Desde el domingo por la noche, el bolsonarismo se ha volcado a la desestabilización política de Brasil. Bolsonaro ha evitado reconocer explícitamente el triunfo de Lula en el balotaje del domingo. La desautorización de Bolsonaro de los piquetes camioneros, señalando que los bloqueos “perjudican el derecho de ir y venir” y a la economía, solo anticipó la “bienvenida” que el presidente en funciones les otorgó a las manifestaciones bolsonaristas, que desconocen los resultados electorales y reclaman la intervención federal. Las protestas se desarrollan en las puertas de los cuarteles generales del Ejército en Río de Janeiro, São Paulo, Brasilia y otras ciudades de siete Estados.
Es cierto que el imperialismo norteamericano, con Biden a la cabeza, los exponentes de las principales potencias europeas y los gobiernos latinoamericanos reconocieron el triunfo de Lula. También es cierto que Hamilton Mourão, el actual vice, que mantiene un peso importante en el Ejército, ha puesto en marcha formalmente la transición establecida por la constitución para la asunción de Lula el próximo 1° de enero. De hecho, el mismísimo Bolsonaro ha prestado su conformidad con la transición y, en el día de hoy, esta se ha puesto en marcha con la integración del vice electo Geraldo Alckmin a un organismo conjunto con Ciro Nogueira (el actual ministro de la Casa Civil de la presidencia).
¿A qué obedecen entonces estas movilizaciones bolsonaristas con consignas golpistas? No se nos puede escapar que es el propio Bolsonaro el responsable de toda esta movida. Antes del balotaje, Bolsonaro sembró dudas sobre las urnas electrónicas y denunció que los medios de comunicación y el Tribunal Superior Electoral estaban contra él. Esta campaña y el crecimiento electoral de Bolsonaro entre la primera ronda y el balotaje terminaron por darle aire a las manifestaciones bolsonaristas de corte golpistas y fachistoides.
Con lentitud se han ido levantando los cortes de ruta, que pasaron de más de 600 a unos 160. Pero las movilizaciones derechistas han sido reorientadas hacia las puertas de los cuarteles reclamando la intervención del Ejército y la “intervención federal”, que apunta a desconocer el resultado electoral que dio ganador a Lula y el Frente de la Esperanza. En San Miguel Oeste (Santa Catarina) una movilización se dirigió hacia el cuartel general con el saludo nazi. La sede del Comité de Lucha Popular en Pontal do Paraná fue objeto de un atentado en la noche del lunes. Es necesario recordar que el gobierno de Bolsonaro se apoya -como su bloque parlamentario lo indica- en la alianza del Buey (la burguesía agraria), la bala (el Ejército) y la biblia (la Iglesia Evangelista).
El golpismo no debe ser menospreciado. Incluso un fracaso de la tentativa golpista no habrá pasado en vano si no es debidamente enfrentado por una masiva y sólida movilización obrera y popular. Pues la asonada golpista habrá cumplido el cometido de condicionar todo el proceso político futuro, avanzando con mayores concesiones para la reacción política. Fue lo que se puso en evidencia en la propia campaña electoral donde el cuadro de desmovilización de los trabajadores, impuesto por la burocracia de la CUT, fue el terreno en el que se procesaron las innumerables concesiones a la derecha de parte de Lula. Lula ha hecho un mérito de su entrega de las calles a la derecha, alentando así al monstruo fascistizante.
A la movilización bolsonarista es necesario oponerle la movilización obrera y popular, para asestarle un revés decisivo al golpismo reaccionario y defender los resultados electorales. Esto no significa brindarle algún apoyo al próximo gobierno de Lula, que bajo la tutela del imperialismo norteamericano se prepara para ejecutar nuevos ajustes contra el pueblo brasileño. Se trata de desarrollar una política antagónica a la que practica hoy la CUT y las organizaciones obreras que, bajo la dirección de Lula y el PT, mantienen a los trabajadores en la completa parálisis y se limitan a saludar la “dura y firme decisión del STF (Supremo Tribunal Federal) contra el motín”.
Urge la intervención obrera y popular de masas y, junto con ello, poner en pie comités obreros de autodefensa para defender los barrios y las organizaciones obreras y aplastar a las bandas fascistas.
Pablo Giachello
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