jueves, 30 de agosto de 2018
La tormenta devino en catástrofe económica, pero hay otra salida
El anuncio de Mauricio Macri del adelanto de los desembolsos del FMI aceleró la corrida al dólar. Al derrumbe económico y al saqueo en curso hay que contraponerle un programa de los trabajadores.
A las diez de la mañana del miércoles 29 se conoció el mensaje grabado de Mauricio Macri con el anuncio de las conversaciones que sostuvo con el FMI para adelantar desembolsos: “Nos va a permitir retomar la confianza”, afirmó el presidente.
Lo acordado contempla adelantar a 2019 los desembolsos que originalmente estaban planeados para 2020 y 2021. Pasado el mediodía, fuentes del Ministerio de Hacienda y Finanzas informaron que son U$S 29 mil millones los recursos que pondría a disposición el Fondo hacia el año próximo.
De esta forma, la deuda pública cuando termine el mandato de Cambiemos podría alcanzar a los U$S 400 mil millones, casi el doble que el stock existente al momento de asumir Macri.
El oficialismo buscó llevar calma a los “mercados” dado que hace semanas se discute la posibilidad de un default (paga Dios) de la deuda pública por las inconsistencias del programa financiero.
Cinco horas más tarde del anuncio presidencial, el cierre de las operaciones bancarias mostró a la cotización del dólar rozando los $ 35 en algunas entidades. También se observó el hundimiento de las acciones de empresas argentinas en Nueva York.
Luego del cierre de las operaciones, Christine Lagarde difundió una declaración de apoyo al Gobierno haciendo referencia a la conversación que mantuvo con Macri.
“Teniendo en cuenta las condiciones más adversas del mercado internacional, que no se habían anticipado plenamente en el programa original con Argentina, las autoridades trabajarán para revisar el plan económico”, afirmó la directora gerente del FMI.
Un detalle: lo anunciado todavía no está aprobado por el Directorio del FMI. La improvisación ofrece una dimensión de la crisis en curso. No obstante, el apoyo de Lagarde muestra al imperialismo jugado a sostener al Gobierno. Hasta el más confiado puede prever que la revisión del plan traerá más ajuste.
El lunes 13 de agosto el gabinete económico implementó una serie de medidas para contener la escalada del dólar frente al impacto de la crisis de Turquía: suba de la tasa de interés con el consecuente efecto recesivo; un reemplazo de las subastas de los dólares de Hacienda por los del Banco Central, que implicaba un cambio en relación a lo acordado originalmente con el FMI; y un rescate a los tenedores de Lebac para intentar desarmar esa bomba que alimentó la “bicicleta financiera”. La situación no se calmó.
En las últimas semanas, hubo una peregrinación de funcionarios cambiemitas a los Estados Unidos que concluirá con el encuentro de Mauricio Macri con los fondos buitres BlackRock y Templeton hacia fines de septiembre, en ocasión de la Asamblea Anual de la Organización de las Naciones Unidas. Allí no encuentran compasión: los especuladores quieren más sudor y sangre del pueblo trabajador, pero no sueltan ni un dólar. El macrismo se está inmolando en el altar de las finanzas.
Pasaron dos meses y medio desde que el 20 de junio el FMI aprobó el Acuerdo Stand-By por U$S 50 mil millones, el crédito más importante en la historia del organismo.
Desde entonces el derrumbe económico adquiere una dinámica que no se detiene: los números de la actividad de junio son catastróficos y la inflación se está estimando desde un nuevo piso de 35 % hacia arriba. Son sólo las primeras consecuencias de lo acordado con el Fondo. La vuelta a discutir el programa económico traerá nuevos tijeretazos.
La historia no se repite dos veces, pero la dinámica económica tiene semejanzas a la experimentada en los meses que van desde el “blindaje”, que fue anunciado con el famoso “qué lindo es dar buenas noticias” por Fernando de la Rúa, al “megacanje”, denunciado como una operación fraudulenta en la que estuvo involucrado el ex presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, durante el Gobierno de la Alianza.
