martes, 2 de enero de 2024

La movilización piquetera sepultó las amenazas de Milei, Bullrich y Pettovello


Las amenazas con que los ministros de Javier Milei pretendieron amedrentar al movimiento piquetero terminaron en el basurero. 

 Las amenazas con que los ministros de Javier Milei pretendieron amedrentar al movimiento piquetero terminaron en el basurero. El aspirante a dictador debió reconocer que no puede cortar los planes sociales a quienes se movilizan ejerciendo el legítimo derecho a la protesta, ni cobrarle a las organizaciones populares el costo de los operativos represivos. 
 En la víspera de la marcha del 20 de diciembre, la ministra Sandra Pettovello había extorsionado por cadena nacional a los trabajadores que reciben planes sociales, amenazando con cortar la asistencia si participaban de la movilización. El 22, el vocero Manuel Adorni sostenía que “están en proceso de identificación los manifestantes que caminaban por la calle para quitarles el plan social”. Una semana después, “allegados” a Pettovello citados por el periodista del portal A24, Mariano Obarrio, “explicaban” en off que “hubo una confusión. Las multas y quitas de planes eran para los que cortan calles y no para los que marchan”. Finalmente, y en un nuevo paso descendente hacia el abismo del ridículo, el gobierno tuvo que admitir que tampoco pueden aplicar el ahora devaluado lema con que Milei anunció el advenimiento del régimen de “las fuerzas del cielo” el día de su asunción: “El que corta no cobra”. 
 La misma suerte corrió la amenaza de cargarle a las organizaciones populares el operativo represivo. “Vamos a intimar a las organizaciones para que se hagan cargo de este gasto que no le corresponde a la ciudadanía”, sostuvo Adorni con ínfula policial, y hasta puso precio a los gastos: $60 millones. Pero, pocos días después, un allegado a Bullrich, citado por el mismo Obarrio, afirmó que “los ciudadanos pagan impuestos para que los policías trabajen de policías y brinden seguridad, no se les puede cobrar a los que marchan por las calles”, contradiciendo la voluntad gubernamental de cobrar por los operativos de seguridad y la de la propia ministra que había hecho de la idea de cobrar los operativos represivos uno de los leitmotiv de su frustrada campaña presidencial. 
 No es raro en un gobierno en el que se dice una cosa y la contraria en cuestión de minutos que, días atrás, por medio de la resolución 949/23, Bullrich hubiera instruido a las fuerzas de seguridad a “determinar los gastos en los que hayan incurrido a causa de los operativos de seguridad federales durante la marcha de la Unidad Piquetera” (elDiario.AR, 22/12/23). De hecho, fue de allí de donde salió la cifra que Adorni anunció con orgullo de cara a los cuatro vientos. 
 Por último, la promocionada línea 134, a la que el justiciero Adorni había convocado a llamar a “cada uno de los beneficiarios de planes sociales que sientan que los están amenazando, en línea con “si no van a la marcha de mañana les cortan el plan”, recibió 16 mil llamados “anónimos” que sirvieron para realizar ¡una única denuncia contra un puntero de CABA no identificado! 

 ¿Internas en el gobierno? 

Siempre según Obarrio, “Patricia Bullrich está en desacuerdo con el artículo que obliga a pedir autorización al gobierno para reuniones callejeras de más de tres personas. “Ningún policía va a detener un grupo de más de tres personas por reunirse, eso es una burrada”, señalan cerca de Bullrich. No es poco que la ministra de Seguridad, uno de los pilares de la gobernabilidad de Milei, haga trascender críticas apenas tres semanas después de la asunción. En cualquier caso, parece empezar a tomar distancia en la medida en que la política de tierra arrasada con la que el gobierno dio su puntapié inicial, y de la que ella misma es impulsora principal, parece dar signos de impotencia. 
 Al fracaso represivo hay que agregar las dificultades que comienzan a aparecer alrededor de la aprobación del DNU y la Ley Ómnibus, y la decepcionante evolución de la imagen presidencial que, según la encuesta de Zubán Córdoba publicada el viernes 29, arroja resultados que han causado preocupación en el gobierno. La imagen de Milei cayó, según la consultora, a un ritmo inédito de 1% diario desde el 10 de diciembre, y su imagen negativa es del 55,5%.
 El gobierno que parecía haber llegado para arrasar con todo empieza a sentir los efectos de un descontento movilizado que, como un prisma, refracta y agiganta el carácter improvisado del elenco gubernamental libertario. Ninguno de estos destellos de una interna existirían, sin embargo, sin la combativa movilización del 20, la seguidilla de cacerolazos posteriores y la marcha de la CGT del 27, que han ido convirtiendo en papel mojado al protocolo dictatorial de Milei y Bullrich y los anatemas contra los que salen a luchar. Es lógico entonces que lo que empieza a verse como un fracaso produzca los primeros atisbos de distanciamientos, insólitos algunos, en la medida en que hay funcionarios que pretenden, como Bullrich, distanciarse de sí mismos. 

 La importancia de la marcha del 20 de diciembre 

Es la voluntad de lucha de los miles de manifestantes del Polo, del Frente de Lucha Piquetero y del Partido Obrero, que el 20 marcharon por Diagonal Sur hasta la Plaza de Mayo desafiando a la Federal y a la desesperación de Diego Kravetz, viceministro de Seguridad de Jorge Macri, presente en el lugar de los hechos, lo que está en la raíz de esta incipiente interna. En el marco de ese operativo represivo, finalmente impotente, y como venganza, detuvieron a Héctor “papá Noel” Ganzó, militante del Polo Obrero de Esteban Echeverría, liberado 24 horas después luego de que centenares de compañeros del Polo, acompañados por Eduardo “Chiquito” Belliboni, la diputada nacional Romina Del Plá y Vanina Biasi se plantaran en la puerta de la comisaría a la que había sido llevado, conscientes de que la libertad de Héctor representaba una batalla política que no se podía rehuir. 
 Cada paso de los compañeros que marcharon por la calle mientras la policía agitaba sus bastones y gritaba “¡por la vereda!” selló con su huella combativa la suerte del protocolo antipiquetes. Si el movimiento piquetero se hubiera sometido al “amague” de Milei el protocolo se hubiera impuesto sin lucha, el plan represivo se habría consolidado y en el gobierno no aparecería fisura alguna.
 Dicho esto, y para sacar las conclusiones correctas del proceso en curso, hay que señalar que la marcha del 20 fue el producto de una orientación política que no se sometió a las amenazas de Milei, Bullrich y Pettovello, y que no se dejó arrastrar por las vacilaciones de toda una franja del movimiento popular que, primero, consideraba prematura la acción y, luego, pretendió borrar su carácter piquetero. 
 Con voluntad de hierro y con profunda comprensión del proceso político que está en curso, el Polo Obrero, el Frente de Lucha Piquetero y el Partido Obrero empujaron la marcha del 20 y arrastraron a los vacilantes y a los precavidos de siempre a una acción que abrió el camino de los cacerolazos y del proceso de movilización que, in crescendo, forzó a la CGT a lanzar el paro nacional del 24 de enero.

 Luis Brunetto

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