miércoles, 15 de mayo de 2013

Salud: ¿Algo que se puede comprar?




"La precarización laboral tiene una doble función: achicar el presupuesto abaratando el costo de la fuerza de trabajo y empantanar la organización sindical. Fomenta el “no te metás” pues así se supone que peligra menos la renovación del contrato. Aquí tenemos el otro grupo de modos para desmantelar la salud pública, aquellos que tienen por objetivo impedir todo tipo de organización para defender las condiciones de trabajo y la salud del pueblo." En una recorrida por hospitales del conurbano y Ciudad el artículo analiza la precarización laboral en el sistema sanitario. Por Periódico El Roble

Salud: ¿Algo que se puede comprar?

Si miramos rápidamente el desarrollo histórico de los sistemas de salud, veremos que han estado atados a las necesidades de acumulación del capital. Específicamente al sector salud se le ha exigido el mantenimiento y reproducción de la fuerza de trabajo, en tanto fuente irreemplazable de valor.
En nuestro país, en los ’40 con el industrialismo del primer peronismo, hizo falta un sistema de salud ampliado y masivo que atendiese a los “nuevos” trabajadores.
El sistema público creció en magnitud. Para principios de los ’50 la estructura hospitalaria se había duplicado; de 140.000 camas disponibles el 80% de ellas era públicas y más de la mitad de estas nacionales.
A la par, se creó el Sistema de Obras Sociales, basado en la afiliación obligatoria de los trabajadores a la obra social del sindicato de su rama de actividad. Desde entonces el financiamiento de las obras sociales depende de los aportes patronales y de los descuentos que se hacen sobre el salario.
Se consolida un sistema de cobertura social obligatorio y universal para todos los trabajadores en relación de dependencia, quedando afiliados a la obra social de su sindicato, sin otra opción. La inmensa cantidad de dinero que esto significaba para las organizaciones gremiales reforzó no sólo el proceso de burocratización, sino una impronta “empresarial” y corrupta.
Durante los ’90 se da un proceso de desrregulación, flexibilización del mercado laboral y destrucción de puestos de trabajo, que condujo a una creciente desocupación y precarización del empleo y el consiguiente retroceso en los derechos, ligados al trabajo en blanco.
En 1998 se produjo la desrregulación de las obras sociales, por la cual los beneficiarios tienen libertad de elegir entre las obras sociales sindicales. Esto tiene dos grandes consecuencias: por un lado que el trabajador elija la obra social sindical sin quedar atado a la de su gremio. Por otro, que los sindicatos compitan por los afiliados, utilizando convenios con empresas de medicina prepaga como forma de atraerlos. Así se abre la puerta a la intervención del sector privado aunque de manera indirecta.
En este marco, son los trabajadores con empleo informal o el pueblo empobrecido en general quienes mayormente se atienden en el sector público de salud. A su vez, este sector, tuvo que lidiar con las políticas del menemismo –que el actual gobierno mantiene- de descentralizar la administración y el financiamiento, relegándolo a las provincias y municipios.

Cambia la forma de acumulación del capital, cambia la lógica del sistema de salud

Desde entonces, el sistema de salud sigue teniendo como función primordial cuidar la reproducción de la fuerza de trabajo, pero no como un derecho, sino como un bien de uso que los individuos deben adquirir en el mercado. El sistema de salud se convierte en un nicho donde se pueden generar grandes ganancias; y la salud en un objeto de consumo. Esto es lo que entendemos como proceso de mercantilización.
Cuando comienza a operar este cambio, a la vez que quienes no cuentan con ninguna otra forma de cobertura quedan relegados al subsector público, éste sufre la flexibilización y el ahogo presupuestario que son marca registrada del neoliberalismo.
La llamada ley de prepagas del kirchnerismo de 2011 poco cambió en este panorama. Introdujo algunas regulaciones en torno a las prestaciones (no límite de edad, no periodo de carencia) pero no apuntan a poner límite al proceso de mercantilización. La presidenta afirmó, al anunciar la ley en 2011, que ”regulación no significa afectar rentabilidad”. Estas transformaciones configuran las características de los que hoy también son señalados como los principales problemas del sistema de salud: la fragmentación y desigualdad en la atención.
Se profundiza, de este modo, un proceso de desguace del sistema público de salud. Pero no se da manera unívoca, ni en todos lados igual. Al contrario, son distintas las políticas de Estado que se articulan con la lógica de mercado para que, poco a poco, sea la medicina privada y/o mercantilizada la que se imponga.