El denominador común está en los anuncios permanentes con el objetivo de generar confianza de los sospechosos de siempre: los “mercados”. Pero la credibilidad no regresa y el vaciamiento del país no se detiene.
Frente al derrumbe económico, existen rumores de todo tipo: desde cambios en el gabinete, nuevos préstamos otorgados por el Tesoro de los Estados Unidos hasta medida más drásticas, consideradas como una herejía al espíritu neoliberal cambiemita.
Ellos o nosotros
Aquel 20 de junio cuando se acordó con el FMI, el Ministerio de Hacienda difundió un comunicado en el cual señalaba que “el plan incluye medidas para proteger a los segmentos más vulnerables de la sociedad manteniendo el gasto social y, en caso de que las condiciones sociales desmejoraran, abriendo margen para incrementar el gasto en la red de protección social argentina”.
Las condiciones sociales están desmejorando a ritmo vertiginoso, pero habrá que ver qué queda de aquella promesa. Seguramente nada: la discusión del ajuste apunta cada vez más sobre jubilados y los niños que reciben asignaciones.
El retroceso de la actividad económica todavía no expresa de manera plena el efecto de la recesión que tuvo inicio en abril (y se decretará en septiembre en tanto técnicamente requiere de dos trimestres) y del recorte presupuestario que vendrá. Pero al malestar se está mostrando en luchas como la del Astillero Río Santiago o en defensa de la universidad pública.
La cotización del dólar nadie sabe a ciencia cierta cuánto más volará, pero todos acuerdan que impactará sobre la inflación. La retroalimentación entre devaluación e inflación es uno de los círculos viciosos del actual curso económico.
Lo mismo ocurre con los tarifazos con un sistema de servicios energéticos privatizados dolarizado y con el precio de la nafta.
Para agosto los analistas esperan una inflación mensual del 4 %, que sería récord en el año. Como se dijo, el nuevo piso de inflación anual se ubica en 35 %. La devaluación impone el ajuste más “democrático”: deteriora los ingresos de la mayoría que vive de su salario.
La clase trabajadora y la juventud necesitan un programa propio ante el saqueo desenfrenado del plan de Macri y el FMI. En el actual desorden económico todos los cálculos se evaporan de un día a otro. El único mecanismo para detener un mayor robo del salario es el aumento de acuerdo a la inflación con indexación mensual automática, partiendo de un mínimo igual a la canasta familiar, que en la actualidad ronda los $ 30 mil.
También resulta vital frenar los tarifazos. Nicolás Caputo, el amigo íntimo de Mauricio Macri, con negocios en toda la cadena energética y acciones en Edesur, se enriquece con el deterioro de los ingresos del pueblo trabajador. Lo mismo que Pampa Energía, comandada por otro amigo presidencial, Marcelo Mindlin, que es dueño de Edenor, entre otras empresas energéticas.
Los servicios públicos son un derecho esencial cuya provisión no puede estar guiada por la lógica del lucro capitalista. Para establecer una planificación racional es necesaria la estatización del sistema energético nacional bajo gestión de sus trabajadores y control de los usuarios populares.
La lucha universitaria nacional puso negro sobre blanco las disyuntivas del momento: los pagos de intereses y capital de la deuda alcanzarán este año los U$S 78 mil millones. Es casi la fortuna de Mark Zuckerberg, el dueño de Facebook, o el equivalente a veinticuatro presupuestos universitarios.
Hay plata para destinar a la salud y la educación si se rompe con el FMI y no se paga la deuda a los especuladores, pero el macrismo tiene otras prioridades.
Se fugaron más de un PBI
Durante el miércoles 29 el Banco Central subastó U$S 300 millones, pero no logró detener la escalada del dólar. En un día se fugó el equivalente a una vez y media lo supuestamente pagado en las coimas registradas durante doce años por Oscar Centeno con la meticulosidad de un contador y la redacción de un literato.
