La definición la dejó este viernes Ernesto Sanz, en una larga e interesante entrevista con Diego Genoud, publicada en elDiarioAR. Desde el fondo del tiempo, en una suerte de remake a destiempo, el radical desentierra definiciones que parecen sacadas del más rancio positivismo.
Pero la idea y conceptualización no le corresponden solo al mendocino. Hace algunos días, en una entrevista con Alejandro Fantino, el mismo Facundo Manes se presentaba diciendo “soy médico y los médicos queremos diagnosticar y hacer tratamiento. Para mí la Argentina no tiene el tratamiento correcto”.
Hasta ahí, masticando desconfianza, uno podía sostener la atención. Sin embargo, lo que siguió fue un compendio de frases hechas: “Hay que exportar con mayor valor agregado”, “hay que sofisticar lo que se produce”, “somos potencialmente ricos”.
Atendiendo a la realidad del país, el “diagnóstico” del médico se parece al de un curandero de barrio. Con todo el respeto que se merece ese viejo oficio.
El discurso presenta las credenciales científicas de Manes como una suerte de reaseguro para tener una mirada profunda sobre el país. Sobre los saberes relacionados a la neurociencia no nos pronunciaremos aquí. Lectores y lectoras pueden hallar información en la sección Ciencia de La Izquierda Diario o en el suplemento de Ideas de Izquierda.
Sin embargo, sigamos un momento más al razonamiento de los dirigentes radicales para terminar de mensurar el nivel de chantismo que se esconde en la verborragia radical de campaña.
Hecho el “diagnóstico” pasemos a las prescripciones del médico. “Necesitamos un propósito vital”, nos dice el investigador devenido en candidato. Luego explicita el suyo: “Que los argentinos nos dejemos de pelear. Tenemos dolores comunes y heroísmos comunes”.
Evidenciando una notoria falta de originalidad, Manes repite lo que decía Mauricio Macri en 2015 y Alberto Fernández en 2019. Palabras más, palabras menos, algo así como “vengo a cerrar la grieta”.
Se confirma que estamos ante un pobrísimo relato de campaña cuando se recorre la distancia entre el “diagnóstico” (el problema de qué se exporta y que valor agregado tiene) y el “tratamiento prescripto” (“unir a los argentinos”). ¿La relación entre una cosa y la otra? Te la debo, diría un ex presidente al que Manes debe haber apoyado con su voto en 2015.
El pretendido discurso científico enseguida se fusiona con un relato ideológico que, como única novedad, implica volver al discurso alfonsinista. “El último proyecto colectivo fue la democracia. Los argentinos decidimos vivir en democracia”, dice Manes y repite el número 1983 todas las veces que Alejandro Fantino se lo permite.
Detrás de un discurso pretendidamente científico, Manes, Sanz y la UCR lo único que confirman es lo vacío de sus propuestas.
De paso, confirman una ventaja de la que goza el Frente de Todos. Con semejantes chantas en la vereda opuesta, es más fácil camuflar el ajuste que se lleva adelante al servicio de los pagos de la deuda pública.
La única grieta que vino a cerrar Manes es la del radicalismo. Los muy cercanos al PRO encontraron un lugar junto a los que habían sido más críticos. Por ahora, la “receta” funciona. Habrá que ver cuando lleguen los resultados de las urnas.
Eduardo Castilla
@castillaeduardo
Viernes 30 de julio
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