domingo, 19 de agosto de 2018

#CuadernoGate: imágenes paganas del vínculo entre capitalismo y corrupción



Carlos Wagner, Julio De Vido y Aldo Roggio

Empresarios, banqueros y ex funcionarios kirchneristas, en el mismo lodo, todos manoseaos. El olor a podrido de una “democracia” que garantiza los negocios capitalistas pero no derechos exigidos por millones.

Hace apenas una semana, un preocupado Jorge Fontevecchia escribía en Perfil sobre el #CuadernoGate y advertía sobre “el daño que podría producirse en la sociedad si se asociara al empresariado en su conjunto con la corrupción”. Los siete días transcurridos solo han servido para ratificar esa relación -estrecha e indisoluble- entre corrupción y capitalismo.
Este jueves el empresario Aldo Roggio confesó el pago de coimas por el 5 % de lo que recibía en subsidios estatales. Para quienes no lo recuerden, se trata del (ex) dueño de Metrovías, la empresa que justificó la suba del boleto en el subte apelando a tickets de un almuerzo que celebraron sus ejecutivos.
El grupo Roggio, sin vínculos de sangre mediante, es primo-hermano del grupo Macri. Al igual que la familia presidencial, hoy también alcanzada por el escándalo de los cuadernos, el grupo cordobés nació, creció y amasó una fortuna al calor de los negociados con el Estado.
Cual si devengara interés, la corrupción suma corrupción. El enorme negociado de los subsidios a las privatizadas sigue siendo un agujero negro que tragó más de U$D 160.000 millones durante el ciclo kirchnerista.
Quien sumó su enorme grano de arena fue Paolo Rocca, el empresario más rico del país. En un lujoso salón del Hotel Sheraton reconoció el pago de coimas. “Actuamos para defender a nuestra gente”, intentó victimizarse el hombre que posee una fortuna estimada en US$ 9.100 millones.
Riqueza amasada a costa de sangre y vidas obreras, señalemos. Hace tan solo diez días, Rubén Insaurralde moría por desidia patronal en una planta de Ternium. Tenía apenas 29 años.

Banqueros y ladrones

“Robar un banco es un delito, pero más delito es fundarlo”. Bertolt Brecht

En marzo de 2010, presuntamente Oscar Centeno escribió “lleve al Lic al Banco Galicia de Perón 415, se reunía con RIVALLA o RIBAYA; cuando regreso me dijo el Lic que por fin va a tener su casa, porque le daban dinero en carácter de ‘préstamo’ y regresamos”. Eran las 14.57, apuntó puntilloso.
El chofer-espía-fotógrafo intenta acertar el nombre. Tira opciones. Alguien, quien lea los cuadernos, deberá buscar con precisión de quién se trata.
Luis Ribaya trabajó en el Banco Galicia por más de 20 años. Llegó a gerente. Un auténtico self-made man, podría suponerse. Según fuentes periodísticas del mundo de las finanzas, era amigo del ex ministro Julio De Vido.
Su nombre podría ser uno de los que simbolicen la tercera pata del sistema de corrupción que asoma. Los bancos se suman así al “club de la obra pública”, junto a empresarios y ex funcionarios kirchneristas.
En Argentina y en todo el mundo, la corporación bancaria ha hecho honor a la cita de Brecht, apareciendo ligada a múltiples negociados, legales y no. En el primer ítem habrá que contar la fuga de capitales, ese mecanismo que la clase capitalista nativa tanto ejerce y parece haber perfeccionado. En el segundo, delitos asociados como la evasión fiscal y el lavado de dinero.

Crímenes y desidia estatal

El #CuadernoGate actúa como una fuerza educadora sobre la conciencia de millones, “confirmando” que el poder es impunidad y corrupción.
Sin embargo, ese mundo está años luz de aquel en que viven -y padecen- millones de personas. En el cuerpo del pueblo trabajador, los golpes de la crisis, los despidos y la inflación son los que hacen mella. Y no solo esos.
Eran apenas las 8.30 del jueves, cuando Verónica intentó encender las luces de la Escuela 140 en Villa Luzuriaga, La Matanza. Recibió una descarga eléctrica y debió ser atendida en un hospital.
A partir de las muertes de Sandra y Rubén, el crimen social de Moreno convirtió a la desidia estatal en tema de debate público. Motorizó, al mismo tiempo, un proceso de discusión y movilización en escuelas del conurbano. Morón, Merlo, General Rodríguez y Berazategui son algunos de los lugares donde emerge la organización y la protesta docente.
Esta desidia aparece como una manifestación del poder estatal. No es la única, anotemos, de espalda a reclamos y demandas de la población.
El Senado y la Iglesia se han convertido en blanco de enorme descontento social. Su carácter reaccionario –y hasta retrógrado- se evidenció ante millones de personas, despertando nuevas sensibilidades y tendencias. Fueron los actores claves del rechazo al derecho al aborto, reclamo que el movimiento de mujeres instaló en las calles y en el terreno de la llamada opinión pública.
Para ilustrar estas nuevas sensibilidades vale la pena recorrer las redes sociales. Allí la propuesta de una apostasía generalizada prospera en Me Gusta y compartidos. En el mismo sentido, este medio mostró la enorme simpatía que concentra la campaña para separar la Iglesia del Estado.
Esas nuevas sensibilidades recorren el cuerpo social, toman las calles, disputan sentidos comunes y alimentan el repudio a una institucionalidad que se muestra ajena a las demandas políticas y culturales de millones.

