Ganamos. A las mentes vetustas, se impuso una juventud fervorosa que encontró en el pañuelo verde un símbolo de igualdad. Ganamos, a los fundamentalismos, porque quedó en evidencia y en cuestión el sostenimiento del culto católico por parte del Estado y la pretensión de la jerarquía eclesiástica de influir sobre las políticas públicas sanitarias y educativas. Ya se venden en las calles los pañuelos naranjas, bandera de la separación de la Iglesia y el Estado. Ganamos, porque los argumentos basados en creencias religiosas mostraron las mentiras de los antiderechos. Ganamos, porque el aborto dejó de ser un tabú y salió del closet y se despenalizó socialmente. Ganamos, porque las madres y las abuelas les contaron a sus hijas y nietas sobre sus abortos, porque las adolescentes llevaron el debate a sus hogares y a las escuelas. Ganamos, porque el mundo nos miró y descubrió que en la Argentina las mujeres todavía no tenemos el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y quedamos vergonzosamente expuestos como un país donde todavía no gozamos de ciudadanía plena. Nunca nos regalaron nada. Para estudiar en las universidades, para poder tener derecho al voto, para poder decidir sobre la vida de nuestros hijos, para tener acceso gratuito a anticonceptivos, siempre tuvimos que salir a las calles a pelear. Las luchas feministas empujan márgenes. Los votos que faltaron para despenalizar y legalizar el aborto no son más que una piedra en el camino. No fue ayer. Será mañana.
Mariana Carbajal
Página/12
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