sábado, 6 de noviembre de 2021

Argentina, unas elecciones vestidas de gris


Restan menos de dos semanas para los comicios. Más allá de las predicciones, lo que parece seguro es que de los mismos no surgirán cambios sustanciales, sobre todo de cara a los que sobreviven con magros ingresos, amenazados por el empobrecimiento, la precarización y el desempleo. 

 La dificultad de “darlo vuelta”.

 El esfuerzo por remontar el resultado negativo de las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias por parte del oficialismo reconoce varias líneas de acción, ninguna de las cuales ofrece garantías de “dar vuelta” el sufragio ciudadano. 
 Tal vez el escenario más halagüeño asequible para el gobierno sea el de revertir la derrota en la provincia de Buenos Aires. Un triunfo en el que es de lejos el principal distrito del país, aunque conviva con una ventaja de la oposición en el plano nacional, puede dar una cierta sensación de “empate”, incluso si el Frente de Todos (FdT) consigue un número de legisladores bastante menor al que hoy tiene, lo que puede comprender la pérdida del quorum propio en el Senado. 
 Otro objetivo factible y complementario es el de evitar una repetición de la derrota en provincias en que se eligen senadores, como La Pampa y Chubut, para aventar el riesgo de perder la mayoría en el Senado.
 De las medidas propiciadas por el gobierno nacional en las últimas semanas, son varias las que sólo tienen un efecto de alivio, y más bien pasajero, de la ominosa situación de la mayoría de la población. El muy reciente establecimiento de un amplio control de precios además del efecto concreto sobre el costo de los productos para el público, tiene un saldo simbólico: El del gobierno “poniéndose firme” frente a los oligopolios que manejan la producción y comercialización de los alimentos y otros productos de consumo masivo.
 Otra consigna orientada al mediano plazo, la de la transformación de planes en “trabajo genuino” es objetable en tanto que confunde trabajo con empleo y propone mecanismos de “estímulo” para los empleadores, que siempre redundan en que termina siendo el Estado el que financia a los empresarios.
 Otro campo de acción ha sido el de la movilización de los militantes. Se dio en dos planos diferenciados. La realización de grandes manifestaciones y actos públicos fue un esfuerzo en orden a mostrar a los partidarios del gobierno ocupando el espacio público y desplegando un entusiasmo que no estuvo presente en las PASO.
 La otra línea es la de buscar el voto barrio por barrio y hasta casa por casa, en despliegue de un activismo que asimismo estuvo ausente en la campaña anterior. Se busca atraer el sufragio de quienes se abstuvieron en los comicios anteriores, con más énfasis que en los intentos de volcar hacia el FdT a quienes emitieron votos positivos por otras fuerzas. 
 Distintos actores dentro de la coalición de gobierno han hecho pie en diferentes actos públicos. Los hubo organizados por La Cámpora, por las organizaciones territoriales, por los sindicatos, por las Madres de Plaza de Mayo. El presidente Alberto Fernández fue figura central en algunos y estuvo ausente en otros. El clima es de una disputa soterrada por exhibir compromiso y capacidad de movilización.
 El aspecto mediático de la campaña electoral oficialista ha sido cubierto por una consigna, el “sí a” en procura de algunas propuestas genéricas, un poco menos ambiguas que el inocuo “la vida que queremos” de la propaganda orientada a las PASO. También se desistió de exponer detalles acerca de la vida de los candidatos. 

 La derecha atiende su juego 

 “Juntos por el Cambio” utiliza algún hallazgo discursivo como el de menospreciar bajo la carátula de “platita” cualquier acción del gobierno orientada a volcar recursos hacia el consumo popular. La línea más general es no hacer mucho ruido, mantener una imagen de concordia interna y desarrollar una campaña de apariencia sobria, basada en un eslogan que denota una crítica implícita al llamado “clientelismo”. Bajo la consigna “yo decido” se exalta de modo implícito la preeminencia de la supuesta libertad individual frente a las presiones masificadoras del peronismo. 
 Hay otro combate que se aprovecha con fines electorales por la oposición, más tiene un alcance mucho mayor. Es el de la descalificación de lo que suele llamarse “violencia mapuche”. Se trata a la disputa por tierras de esa comunidad originaria como si fuera una insurgencia violenta contra la autoridad y, más aún, una amenaza para la soberanía nacional. Incluso se deniega la pertenencia étnica, al hablar de “pseudomapuches”.
 Más allá de las connotaciones racistas, hay un objetivo más general: La defensa a ultranza de la propiedad privada y de los negocios con el territorio en particular. La acompaña un claro objetivo de criminalización de la protesta, que incluso recurre a un lenguaje propio de la dictadura, al hablar de “subversión”. Para las clases dominantes El Bolsón, Guernica y también los cortes en la avenida 9 de julio de Buenos Aires, forman parte de acciones delictivas a las que pretenden “solucionar” mediante una represión creciente.

 Nada nuevo, por ahora. 

 Por su parte el gobierno sigue en la negociación por la deuda, al parecer resignado a quedar bajo la égida del Fondo Monetario Internacional. La voluntad manifestada una y otra vez de no ponerse “de rodillas” y el propósito proclamado de no aceptar medidas de ajuste “sobre el hambre del pueblo” amenazan quedar en el terreno de los buenos deseos. Por lo menos mientras no se baraje la suspensión del pago de la deuda y las expectativas estén puestas en una disminución de las sobretasas. 
 Todo indica que la mayoría de los ciudadanos asistirán (o no) a los inminentes comicios, con similar escepticismo y desencanto que el puesto en evidencia en las primarias. Más allá del futuro resultado electoral no se avizora una salida de la crisis actual. Al menos no una que excluya una política de ajuste más dura que la que ya se experimenta. Las mujeres y hombres de a pie tienen conciencia de la sombría perspectiva que se avecina y la confianza en que las instituciones democráticas puedan aportar respuestas se debilita día a día. 
 El interrogante pendiente es cuál es el camino para avanzar en la conformación de una nueva dirigencia, independiente de los “poderes permanentes” a los que nadie vota pero que sostienen la pretensión de decidirlo todo, ante la activa complacencia de unos y la reticencia parcial e inconsecuente de otros.

 Daniel Campione | 06/11/2021

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