sábado, 23 de noviembre de 2013

Ningunos lords



Ex militares británicos admitieron que integraron durante 18 meses, en los '70, un grupo paramilitar que llevó a cabo asesinatos de civiles en Irlanda del Norte. Justo cuando la fiscalía inglesa pedía archivar las causas por homicidio durante el conflicto en el Ulster.

“Estábamos cazando a asesinos de bebés, a terroristas, personas que matarían sin siquiera pensar en ello”. Así justificó uno de los soldados que admitió formar parte de la Fuerza de Reacción Militar el accionar de sus hombres. Se trataba de una unidad paramilitar secreta del ejército inglés dedicada a asesinar civiles en la zona este de Belfast, capital de la región norirlandesa del Ulster, entre 1972 y 1973. El escalofriante relato, parecido al de los grupos de tareas activos durante los mismos años en América Latina, fue divulgado ayer por la cadena británica BBC, y en pocas horas dio la vuelta al mundo. Según los ex soldados entrevistados, que accedieron a dar su testimonio a pacto de mantener el anonimato, durante 18 meses un grupo especial formado por unos 40 hombres del ejército ingles se mantuvo camuflado por las calles de Belfast persiguiendo posibles combatientes o simpatizantes del Ejército Republicano Irlandés (IRA). “Si nos cruzábamos con alguien reconocido por cometer varios asesinatos, entonces había que eliminarlo”, explicaron los soldados.
“Nunca vestimos uniforme, muy poca gente sabía quiénes éramos en realidad”, explicaron ante los micrófonos del programa Panorama de BBC One, a través del cual también admitieron haber matado a civiles desarmados. Según pa producción del programa, se habrían identificado ya diez víctimas del grupo, que operaba en coches sin identificación y disfrazados de barrenderos, basureros o hasta borrachos.
Se trata de las primeras pruebas testimoniales del uso de técnicas de terrorismo de estado por parte de Gran Bretaña en el extenso conflicto que mantuvo con los indipendentistas irlandeses. Durante más de 30 años, la región de Irlanda del Norte fue el centro de una lucha encarnizada entre los unionistas británicos, mayoritariamente protestantes y porción preponderante de la población del Ulster, y los irlandeses de orígen católico, que entendían incompleta la indipendencia de su isla sin esa porción de territorio del noreste controlado por londres. El conflicto causó más de 3000 muertos, y culminó con la firma de los Acuerdos del Viernes Santo del 10 de abril de 1998. Según los registros de la policía británica, en 1972, año de mayor actividad del grupo paramilitar descubierto ayer, se registró el pico de 10600 tiroteos en Belfast, varios de los cuales habrían tenido a la Fuerza de Reacción Militar como protagonista.
Estas revelaciones cayeron como un baldazo de agua fría en las cúpulas de la defensa británica. El miércoles pasado, el fiscal general del Ulster, John Larkin, había propuesto “trazar una línea para dejar atrás el pasado”, y archivar todas las causas de asesinatos cometidos en el marco de la lucha por la independencia de Irlanda del Norte. “Han pasado más de 15 años desde el Acuerdo y ha habido muy pocos enjuiciamientos. Cualquier abogado criminalista competente sabe que las posibilidades de lograr condenas se reducen, quizás de manera exponencial, con el paso de los años”, justificó el letrado.
Una petición que ha sido rechazada hasta por el primer ministro británico David Cameron, que aseguró que “somos demócratas que creemos en el imperio de la ley, en la independencia de la policía y de las autoridades judiciales, que deben, si pueden, investigar los casos. Es bastante peligroso pensar que se puede poner algún bloqueo a eso”.
Pero las últimas revelaciones ponen en tela de juicio el supuesto ánimo democrático de los británicos. Y a cargar la dosis llegaron las declaraciones del general Mike Jackson, jefe del ejército durante los años de actividad del grupo paramilitar, que, lejos de condenar las acciones de los soldados, subrayó su “valor”.
Un tema que vuelve a las portadas de los diarios luego de las violencias registradas hace exactamente un año entre unionistas e irlandeses, cuando un total de 56 agentes de policía resultaron heridos en diferentes enfrentamientos. Esta situación dejó en claro que existen grupos de extrema derecha aún activos en Irlanda del Norte, como el grupo paramilitar unionista Fuerzas Voluntarias del Ulster (UVF según las siglas en inglés), que actualmente encuentra una suerte de vocería política no oficial en el Partido Progresista Unionista, que mantiene un escaño en la asamblea legislativa local.

Marcha

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