Un militar brasileño ocupará por primera vez en la historia un puesto de relevancia en la estructura de mando del Comando Sur y por ende de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos. Esta es una señal muy clara del tipo de relaciones que el presidente Jair Bolsonaro desea mantener con Donald Trump, pero también advierten sobre cómo EE.UU, sigue armando el tejido que según sus cálculos terminará con la intervención “por las buenas o por las malas” (según palabras del senador Marco Rubio) en Venezuela. A esto se suma el gobierno argentino poniendo en marcha una estructura que apunta a la “reconstrucción” (sic) del país caribeño.
Vamos por partes. A partir de la reciente visita realizada a Brasil por el jefe del Comando Sur, almirante Craig Faller, y de su reunión con jefes militares y con el canciller brasileño Ernesto Araújo, se determinó que un jefe militar de ese país se integre al Comando Sur. Antes, Faller recorrió varias instalaciones militares y puso especial atención en la base naval de Itaguí, donde actualmente se está construyendo un submarino a propulsión nuclear. También, como no podía ser de otra manera, el visitante se mostró interesado en qué tipo de construcciones militares existen en la zona amazónica.
El hecho de que un general brasileño ocupe un puesto en el subcomando dedicado a militares extranjeros no es algo menor, teniendo en cuenta las diferencias que los uniformados de este país mantuvieron en el pasado con las posiciones de EE.UU en cuanto a la Amazonia, a la que Washington no considera un territorio de Brasil sino de índole internacional. De hecho, vale recordar que ciertos manuales de estudio y libros de geografía que utilizan secundarios y universitarios estadounidenses muestran el mapa de Brasil y Perú sin el Amazonas y el Pantanal. El argumento utilizado en los dos casos es que son áreas de “res communis humanitatis”, es decir pretenden que esta zona sea cosa común de la humanidad en forma similar a lo que sucede con el espacio ultraterrestre.
Tampoco es desconocido que durante el gobierno de Lula da Silva (hoy encarcelado injustamente) se replicaron estas posiciones injerencistas, y algunos jefes militares declararon que “jamás Brasil negociará un territorio que le pertenece”, manifestando una clara posición soberanista.
Pero ahora se viven “tiempos de Bolsonaro”, que de esta manera y con la ayuda de un grupo de militares ligados a posiciones atlantistas y favorables a privatizar el país en el menor plazo posible, arrollan cualquier atisbo de nacionalismo brasileño y encolumnan a la fuerza en el marco de la conducción estratégica made in USA.
Pero hay algo más grave aún. En lo que hace al continente, la medida apunta a la gran ofensiva que Trump y sobre todo el Comando Sur vienen llevando con respecto a apurar la intervención directa en Venezuela. Faller sugirió en conversaciones con el canciller Araújo (el mismo que considera a Bolsonaro el “gran salvador de Occidente”) que “el caso de Venezuela es número uno en los planes a corto plazo del accionar del Comando Sur”. Este mismo concepto fue repetido en el diálogo que el jefe militar abordó con sus colegas brasileños, con quienes coincidió en que primero hay que resolver lo de la “ayuda humanitaria”, para luego “encarar los cambios que ese país necesita imperiosamente”.
Dentro de esta misma doctrina, el almirante Faller había declarado que “la verdadera fortaleza de este hemisferio son la larga historia de asociaciones que compartimos. He estado en Colombia, donde tenemos socios maravillosos, muy dispuestos. Tenemos muy buenas iniciativas en la dimensión de militares a militares y es por eso que en Brasil, buscamos desarrollar esa asociación y fortalecerla aún más”. Es allí precisamente que Bolsonaro da un paso al frente y se suma con todo dando luz verde a atar a las Fuerzas Armadas brasileñas al carro del guerrero imperial, lo mismo que ya está haciendo con sus amigos israelíes.
Por otra parte, esta decisión que lleva a que un militar brasileño con mando de tropas se sume a los planes del Comando Sur habla a las claras de un cambio profundo en la visión geopolítica que Estados Unidos quiere implantar en el continente. No se trata solo de sumar aliados, sino en prepararlos para guerras que ellos imaginan como “necesarias” en sus mentes enfermas. Esto es lo que ya ha ocurrido en las invasiones llevadas a cabo en Medio Oriente a través de la OTAN, donde les exigen a sus aliados que se comprometan “hasta mancharse”. En algunos casos tercerizando la parte más sucia de las actividades injerencistas y en otros compartiendo con mandos militares “amigos” decisiones geoestratégicas de peso.
Los “amigos” de Argentina
Si se suma esta decisión de Bolsonaro de jugar fuerte en los planes intervencionistas estadounidenses contra Venezuela a otro episodio insólito que tiene como protagonista a la Cancillería argentina se podrá tener el cuadro de con qué celeridad Washington teje su red belicista para intentar derrocar al presidente legítimo de Venezuela, Nicolás Maduro. En efecto, el gobierno de Mauricio Macri ha comunicado la creación de la “Unión de Gestión para el Apoyo a la Reconstrucción de Venezuela”. El término usado no deja lugar a dudas: se tratará de “reconstruir” lo que primero habrá de “destruirse”, al estilo de los eufemismos utilizados en la invasión a Iraq, Afganistán, Libia y Siria.
Para explicar más la operación, la Cancillería rioplatense habla de “recopilar y sistematizar información sobre las necesidades humanitarias en aquel país, como así también los requerimientos y necesidades de infraestructura y fortalecimiento institucional”. Y suman a esta tarea claramente injerencista a los famosos “Cascos Blancos” que ya han sido enviados a la frontera colombo-venezolana, y desde la localidad de Cúcuta coordinan con el Comando Sur. ¿Qué cosa? Todo lo que haga, según el canciller Faurie a “la recepción, administración y envío de donaciones y/o otra asistencia humanitaria, facilitando la participación de entidades argentinas (empresas, instituciones académicas, ONGs, entre otras) en distintas tareas como iniciativas de cooperación, capacitación y asistencia en temas de derechos humanos, educación”. Es decir, sostener la intervención directa que EE.UU pretende poner en marcha a partir del próximo 23 de febrero en esa misma zona.
Planes y más planes nacidos de la voracidad del imperio y de sus planes de conquista, que tienen indudablemente a su favor el comportamiento colaboracionista de los gobiernos de derecha que no dudan en traicionar la historia solidaria del continente. Sin embargo, ni el Comando Sur, ni su jefe Faller ni el duo Bolsonaro-Macri ni el mismo Donald Trump, parecen tener en cuenta que con sus actitudes guerreristas están a punto de encender la mecha de un proceso que puede revertir todos sus deseos expansionistas. Venezuela, su pueblo, sus FANB, su historia, sus ancentros respiran rebeldía. Se parecen bastante a la Siria que estos mismos sujetos no pudieron conquistar. Y finalmente, el continente, seguro no será el mismo si se deciden a dar el paso que hoy están preparando con tanta impudicia.
Carlos Aznárez
Resumen Latinoamericano
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