Los propios editorialistas reconocen, sin embargo, que Uruguay no tiene la posibilidad de modificar nada en el Mercosur sin el aval de sus ‘hermanos mayores’. Allí comienzan las lamentaciones, ya que Bolsonaro, si bien apoya la política de reducir aranceles y de terminar con la cláusula que obliga a que los tratados con otros países o bloques sean negociados de forma conjunta, no cuenta con condiciones internas para avanzar por ese camino. La burguesía agro-industrial carioca se rebeló, primero, contra su intento de firmar un TCL con EEUU, que hubiera significado fuertes restricciones al intercambio con China, su principal socio comercial. Luego, manifestó su apoyo al cónclave Lula-Cardoso, que emergió como una red de contención en el marco de manifestaciones de masas que reclaman que se vaya Bolsonaro, con el objetivo de encaminar la crisis hacia las elecciones del año que viene. El tándem ex presidencial se opuso taxativamente a una flexibilización del Mercosur, con el beneplácito de los industriales paulistas.
Por el lado argentino, el presidente Fernández reaccionó afirmando que “nadie se salva solo”. Con todo, su medida más drástica ‘en defensa del Mercosur’ fue cortar la transmisión oficial de las alocuciones de sus pares sudamericanos, cuyas delegaciones debieron improvisar canales paralelos para lograr la difusión de sus discursos. La ‘cumbre’ del Mercosur no logró siquiera el estatus de una reunión de zoom. Por lo bajo, el gobierno argentino, también afectado por desequilibrios económicos colosales, está negociando las condiciones de una flexibilización de los aranceles que exceptúe a determinados rubros, entre ellos el automotriz. La posición “nacional y popular” de los Fernández se reduce a la defensa de la regulación del tráfico de automotores y sus componentes, que beneficia a los pulpos de la rama mientras significa una enorme erogación para el país. Argentina oscila entre los mandatos del FMI y los acuerdos con China, fuerte proveedor de divisas para cumplir con esas mismas exigencias.
El gobierno paraguayo, otro que también estuvo cruzado en el pasado reciente por un levantamiento de masas, planteó que ‘respeta’ la posición de Uruguay pero que lo más importante es encontrar una ‘salida política’ que preserve al Mercosur (El País, 9/7), a pesar de que éste forma parte de un esquema que viene esquilmando a Paraguay, ya desde la época en que sus socios se complotaron en la Triple Alianza.
Los países del Mercosur, que jamás lograron una integración económica autónoma más allá de los papeles, se encuentran bajo la asfixia del desplome económico y social que interactúa con las nuevas cepas del Covid. En el terreno del virus, el Mercosur fue también una nulidad completa: la única articulación fueron los cierres de fronteras. Sus países buscan oxígeno en un mercado mundial fracturado, cuya alza especulativa de las materias primas, en lugar de ser un factor de desarrollo, agrava sus contradicciones internas a través del aumento de combustibles, alimentos y tarifas. Reciben las balas del fuego cruzado entre EEUU, China y Rusia, que compiten por colonizar sus recursos estratégicos y presionan para derribar las precarias regulaciones que se los impide.
Una muestra es el reciente decreto con el cual el gobierno argentino capituló a las exigencias de Pfizer. La emergencia del Covid evidenció una suerte de des-globalización mundial, en la cual las principales potencias acapararon los recursos sanitarios, desde barbijos y respiradores hasta vacunas, para luego utilizarlos como instrumentos de penetración geopolítica y lucha contra sus rivales. Biden acaba de señalar a China y a Rusia como las principales ‘amenazas’ a los intereses de EEUU, que está golpeado en su ‘patio trasero’ por el desmoronamiento de sus aliados, desde Macri y la golpista Áñez a los deshilachados Duque, Piñera y Bolsonaro. China, que primero con sus vacunas y es la principal compradora de las exportaciones de la región, busca aprovechar estas circunstancias para apropiarse de negocios estratégicos como las grandes obras de infraestructura, la Hidrovía del delta mesopotámico o la instalación de las megagranjas porcinas.
Mientras Lacalle Pou vociferaba en el ‘zoom’, en Montevideo se reunían 800 mil firmas para que haya un referéndum para derogar 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración (LUC), superando la cantidad necesaria para habilitar el plebiscito. Son más firmas que la cantidad de votos que pusieron a ‘Cuquito’ en la presidencia de Uruguay. Su base de apoyo está golpeada por los sucesivos aumentos del combustible y los alimentos y la pérdida de decenas de miles de puestos de trabajo, mientras el retorno completo a la presencialidad educativa que el gobierno impulsa es resistido por la docencia. El FMI le reclama a la coalición derechista que avance con una reforma previsional reaccionaria, que gracias a la colaboración del Frente Amplio quedó por fuera de los artículos del referéndum. Sin desmedro de eso, la conquista de las firmas fue vista como un punto de apoyo por parte de distintos sectores de la clase obrera para enfrentar la política ajustadora del gobierno. Antes de que logre firmar un TCL, Uruguay podría verse envuelto en la ola de rebeliones populares que surcan la región.
Esa sí sería una verdadera unidad latinoamericana.
Julián Asiner
13/07/2021
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