Revival del 2001

“La antipolítica surge de la decadencia de la política, vaciada de su contenido”. Enzo Traverso, Las nuevas caras de la derecha.

Una reciente encuesta de Gustavo Córdoba revela el descreimiento social hacia empresarios, políticos e integrantes de la casta judicial.
La magnitud del mismo se mide mejor si se toma en cuenta que, en cuanto a imagen negativa, los políticos son los que salen mejor parados.
Ese descreimiento hunde sus raíces en un período de tiempo que supera la coyuntura actual. La impunidad para empresarios y políticos a su servicio fue una postal diaria en las últimas décadas.
Por estas horas, el #CuadernoGate salpica en todas direcciones, embarrando y encadenando empresarios, banqueros y políticos. Senado, Justicia e Iglesia aparecen como trabas a las demandas de amplias capas de la población. El Estado confirma su desidia y su incapacidad de garantizar, siquiera, una infraestructura escolar mínima.
En su caótico conjunto, la crisis actual empuja hacia aquello que el revolucionario italiano Antonio Gramsci consideró un elemento central de la crisis de hegemonía: la separación entre dirigentes y dirigidos. Separación que puede alumbrar, seguramente, nuevos fenómenos políticos, ideológicos y culturales.
En Europa, esa crisis de representación parió el crecimiento de la derecha radical y la izquierda moderadamente reformista. Al mismo tiempo alimentó las tendencias decisionistas o bonapartistas de los regímenes políticos. La “respuesta” a los límites de la democracia burguesa es una limitación aún mayor.
En la Argentina del diciembre de 2001, la movilización popular golpeó duramente la institucionalidad capitalista, empujada por la crisis económica y social. La antipolítica surgió como una de las manifestaciones de ese momento. El rechazo a la capa dirigente del poder estatal se expresó en las calles, obligando a un giro en el régimen político argentino. El kirchnerismo y su estilo populista no pueden ser separados de esa génesis.
El macrismo y el proyecto de Cambiemos nacieron de ese rechazo a la política. La “ética gestionaria” y el “voluntariado” de los CEO vinieron a tomar forma de partido, proceso muy bien descripto por Gabriel Vommaro.
Por estas horas, al calor de la crisis económica y el ajuste sobre la población, la promesa “de cambio” macrista se desdibuja. La realidad presenta inflación permanente, escuelas cerradas por problemas edilicios y corrupción extendida. La miseria y decadencia del capitalismo argentino emergen por cada una de las costuras del deshilachado traje cambiemita.

La “democracia” de los Rocca, los Bonadio y los Macri

Volvamos al inicio. Capitalismo y corrupción se entrelazan inevitablemente. En ese movimiento estrechan en sus brazos al régimen democrático burgués.
El reflector ilumina el carácter verdaderamente limitado de la democracia capitalista. Un régimen que, al tiempo que desoye demandas de la población trabajadora, garantiza los negociados del gran capital, burlando incluso sus propias leyes y normas.
Bajo la dominación social de los Rocca, los Warnes o los Macri, el régimen democrático aparece como una gastada cáscara, cuya mejor propuesta implica votar, cada dos o cuatro años, eligiendo entre un conjunto limitado de opciones.
Bajo la gestión de los Pichetto, Mayans o los Kirchner, la representación popular estará siempre limitada por los intereses del gran capital o de sectores reaccionarios. El rechazo del derecho al aborto en el Senado -cediendo ante la presión de la cúpula eclesiástica- ilustró la realidad de 38 personas bloqueando una militada activamente por cientos de miles de mujeres.
Una democracia más amplia y genuina, donde la soberanía popular sea real y activamente ejercida por el pueblo trabajador, solo puede iniciar tras la conquista revolucionaria del poder político por parte de la clase obrera. Un régimen que, permitiendo la discusión y decisión colectiva, dé realmente expresión al "demos".

LID

No hay comentarios:

Publicar un comentario