martes, 28 de agosto de 2018
Carta a Chicha
Tenía cuatro años cuando te conocí. Era un día de París, estabas con las Abuelas, buscaban. Llevabas la imagen de Clara Anahí, de cada nieto, cada nieta, nuestra historia. Ya habías recorrido el mundo, entrado a las puertas de los infiernos para encontrarla, conocido gente hermosa que te quiso, te admiró, por lo inmensa, por lo sencilla, como ese caramelo que le regalaste a Cortázar sin conocerlo porque tosía. No recuerdo ese día de París. Me lo cuenta mi padre, era en la rue Pernety, donde nos criamos con mis hermanos. La distancia con que nací entraba en el nombre que llevabas bordado en el pañuelo blanco.
Treinta años después nos vimos por última vez. Fue en tu casa de La Plata, en enero. Entré a tu habitación, tomaste mate cocido, me preguntaste por Venezuela, desde donde te escribo hoy -llueve desde que amanecí, caen goteras en mi habitación, en mis dedos, en mis palabras, en la manera de decir tu nombre. Tu hermano se enamoró de esta tierra, siempre me lo contabas. Te pregunté lo que siempre te pregunto desde que entré una tarde de invierno a tu casa en el 2004. Ese día me acerqué y te pedí que me contaras. Nos sentamos, me contestaste todo lo que te preguntaba. Había algo que viene de muy lejos en tu forma de abrazarme, de buscar en mi algo de ellas, de Diana, de Clara Anahí. Dejaba que me miraras, encontraras en mí todo lo que quisieras encontrar.
Tu casa siempre estuvo abierta para quien quiso acercarse a conocer, a investigar, a leerte, a ayudarte con lo que pudiera para los juicios, para encontrar a Clara, a cada nieta, cada nieto. Por eso tanta gente sabía dónde vivías, te iba a visitar, a quererte.
La historia no sería la misma sin vos. Ni la verdad, ni la memoria, ni la justicia, Diana, Posky, ni la casa de los conejos, de la resistencia, donde crece un limonero que dice que la vida vuelve, que las risas ganan, que no pudieron. Hiciste inmensidades, un cielo en cada mano, en el bastón que acompañó tus últimos pasos, en la sonrisa de cada reencuentro.
El agua cae Chicha. Tengo tu nombre en un lugar hondo y silencioso desde que amanecí. Junto al tuyo el de Clara Anahí, la injusticia, esa misma que sentí el día en que partió Kewpie, su otra abuela, mi abuela, que tanto querías. Ya no tendrá abuelos ni abuelas para abrazar cuando la encontremos. Porque lo haremos, o será ella quien nos encuentre. Le diremos lo tanto, tu belleza, tu tristeza, la verdad que le enseñaste al mundo, ese mundo que hoy está más solo.
Sé que miles seguirán tu ejemplo, ya lo hacen. Abrirán la casa, contarán la historia, pronunciarán los nombres que amaste, mostrarán las fotos que observaste tantas horas, dirán Chicha como quien habla de alguien que brilla y da la vida. Así lo haré. Gracias. Infinitamente gracias. Por haber sido, por habernos hecho mejor. Hablo por mí, hablo por muchos, por muchas. No descansaré hasta abrazar a Clara Anahí. Ese día estarás vos, en el centro de todo estarás vos, y Diana, y Posky, y los compañeros, las compañeras, y mis hermanos, mis padres, mis abuelos, mis tíos, mis primos, cada persona que te quiso. Estará todo lo que no pudieron robarnos porque a pesar de tanto vencimos, gracias a vos vencimos, podremos vencer.
Marco Teruggi
Página12
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