se encuentra de bruces ante el FMI y el capital financiero. Es por eso que el gobernador rechaza rediscutir la paritaria con docentes y estatales bonaerenses.
Un programa de los trabajadores contra el ajustador Kicillof
Si al cuadro de pobreza le sumamos la crisis sanitaria, cuando se ponen los intereses capitalistas por encima de la población trabajadora, estamos frente a un gobierno ajustador y antiobrero que debemos enfrentar con máxima independencia política y la organización combativa de los trabajadores.
Son las y los compañeros del Polo obrero junto al Frente de Lucha Piquetero quienes ganan las calles peleando contra el hambre, por trabajo genuino, un seguro al parado de $40 mil, vacunación masiva, y alimentos para los comedores. Es la docencia combativa la que no da tregua a Kicillof y lucha por salarios, por la suspensión de clases presenciales mientras las condiciones de seguridad no estén garantizadas. Las burocracias sindicales como Ctera y ATE están completamente integradas a la política de Kicillof, y cotizan su tarea de contención de los trabajadores como moneda de cambio para ingresar en las listas electorales en lugares expectables.
Los trabajadores, la juventud y las mujeres bonaerenses tenemos el desafío y la necesidad de estructurar una salida propia, con un programa que defienda nuestras condiciones de vida. Aumento salarial acorde a la inflación y a la canasta básica, prohibición real de despidos, creación de puestos de trabajo, 82% móvil, triplicación del presupuesto y centralización del sistema de salud dirigido por sus trabajadores y especialistas, incautación de los laboratorios con capacidad instalada para producir masivamente la vacuna y liberación de las patentes para vacunar a toda la población. Hay que dejar de pagar la deuda externa ilegitima y fraudulenta, romper con el FMI y poner en marcha un plan de los trabajadores.
Es el Frente de Izquierda Unidad quien puede encarnar la lucha por este programa. Para ello insistimos en nuestro llamado a un gran congreso del FIT-U, para avanzar en la estructuración de los luchadores por la independencia política del movimiento obrero y por una salida propia frente al régimen de pobreza de los que hace décadas nos gobiernan.
Santiago Sposito
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