La historia de los fracasos políticos no debería ser menospreciada: la veneración de los éxitos y la condena y el oprobio dedicados a las derrotas son características propias de los miserables. Sin embargo, esta afirmación no excluye a la necesidad de ahondar sobre las causas de los fracasos, de las derrotas. Isidoro Gilbert realizó una exhaustiva investigación sobre la historia de «La Fede», la juventud del Partido Comunista. A lo largo de 800 páginas, la biografía de una organización que nació al calor de la revolución bolchevique se tiñe, de cualquier manera, de otro tipo de miserias. Aquellas que caracterizaron a las organizaciones devotas del stalinismo. Otro tipo de miserias. Que abundan. Demasiado.
Luego del triunfo bolchevique, las juventudes socialistas de todo el mundo que saludaron a la revolución también se comenzaron a nuclear en torno a los partidos comunistas que reconocieron al primer Estado obrero de la historia. En el país, las juventudes socialistas recorrieron ese proceso, que culminó en la fundación de la Federación de Juventudes Comunistas, cuyo primer secretario general, enfrentado a Victorio Codovilla, fue Luis Koiffman. El dato no es menor: Koiffman, que se enfrentó a la dirección comunista y evolucionó hacia el trotskismo, fue borrado de la historiografía oficial del PC. Un rasgo que será el sello no sólo de ese partido en el país, sino en todo el mundo.
A lo largo de toda su historia, la Fede siguió los dictados del stalinismo. En esos vaivenes que, en los treinta determinaron su elección estratégica por el Frente Popular -y que llevó a la organización a ser una ladera de cuanto proyecto burgués existiera, hasta la actualidad (en la que el PC es soporte del kirchnerismo)-, no alcanzaron para que advirtieran el carácter del gobierno de Perón. Fueron los más conspicuos gorilas, al punto que se aliaron con el embajador yanqui Spruille Braden, los conservadores de la Sociedad Rural y los socialistas en la triste Unión Democrática. Si hasta ese momento habían logrado tener relevancia, intervenciones e incluso historias individuales de heroÍsmo obrero, nunca más la Fede se insertaría en los procesos de avanzada de la clase obrera. En 1955, luego del golpe, asistieron a la Plaza de Mayo del festejo gorila. Gilbert intenta justificar señalando que fueron «con sus propias consignas».
A fines de los sesenta sufrieron su primera gran escición organizada. Los críticos de la rigidez staliniana del partido, comandado por Codovilla, conformaron lo que posteriormente se conocería como Partido Comunista Revolucionario. Prácticamente toda la Fede adhirió a la escición. Gilbert bien señala que, en ese momento, la confusión ideológica de los rupturistas era lo que primaba. Sólo posteriormente se manifestarían como maoístas.
En marzo de 1976, los comunistas saludaron al gobierno de Videla. Caracterizaron al genocida como el ala blanda de la dictadura. La Fede, que no fue ilegalizada, prohibió a sus militantes brindar ayuda a los perseguidos. Una revista de la juventud elogiaba al gobierno de Bussi en Tucumán y le dedicaba artículos que destacaban: «El lema del gobierno: ser dueño del suelo que se pisa, de la tierra que se trabaja, de la casa que se habita». Mientras tanto, los vuelos de la muerte tiraban vivos a los militantes desaparecidos sobre la frondosa selva tucumana. Hecho que se repetía, incluso con los propios militantes de la Fede -como Floreal Avellaneda-, en todo el país. Mientras Política Obrera formaba parte del movimiento de familiares de desaparecidos -hecho destacado por el autor-, la Fede daba impulso a la institucionalista Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, junto a Alfonsín. Despreciaban las consignas de Madres y Familiares de los desaparecidos.
La llegada de la democracia marcó un giro a la izquierda que sólo implicó una valoración postiva de las acciones armadas, la reivindicación de la figura del Che, la sumisión a los dictados del castrismo y la reafirmación del Frente Popular como herramienta de construcción política. Pocos años después, la caída del muro stalinista marcó la debacle de la organización, que se comprobaría pocos años después, con el pasaje mayoritario de los militantes de la Fede al Frente Grande de Chacho Alvarez y la consecuente disolución de la juventud comunista. Sólo hace algunos años fue refundada para servir de ariete del kirchnerismo en el país, mermadas sus fuerzas a tal punto de ponerla al borde de la inexistencia política, que continua en la actualidad.
Gilbert, militante comunista durante buena parte de su vida, escribe esta investigación. Hay que remarcar que en dos oportunidades menciona a Política Obrera. Una, en relación a la condena de PO al apoyo al gobierno videlista (que Gilbert estima como una chicana), y la otra en referencia a la prensa clandestina que, en lugar de vivar al gobierno bussista, trataba de destacar la resistencia obrera a la dictadura. No son diferencias menores. Tal vez debido a esa política la UJS hoy dirija la Fuba, mientras que los restos de la juventud stalinista naufraguen en el mar de sus contradicciones políticas que la llevaron a un fracaso irremediable.
Prensa Obrera
24/09/2009
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