Los modos del desguace

Para ver estas diversas formas, podemos diferenciarlas en dos grupos: aquellas de carácter económico y aquellas que tienen como razón de ser frenar todo intento de que los trabajadores de la salud defiendan un servicio acorde a las necesidades del pueblo.
Dentro del conjunto de “medidas” económicas, encontramos que hacia fines de los años ’90 se da un proceso intensivo de arribo de las grandes empresas de salud a Latinoamérica, sobre todo en México, Colombia y Argentina. Esto significa que grandes capitales transnacionales hagan lobby y presionen a los gobiernos para obtener marcos regulatorios favorables para instalarse en el país, así como negociados con el Estado, la obtención de licencias para comercializar sus productos, etc.
A su vez, el proceso de descentralización financiera a cada provincia y municipio implicó que cada jurisdicción salga a ver de qué manera garantiza un presupuesto que alcance… desde luego que en general esto no se logra y se puede ver en las dificultades para conseguir turnos, en la falta de insumos, en la falta de nombramientos del cuerpo médico, en el estado edilicio de muchos hospitales, entre otros. Una supuesta solución se planteó lo que hoy es la figura de Hospital de Gestión Descentralizada (HGD), que implica que hospitales se financien mayormente con recursos propios que en su mayoría se generan por las prestaciones que se realizan a personas que tienen obra social o prepaga. Es de suponer que ésto acentúe la desigualdad ya que los hospitales ubicados en zonas donde la mayor parte de la población no cuenta con obra social o prepaga son los que menos recursos tienen. Por ejemplo, en Virrey del Pino supera el 70% la población sin cobertura mientras que en Vicente López es el 27%.
Otro modo, son las crecientes formas de contratación precaria que se dan dentro del sistema público. Desde los administrativos hasta los médicos, es innumerable la cantidad de trabajadores con contratos que se renuevan cada cierto tiempo, por lo general no más de un año. Pases a planta que no se concretan nunca, falta de llamado a concurso, incertidumbre a la hora de renovar, son situaciones comunes.

El papel de los sindicatos

La precarización laboral tiene una doble función: achicar el presupuesto abaratando el costo de la fuerza de trabajo y empantanar la organización sindical. Fomenta el “no te metás” pues así se supone que peligra menos la renovación del contrato. Aquí tenemos el otro grupo de modos para desmantelar la salud pública, aquellos que tienen por objetivo impedir todo tipo de organización para defender las condiciones de trabajo y la salud del pueblo.
La persecución gremial es una herramienta que la patronal (que puede ser el mismo Estado) despliega de múltiples formas. Desde aprietes con matones, hasta sindicatos carneros, burócratas buchones, despido de activistas, armado de causas y represión estatal. Dentro del sector de la salud, esta persecución tiene como fin despejar el camino por el que avanza la mercantilización. O lo que es igual, garantizar la mayor ganancia de las empresas del rubro.
Hay que remarcar, entonces, el rol que juegan los distintos sindicatos en este proceso de mercantilización y desguace, ya que son fundamentales sea para propiciarlo o intentar impedirlo. Los grados de articulación y funcionalidad que tengan con las políticas estatales y/o patronales o, por el contrario, de independencia política y combatividad que alcancen, serán claves a la hora de pensar cómo podemos hacer los trabajadores para defender un sistema de salud público, universal y gratuito.

¿Qué es “estar sano”?

De manera predominante, en la sociedad capitalista, la salud es pensada de manera individual y vinculada a la capacidad de trabajar. Es decir, es saludable aquella persona que puede realizar un trabajo. Con esta definición, se da mayor importancia a aspectos orgánicos y biológicos de cada persona, dejando de lado las condiciones generales en las cuales vivimos. La manera dominante en la que se produce salud en hospitales y salitas no relaciona las condiciones de hábitat y vivienda, de acceso a una educación adecuada, las condiciones laborales. Este carácter social de la salud queda en evidencia cuando miramos cuáles son las enfermedades y causas de mortalidad en los distintos sectores sociales.
No es que los trabajadores de salud no vean los determinantes sociales de la salud, sino que se encuentran limitados a la hora de abordarlos ya que los males no nacen dentro de los hospitales y salitas. Y si bien desde los mismos se intenta prevenirlos y curarlo, hace falta un cambio radical de la sociedad que los genera.

Agradecemos la colaboración a trabajadores/as de: Htal. Eva Perón (ex Castex, San Martín), Htal. Municipal de Ituzaingó, Htal. Larcade (San Miguel), Htal. Paroissien (La Matanza), Htal. Álvarez (CABA), Centro de Salud partido de San Martín, Htal. Garrahan (CABA), ANMAT.

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