domingo, 22 de agosto de 2021

El diario La Nación, los gobiernos obreros y las revoluciones proletarias

Ha pasado casi una semana desde que el diario La Nación publicara un editorial en el que asegura que “la superación de la pobreza no se logrará con proyectos como el de la Comuna de París de 1871” (16/8). Es un texto extraordinario. El decano de la prensa nativa mira de frente la realidad presente del país -un 50% de pobres- y advierte acerca de la tentativa o posibilidad de “instaurar el gobierno de la clase obrera”. Dice: “El hambre y la pobreza impulsaron un movimiento insurreccional que instauró el primer gobierno de la clase obrera del mundo, la primera revolución proletaria, una sociedad sin patrones”. El autor de la opinión oficial del diario se aparta de la versión histórica de la Comuna que, desde hace 150 años, difundió sin fisuras la clase que La Nación representa, a saber, que la Comuna fue una obra de bandidos y desclasados que no aspiraban a otra cosa que a la destrucción de la civilización (“Les intelectuels contre la Commune”). 
 El editor, casi con aprobación, enumera algunas de las medidas de la Comuna como “la autogestión de las fábricas, la creación de guarderías, la remisión de alquileres y la abolición de intereses”. No menciona la elección y revocatoria de representantes, ni la determinación de los salarios de los funcionarios públicos en consonancia con los de un obrero especializado. No fue solamente el primer gobierno de la clase obrera en el mundo sino también el primer gobierno democrático de la historia. Lo que molesta por sobre todo a La Nación es que aspirara a “una sociedad sin patrones”. “Hubo que esperar más de un siglo, concluye el editor, hasta la adopción del capitalismo en China y la disolución de la Unión Soviética en 1991 para que quedase demostrado que no hay socialismo efectivo sin recursos y no hay recursos sin empresas...con patrones”. La Nación disculpa a la Comuna por no haber podido reconocer este hecho en sus 71 días de existencia, como lo hicieron, sin embargo, los patrones de la época, cuando el gobierno de Adolphe Tiers, desde Versalles, desató una represión que dejó 40 mil obreros, obreras y niños muertos, y decena de miles de detenidos. Tiempo después se erigió una Iglesia en Monmartre para homenajear a los represores – la Sacre Coeur. Lo que el editor ve en común entre el primer gobierno obrero y Argentina son los 13.865 comedores y merenderos, 25% de desocupados y 45% de trabajadores informales, o sea las condiciones para “una revolución proletaria”. Todo esto en una sociedad ‘con patrones’, como la francesa de 1871. La Nación teme una Comuna de París, por lo menos en Argentina. El primer gobierno obrero y la mayor democracia de la historia hasta aquel momento.
 La Nación entiende bien el problema cuando señala que, léase bien, “no hay socialismo efectivo sin recursos”. Admite entonces el socialismo como posibilidad histórica, sin advertir que “los recursos” son precisamente lo que deja como herencia y base el capitalismo. La economía mundial está abarrotada de recursos, que se dedican al armamentismo, las guerras, el despilfarro y la acumulación financiera. Los recursos no fueron creados “por los patrones” sino por los obreros – en el marco de una sociedad dominada por patrones. La eliminación de la envoltura patronal de la sociedad actual daría paso a una perspectiva socialista basada en sus productores reales – no en el usufructo de la producción por una minoría explotadora. Ningún marxista negaría que el capitalismo es la premisa del socialismo – el pasaje de la pre-historia de la humanidad a la historia humana efectivamente universal. El editorial de marras derrapa (¡y cómo!) cuando compara a la Comuna con la UTEP. La base social de los proyectos de trabajo comunitario de Grabois es la “sociedad de patrones”, con el añadido de convertir en patrones a los burócratas ‘sociales’ que promueven un trabajo precarizado a los trabajadores desocupados por salarios miserables. Los comuneros pretendían convertir a la industria en un gigantesco “taller nacional”; la “economía popular” preserva la propiedad privada y acantona en talleres de pico y pala a los trabajadores sin empleo. 
El editor asegura que “no habrá crecimiento solo con cooperativas, con emisión monetaria, abrazos fraternos y cantos gregorianos”; no dice que con ellos va a haber una mayor degradación social. Es el colmo, sin embargo, que se hable de “crecimiento con patrones” en un país que no crece, en términos internacionales relativos, desde la crisis de 1930. Que no crece habiendo acumulado una hipoteca de 400 mil millones de dólares, que beneficia a los ‘patrones’ nacionales, que son dueños de ella en un 40 por ciento. La economía mundial se encuentra en decrecimiento relativo y con una deuda pública mundial que es del 400 por ciento del PBI mundial. Una deuda que pagan los obreros cuando fue contraída por los ‘patrones’. 
 De acuerdo a cómo se caracterice la marcha de la economía mundial, el capitalismo en China y la disolución de la URSS serían, con toda su importancia, fases transitorias de la tendencia a la disolución de un capitalismo mundial en crisis recurrentes, más amplias y en menos tiempo. La marcha de la historia no es lineal – la crisis social y política en China y Rusia es cada vez más aguda, como ocurre con cualquier país que se ordena en torno a la acumulación capitalista. 
 Que La Nación se meta con el dilema de patrones sí patrones no, es un reconocimiento de la decadencia del capitalismo, la sociedad de patrones y de explotación del trabajo ‘libre’. Gobiernos obreros, revoluciones proletarias, autogestión de fábricas – el retorno del lenguaje de la Comuna refuta la impostura que asigna al socialismo un lugar en el pasado. 

 Jorge Altamira 
 21/08/2021

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