sábado, 23 de noviembre de 2013

La fuga de un genocida sin ley



Alejandro Lawless, ex coronel del Ejército, procesado por crímenes de lesa humanidad cometidos en jurisdicción del V Cuerpo de Ejército, con sede en Bahía Blanca, se escapó, a pie, el martes pasado cuando era llevado al Palacio de Tribunales de la Capital Federal. Lawless, de 66 años, fue acusado formalmente por 26 desapariciones forzadas de personas, entre otros delitos, en 2010. En ese momento, el ex militar evadió la Justicia y sólo se presentó diez meses después, cuando las autoridades ofrecieron una fuerte recompensa a quien brindara datos de su paradero y se cerraba el círculo. Tres años después, Lawless estaba eximido de prisión y la Unidad Fiscal de Derechos Humanos bahiense había pedido que se revocara ese privilegio, por lo cual el expediente llegó hasta la Cámara de Casación Penal que había decidido modificar esa situación y mandar al ex militar a una cárcel común. Miradas al Sur obtuvo información que contradice lo publicado por todos los medios una vez que se conoció la extraña fuga. El único compromiso que tenía Lawless con la Justicia era presentarse cada dos semanas en la Comisaría 49 de la Policía Federal, ubicada en Machain 3045 del barrio de Villa Urquiza. Así, el pasado martes 12 a la mañana, el ex militar se presentó en la comisaría y se encontró con la novedad de que una comisión de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) le comunicaba que la Justicia lo requería. Así, el reo era trasladado a la Unidad 28 del Servicio Penitenciario Federal ubicada en el subsuelo del Palacio de Tribunales, Lavalle 1337. Un viaje muy breve y sencillo. Este cronista tuvo acceso al protocolo de traslado de detenidos de la PSA, ordenado por Julio Postiglioni, entonces jefe de la PSA, en julio de 2012. En su artículo segundo establece que es “estrictamente obligatorio para todo el personal” y aclara que los detenidos deben entregar todos sus bienes personales antes del traslado (incluye documentos, teléfonos, dinero) y deben ser requisados para evitar que tengan armas u objetos cortantes. En el punto 18 –el más importante para este caso–, el protocolo establece que el detenido debe ser esposado con las manos detrás de la espalda y con un oficial que vaya sentado a su lado sujetándolo para evitar accidentes.
La versión que circuló en los medios, no desmentida por ninguna autoridad, es por lo menos infantil: Lawless habría aprovechado un descuido de sus custodios en el momento en que el vehículo de la PSA estaba estacionado en la calle Lavalle. La primera versión que recibió este cronista, de fuentes habitualmente muy confiables, era que la dotación de la PSA era de tres agentes, que no esposaron a Lawless, que posiblemente no le quitaron en teléfono móvil y que mientras el chofer quedó al volante, uno fue con los papeles a ver al oficial a cargo de la Unidad 28 para darle ingreso al detenido mientras que el tercero “se fue a comprar cigarrillos”. En ese ínterin, según la fuente, la puerta había quedado mal cerrada y Lawless hizo un solo esfuerzo: levantarse y andar. Es decir, se fue caminando o corriendo sin siquiera ser visto por el chofer del vehículo.
El hermetismo sobre lo que pasó fue tal que el secretario de Seguridad de la Nación, Sergio Berni, asumió la completa responsabilidad de la fuga. Con un pequeño detalle: no informó qué pasó.
No es misión de los periodistas convertir los rumores en artículos periodísticos ni aventurar hipótesis sobre si hubo o no apoyo a este escape. Sí es función de esta profesión reclamar la información oficial para que la sociedad pueda saber cómo hace un hombre de 66 años que gozó de tres años de buena vida en el barrio de Palermo para poder escaparse incluso antes de entrar a una cárcel. Sí es función de esta profesión preguntar en voz alta si las autoridades de la PSA no debían reparar en los antecedentes de este hombre como para tomar los mínimos recaudos que le impidieran hacer algún contacto previo al traslado o tomar en cuenta que desde la misma Cámara de Casación Penal pudo haberse filtrado la información como para que Lawless se enterara con anticipación sobre lo que le esperaba. Además, más allá de eventuales filtraciones de información, es poco creíble que tres agentes de la PSA puedan cometer en tan poco tiempo una cantidad de errores suficientes como para no poder precisar públicamente si este hombre se escapó corriendo o caminando. Lo único que puede darse por cierto es que Lawless en inglés quiere decir “sin ley”.

Eduardo Anguita

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