Existen muchas estimaciones sobre cuál es la cantidad de capital fugado por argentinos en el exterior, la mayoría efectuada por el gran empresariado. Se trata de billetes, depósitos en paraísos fiscales como Panamá, propiedades en otros países (como departamentos en Miami y otras latitudes), bonos públicos y acciones de empresas, ocultos en el exterior. Su naturaleza opaca dificulta los cálculos.
Las cifras oficiales del Indec ubican los activos de argentinos en el exterior en unos U$S 250 mil millones. Otros cálculos llegan hasta U$S 400 mil millones. Con el dólar a $ 35, considerando los datos oficiales, el PBI de Argentina fue en el primer trimestre del año de U$S 342 mil millones. Es decir, que se fugaron más de un PBI.
Las grandes empresas periodísticas intentan establecer un sentido común sobredimensionando la corrupción con la obra pública (que claro que la hubo, pero no llega en el más científico de los cálculos al 10 % del PBI) para ocultar este saqueo cotidiano de las riquezas del país que producen millones de trabajadores y que, como las vaquitas de Atahualpa Yupanqui, se las llevan otros. En simultáneo no cuestionan los casi U$S 200 mil millones de dólares del “pago serial” de deuda ni la fuga de capitales que se efectuó durante el kirchnerismo.
El blanqueo de capitales impulsado por Cambiemos, votado en el Congreso gracias al peronismo y las develaciones posteriores exhibieron que los “mejores” exponentes del empresariado encuadernado también evade impuestos y fuga capitales: entre ellos el primo del presidente Ángelo Calcaterra, la familia Rocca dueña de Techint, Marcelo Mindlin y Nicolás Caputo.
El libro Endeudar y Fugar, editado por Eduardo Basualdo, muestra cincuenta grupos que fugaron capitales al calor de la crisis de 2001: Pérez Companc, Telefónica de Argentina, Repsol, Telecom, Nidera, Shell y otros tantos.
Está en curso un saqueo similar con la complicidad de los grandes bancos locales e internacionales: es bien conocido el dato que la J.P. Morgan y otro banco internacional se llevaron U$S 2 mil millones de las reservas del Banco Central cuando comenzó la corrida a fines de abril.
La nacionalización de la banca bajo gestión de los trabajadores no sólo quitaría una herramienta que el gran capital utiliza para la fuga, también permitiría evitar la confiscación a los pequeños ahorristas, como hizo al principio de su gestión Carlos Menem o la Alianza con el “corralito”. Una banca estatal única sería una herramienta poderosa para el crédito barato para la vivienda popular o para el pequeño comerciante ahogado por la crisis.
Quién le para la mano a Macri
El blindaje del FMI para garantizar el pago de deuda y la fuga de los especuladores, es ampliado por otro blindaje: el de la contención del peronismo y el kirchnerismo con el famoso “hay 2019”, que intenta amordazar al movimiento de masas mientras transcurre el vaciamiento del país.
El peronismo negocia el presupuesto de ajuste para el año próximo, tal como lo hizo en el 2000 con la Alianza. Es ilusorio pensar que en 2019, aunque medie el oficio papal, alguien va a realizar el milagro de devolver los puestos de trabajo y el salario que se pierdan hoy.
Ahora es cuando para derrotar los planes de Macri, sino las consecuencias sociales serán catastróficas. Es urgente (no dentro de un mes como quiere la CGT y se amolda la CTA) un paro activo nacional de 36 horas, que sea el comienzo de un plan de lucha que termine en la huelga general.
Para construir esa medida es necesario impulsar, desde los sindicatos y centros de estudiantes, asambleas en los lugares de trabajo, estudio y en los barrios, y coordinadoras de los sectores en lucha, siguiendo el ejemplo del movimiento estudiantil que se autoorganiza democráticamente.
Contra el régimen de saqueo y corrupción, siendo que la mayoría del pueblo trabajador no comparte aún el objetivo estratégico de la izquierda de conquistar un gobierno de los trabajadores, es que el PTS en el Frente de Izquierda propone luchar por una Asamblea Constituyente Libre y Soberana que se plantee reorganizar el país en función de las necesidades obreras y populares.
Pablo Anino
@PabloAnino
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