jueves, 3 de noviembre de 2022

Massa-De Pedro: la receta brasileña de Cristina Kirchner


Es un lugar común leer que el kirchnerismo ve en la victoria de Lula el espejo de su propio futuro electoral. ¿Pero de qué se trata exactamente este espejismo?
 Los simpatizantes de Lula atribuyen su triunfo ante Bolsonaro a la integración de toda la derecha liberal a su coalición política, Brasil Esperanza –a la que adhirió también la izquierda que se agrupa en el PSOL. Esta interpretación a la medida de los interesados esconde otra cara de la misma moneda: que esa derecha, huérfana definitiva de representatividad popular, se tuvo que ocultar detrás de la figura de un exlíder sindical con capacidad todavía de hacer valer el recuerdo de su pasado.
 De acuerdo a lo que los brasileños llaman “el efecto Orloff”, que asegura que la resaca de uno de los dos países se transfiere al otro, Cristina Kirchner ha decidido emprender el mismo camino bajo el emblema “Massa Presidente”. Como lo hemos caracterizado en ediciones anteriores de Política Obrera y en varias charlas en los últimos días, la vicepresidenta imagina un triunfo electoral en octubre próximo bajo la insignia del llamado “superministro”. Massa, con visión de futuro, ya incorporó a la derecha liberal a su ministerio, su vice Gabriel Rubinstein –un notorio antikirchnerista. Anticipándose a una gestión ‘exitosa’ de Massa, que por ahora sólo prevé la Cámpora, Cristina impulsa la fórmula Massa-De Pedro, según informa Pablo de León en Clarín. La candidatura a la gobernación de Buenos Aires se presenta peleada entre Kicillof e Insaurralde, pero los fueros de senadora están reservados para CFK. Massa respondió a la oferta en forma positiva, aunque curiosa: dijo que sus aspiraciones presidenciales recién empiezan en 2027, y en seguida se pronunció por suspender las PASO, como propone Cristina Fernández. 
 Para completar la ruta seguida por Lula hace falta un paso más –una coalición con la ‘derecha liberal’, representada por JxC. Pero esto fue lo que consiguió precisamente Massa en el Congreso cuando esa derecha le votó el Presupuesto del FMI. En caso de ganar los comicios, Massa invitaría a los deshechos de JxC a un gobierno de coalición. Gerardo Morales, seguido de otra tanda de radicales, debería dar el presente –lo mismo con algunos sectores del Pro. Es lo que acaba de hacer Lula, que designó a su rival electoral, Simone Tebet, de Brasil para Todos, a asumir el ministerio de Educación, en su título de católica contraria al derecho al aborto. O lo que hará en poco tiempo más cuando anuncie a un banquero o protobanquero para Economía. Así como Lula superó el veto del ‘establishment’ brasileño al nombrar como candidato a vice al ex golpista Gerardo Alckmin, CFK supone que logrará lo mismo con el aval al ministro bendecido por los fondos internacionales. Este bloque improvisado ya inició gestiones para que no se incomode judicialmente a Cristina Kirchner a lo largo de 2023. Este ajetreo es bastante mejor que el que obtuvo Lula, que llegó a la Presidencia después de 500 días preso. 
 El llamado a una coalición capitalista fue reiteradamente reclamado por el embajador norteamericano, advertido, quizás, del derrumbe que viene sufriendo el régimen político de su propio país. La convocatoria fue retomada por el “Círculo Rojo” en la reunión empresaria de Idea. El kircherismo ha recogido el mensaje con más decisión que las llamadas ‘palomas’ del macrismo. 
 Pero como ocurre con tantas otras cosas, el “efecto Orloff” tiene también sus límites. Una reunión de FIEL, la entidad que asesora a la Unión Industrial, concluyó que “un (tipo) de cambio competitivo” sería insuficiente para corregir la crisis cambiaria: que Argentina, “para atraer inversiones (...) tiene que ser cada vez más barata” (Clarín, 3/11). O sea que se necesita una mega devaluación para deprimir aún más los salarios y las materias primas que no se exportan. “No hay margen político para el gradualismo”, sentenciaron. En Brasil, los capitalistas opinan lo mismo para su economía, pero la diferencia de grado es considerable. Como sea, las candidaturas que trafican los políticos corrientes enfrentan un viento de frente poderoso, como la prensa denomina a una imparable crisis financiera, sanitaria y militar. 
 Lo que se ven son maniobras políticas propias de un fin de régimen. Es una advertencia fundamental para los trabajadores más militantes. 

 Jorge Altamira 
 03/11/2022

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