El cónclave de la Otan que acaba de tener lugar en Vilna, localidad situada en Lituania, ha resuelto una escalada militar mayor. El hecho de que no se haya aprobado el ingreso de Ucrania en la alianza militar en los ritmos solicitados por el gobierno de Zelensky no implica que haya un cambio en la ayuda militar y financiera. Por el contrario, la resolución plantea un apoyo en la asistencia de los países de la Otan todo el tiempo que hiciera falta. La declaración excluye cualquier salida negociada y plantea el retiro completo e incondicional de Rusia, lo que incluye no solo el Donbas sino Crimea. Esto implica una rendición incondicional de Rusia y bajo estas condiciones está a la vista que marchamos a una intensificación de las hostilidades. Las potencias de la Otan apuestan por medio de una derrota militar a infligir un duro golpe político de Putin y avanzar a un cambio de régimen bajo la tutela del imperialismo.
Ucrania, aunque no se le haya otorgado el ingreso formal, ha pasado a ser un país de la Otan tanto o más que cualquiera de los miembros de Europa del Este que ya la integran. El grado de imbricación que une Ucrania con la Otan es muy profundo, de un modo tal que la estrategia así como cada uno de los pasos que se da en la guerra se determina en los comandos de la alianza militar. Ucrania se está transformando en uno de los ejércitos más importantes y mejor equipados de Europa de modo tal que podría convertirse en un baluarte y punta de lanza de los planes del imperialismo. Hay quienes incluso vaticinan que Ucrania podría jugar en la región el rol de gendarme que ocupa Israel en Medio Oriente. Esto confirma que estamos en presencia de una guerra imperialista y termina por echar por tierra definitivamente la tesis de una guerra en defensa de la autodeterminación de Ucrania de la que se ha hecho eco una parte de la izquierda europea y mundial. El pueblo de Ucrania es utilizado como carne de cañón de los intereses de rapiña de las grandes metrópolis capitalistas.
Uno de los centros de la deliberación del cónclave giró en torno a los pasos a dar para provocar un vuelco en el conflicto en momentos en que la cacareada contraofensiva ucraniana está fracasando. Los avances son a cuentagotas y a expensas de un baño de sangre, que le está costando a Ucrania 1.000 muertes diarias. La destrucción de más del 20% del material militar de última generación suministrado a Kiev ha llevado a Biden y la Otan a decidir en Vilna el suministro de armamento más sofisticado. Ya Estados Unidos ha hecho entrega de bombas de racimo, prohibidas por varios países por los daños que dejan una vez culminada las hostilidades. Londres viene de anunciar el envío de misiles de mayor alcance que podrían impactar en territorio ruso. De conjunto, en el documento se especifican todos los pasos para acelerar la puesta en pie de la fuerza especial de 300.000 hombres, que ya se había resuelto en instancias anteriores, lo que va unido a un aumento de los presupuestos militares.
Suecia y el giro de Turquía
Un capítulo especial es que se habría logrado remover los obstáculos para la incorporación de Suecia a la Otan. Esto viene precedido por la adhesión de Finlandia. Como consecuencia, la frontera terrestre de los países miembros de la Otan con Rusia se ha duplicado de modo tal que está ubicada a menos de 150 kilómetros de San Petersburgo.
Suecia le aporta a la Otan la isla de Gotland, de enorme importancia estratégica para controlar el Báltico y una potente flota de submarinos, a lo que se agrega una poderosa industria militar sueca en la fabricación de aviones, tanques o sistemas de defensa antiaérea.
Luego de décadas de neutralidad y desmilitarización, en 2014, tras la anexión rusa de la península de Crimea, Suecia restableció el servicio militar obligatorio para hombres y mujeres, reinstauró el regimiento de Gotland e instaló un sistema de defensa antiaérea en la isla —de una extensión similar a Mallorca o Rodas—, además de enviar vehículos de combate de infantería y tanques Leopard 2. En enero de 2022, casi un millar de soldados suecos se desplazó a Gotland para reforzar la seguridad del territorio estratégico, y poco después el gobierno anunció la inversión de 1.600 millones de coronas suecas (unos 140 millones de euros) para ampliar las infraestructuras militares en la isla.
La incorporación de Gotland al territorio de la Alianza Atlántica también supondrá un evidente refuerzo para la defensa de Polonia y, especialmente, Lituania, Letonia y Estonia, los aliados más vulnerables ante un posible ataque de Rusia. La integración de Suecia en el bloque militar convertirá el Báltico prácticamente en un mar interior de la Otan, a diferencia de lo que ocurría durante la Guerra Fría, cuando gran parte de sus costas estaban en manos comunistas (Unión Soviética, Alemania Oriental y Polonia) o neutrales (Suecia y Finlandia).
Además del Báltico, la futura incorporación de Suecia —y la reciente de Finlandia— configuran un nuevo flanco de la Alianza en el Ártico, que se suma a los del este y el sur, los únicos que tuvo durante décadas en momentos en que Moscú venía emprendiendo un ambicioso refuerzo de su proyección ártica.
Importa destacar que la incorporación sueca está asociada al giro dado por Turquía, quien venía vetando el ingreso de esa nación a la Otan. Erdogan dio luz verde a la admisión de Suecia, lo que se interpreta como una aproximación hacia Occidente por parte del jefe de Estado tuco que ha venido haciendo un juego pendular y manteniendo cierta equidistancia entre ambos bandos. Ankara habría modificado su intransigencia a cambio del suministro de armamento de última generación, lo que incluye aviones modernos fabricados por las potencias occidentales y con la expectativa de que el guiño a la incorporación de Suecia facilite su ingreso a la Unión Europea, aunque las perspectivas de éxito no son demasiado alentadoras.
