sábado, 5 de septiembre de 2020

León Ferrari: la vigencia de sus luchas



En el centenario de su nacimiento.

Cien años atrás, el 3 de septiembre de 1920, nacía León Ferrari (fallecido en el año 2013), protagonista durante décadas de la escena central del arte argentino y reconocido internacionalmente.
A modo de homenaje, su obra será exhibida en el Museo Nacional de Bellas Artes y en destacados Museos de Europa.
Esta vez, las muestras no contarán con su entrañable presencia, y aunque su obra pueda ser admirada en su plenitud, su ausencia marcará una fuerte diferencia. En su estética, su historia y valor artístico podrán ser apreciadas. Pero con León sus obras cobraban vida, en su postura de confrontación con el poder, en sus denuncias a la dictadura militar argentina o su encarnizado enfrentamiento con la Iglesia.
Reconocido como un innovador, sus obras tomaron la forma de pinturas, dibujos, construcciones, maquetas, collages, búsquedas sonoras; fue conceptual y explícito. O conceptualmente explícito, como cuando exhibió una jaula sin piso, con pájaros vivos, que defecaban sobre ilustraciones de figuras de la Iglesia.
Irreverente, provocador con el poder, su maestría artística la utilizaba en función de su lucha frontal contra sus enemigos de turno y eternos a la vez: el capitalismo, su barbarie y particularmente la Iglesia Católica.
En 1965, presenta en el Di Tella su obra Civilización occidental y cristiana, El Cristo crucificado en un cazabombardero yanqui, en repudio a la Guerra de Vietnam, que es censurada y sacada de la muestra. Frente a la crítica de que “eso no era arte”, declara: “Es posible que alguien me demuestre que esto no es arte: no tendría ningún problema, no cambiaría de camino, me limitaría a cambiarle de nombre: tacharía arte, y las llamaría política, crítica corrosiva, cualquier cosa”.
Ese derrotero lo llevó a ser, en la década del ’60, uno de los principales integrantes de lo que se denominó “La Vanguardia Plástica”, quienes quisieron hacer de su obra un instrumento para subvertir la realidad. Cabe destacar que lejos de asimilarse a una concepción esquemática, ligada a un realismo socialista, sus obras dieron rienda suelta a la imaginación y quiebra de preconceptos. Su libertad de creación fue de la mano de su vocación por confrontar.
En esos años participó del Homenaje a Vietnam (1966), Homenaje al Che (1967), y Malvenido Rockefeller (1969), junto a esa “vanguardia plástica” que buscaba el lugar de los artistas en la lucha de clases. La obra colectiva más reconocida fue sin duda Tucumán Arde (1968), en la cual fue uno de los principales creadores. Concebida como una obra de contrainformación, su objetivo era la denuncia de la situación de pobreza y explotación reinante en Tucumán como un ejemplo del régimen de explotación capitalista.
Fotos, documentales, grabaciones, pósters, carteles, documentos, forman parte de la misma. “Tiene como objetivo fundamental crear un ‘circuito sobreinformacional’ sobre la situación tucumana para poner de manifiesto, mediante una utilización reflexiva de los medios de información, las contradicciones de la política del gobierno argentino y de la clase proletaria respecto al cierre de los ingenios tucumanos”. Inaugurada el 3 de noviembre de 1968 en Rosario, en la sede de la CGT de los Argentinos, esta muestra dura quince días; la de Buenos Aires, en la sede de Paseo Colón, es clausurada pocas horas después a causa de las amenazas gubernamentales de intervención a la CGT. La repercusión de la muestra no fue la esperada pero ha quedado como un hito del intento de la vanguardia plástica de actuar como movimiento y vincularse al movimiento obrero. Y en consonancia con apreciaciones de León Ferrari: “El arte se mide por la eficacia de la obra”.
Luego sigue su exilio en Brasil durante la dictadura militar, la dolorosa desaparición de su hijo Ariel y su incansable denuncia de la barbarie cometidas por los militares.
Aún teniendo en cuenta que su postura política no coincidía plenamente con la del Partido Obrero, adhirió entusiasta en 2003 a la propuesta de Lucharte (artistas en el PO) de participar de la curaduría y exhibición de la obra de Maxi Kosteki («El artista que no dejaron ser»), a un año de la Masacre de Puente Pueyrredón, en la fábrica recuperada Grisinópoli.
Pero su gran temática fue la denuncia a la Iglesia Católica, desde su labor inquisidora en la historia a su accionar disciplinador en la sociedad. “En 1997, León y un grupo de amigos (Álvaro Castagnino, Juan Carlos Romero, Teresa Volco, Ricardo Longhini y Ramiro Larrain) crearon el Club de Impíos, Herejes, Apóstatas, Blasfemos, Ateos, Paganos, Agnósticos e Infieles en formación (CIHABAPAI), con el propósito de bregar por la anulación del Juicio Final», se recordaba en Clarín.
Fue en Diciembre del 2004 cuando su obra exhibida en el Centro Cultural Recoleta fue repudiada por el actual Papa Francisco, por entonces Cardenal Jorge Bergoglio, quien la calificó “como blasfemia y burla para los valores religiosos y morales de los argentinos” y pidió expresamente clausurar la muestra, que contenía un “Cristo sobre un bombardero estadounidense, vírgenes en botellas de vidrio, una imagen desnuda de la cantante Madonna frente al papa Juan Pablo II o frascos con preservativos pintados con la imagen del Sumo Pontífice».
Se desarrolló una verdadera lucha contra la censura, movilizaciones y actos de ambos bandos. Misas, rezos y acciones de los partidarios de la Iglesia en la entrada; llegaron inclusive a invadir y romper algunas obras. León mostraba la “obra dañada” y decía risueñamente “ahora le dieron más valor, es una obra intervenida por la Iglesia”. Finalmente el jefe de Gobierno de entonces, Aníbal Ibarra, termina levantando la exposición. Fue entonces que Ferrari prestó una serie de obras para que fueran expuestas en un Picnic del Partido Obrero, en plena lucha contra la censura a su obra por la Iglesia.
La obra de León Ferrari será apreciada en muestras, museos o donde se la exponga, pero extrañaremos una parte de ella, el propio León, que intervenía su propia obra, la colocaba en la calle, en la lucha; que hoy estaría inventando, entre otras acciones, cómo expresar con su arte la lucha por el aborto legal, gratuito y seguro, la separación de la Iglesia del estado o contra cualquier desaparición o ataque represivo.

Ricardo Goldín

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