La decisión de Erdogan ha provocado una fuerte irritación en Moscú, con más razón si tenemos presente que Turquía ejerce un control clave en el movimiento marítimo del Mar Negro, que reviste una importancia estratégica tanto en el plano económico-comercial como militar para Rusia. Más allá del atentado contra el puente que une Rusia con Crimea, cuya autoría fue reconocida por el gobierno ucraniano, la decisión de dar por clausurado el acuerdo para la comercialización de los granos producidos en Ucrania es un tiro por elevación contra Erdogan que había oficiado de mediador y había sido el artífice de este acuerdo.
China
Pero más allá de la ofensiva contra Rusia, la declaración de Vilna plantea organizar una escalada militar profunda y global. El conflicto con Rusia forma parte de un plan de dominación mundial. No puede pasar desapercibido que a la reciente cumbre asistieron países asiáticos y de Oceanía (Japón, Corea del Sur, Australia, Nueva Zelanda), lo que representa un alineamiento político claro con la Otan, a lo que habría que agregar un compromiso de dar asistencia militar a Ucrania, en primer lugar del país nipón. Los cañones están dirigidos contra China, apuntando a reforzar la presión que Estados Unidos viene ejerciendo contra el gigante asiático y que tiene a Taiwán como un foco creciente de conflicto. El plan que está en carpeta es reproducir o extender en el Pacifico la alianza militar de la Otan. En este caso, apuntaría a cercar a China militarmente, como se viene haciendo con Rusia. No debe sorprender que en el documento se considere a China como enemigo principal y una amenaza para el orden democrático en el mundo, lo cual es una hipocresía viniendo de las grandes potencias responsables del saqueo global y que no han vacilado en invadir y promover golpes de Estado en todos los rincones de la Tierra.
Gendarme internacional y Estado policial
El documento emitido en Vilna va más lejos porque se arroga la Otan el derecho de actuar de gendarme internacional controlando el orden y la seguridad en el planeta. Basta revisar el documento de Vilna para ver que no hay región del globo que escape a la injerencia y control que se atribuye la Otan. “Oriente Próximo y África son regiones de intereses estratégicos… El Indo-Pacífico es importante para la Otan”. Lo cual, incluso, se hace extensivo al espacio exterior y al ciberespacio.
Los preparativos de la Otan incluyen la guerra nuclear. Las referencias en este plano del documento son elocuentes: “Aportaremos individual y colectivamente toda la gama de fuerzas, capacidades, planes, recursos, activos e infraestructuras necesarios para la disuasión y la defensa, incluida la lucha de alta intensidad y en diversos dominios contra competidores con armas nucleares”, afirma el documento. “En consecuencia, reforzaremos el adiestramiento y los ejercicios que simulen la dimensión convencional y, para los aliados implicados, la nuclear de una crisis o conflicto, facilitando una mayor coherencia entre los componentes convencionales y nucleares de la postura de disuasión y defensa de la Otan en todos los dominios y en todo el espectro del conflicto” (WSWS, 15/7).
Los países de la Otan se comprometieron a destinar al menos el 2 por ciento de su PBI al gasto bélico. Esto supone un rearme general que no tiene precedente desde la Segunda Guerra e integra a países como Alemania que estaban fuera de esta carrera. El documento deja abierta las puertas a un incremento superior atendiendo a las carencias existentes y las necesidades de seguridad. Esto implica un ajuste de grandes dimensiones, que pagará el pueblo y que ya está pagando como el caso de Francia con el recorte de jubilaciones y el aumento de la edad jubilatoria. Este ajuste se traduce también en la poda de salarios, programas sociales y pérdida de puestos de trabajo y diferentes formas de precarización y flexibilización laboral.
La guerra externa que promueve la Otan plantea al mismo tiempo una guerra interna, dentro de las propias fronteras. No hay posibilidad de sostener una escalada bélica si no se logra disciplinar a todas las clases sociales, en particular a los trabajadores, sometiéndolos a los dictados del Estado y a la clase capitalista. Esto refuerza las tendencias a la transformación de las democracias imperialistas en Estados policiales.
En consonancia con ello, se alude a la necesidad de “impulsar nuestra capacidad nacional y colectiva para garantizar la continuidad de la gobernanza”, “posibilitar el apoyo civil a las operaciones militares” y “promover la resiliencia de la sociedad”. El documento se refiere incluso a la posibilidad de utilizar el artículo 5 contra los opositores internos de los gobiernos —”actores no estatales”— que “atenten contra nuestras instituciones políticas, nuestras infraestructuras críticas, nuestras sociedades, nuestros sistemas democráticos, nuestras economías y la seguridad de nuestros ciudadanos” (ídem).
Llamado
La cumbre de la Otan es un retrato de la barbarie actual y de la que se viene, que es el destino que ofrece el capitalismo a los trabajadores y a la humanidad toda empujada a soportar la calamidad de la guerra y también penurias inauditas. Esto pone sobre el tapete la necesidad y la urgencia de una acción internacional de los trabajadores para poner fin a esta pesadilla. Es necesario unir la lucha contra los ajustes y brutales ataques que viene soportando el pueblo y que está abriendo paso a protestas y rebeliones en todo el mundo, a la movilización contra la guerra imperialista y los gobiernos que la sostienen.
Pablo Heller