viernes, 27 de diciembre de 2019
Los dos papas: una película a medida de Francisco y el Vaticano
La película dirigida por Fernando Meirelles que se estrenó por Netflix este 20 de diciembre es un relato fantasioso sobre el traspaso de poder de Benedicto XVI a Francisco. Más allá de las majestuosas actuaciones de Anthony Hopkins y Jonathan Pryce que interpretan maravillosamente a Benedicto XVI y Francisco respectivamente (y Juan Minujín a Bergoglio joven), la película está enfocada en embellecer el proceso de traspaso de poder y la relación entre los dos Papas para venderle al espectador una imagen humanizada de quienes fueran los máximos dirigentes de una institución sumida en escándalos de abuso sexual a menores en todo el mundo y en una corrupción vergonzosa.
La cinta es una ficción escrita por Anthony McCarten, el autor de la teoría del todo, que muestra un relato mágico sobre la relación entre los dos Papas. Por un lado, el Papa conservador y moralista que decide renunciar porque llega a la conclusión de que le quedó grande el trono de San Pedro y el reformista, bueno y humilde, que preferiría quedarse en las villas de Argentina, pero no le queda otra que asumir ese rol. Los diálogos ficticios entre los dos Papas tienen el objetivo de mostrar a un Papa Francisco humilde, simple y bueno, pero también se ocupan de embellecer la figura del nazi Ratzinger.
En el marco del estallido de un III Vatiliks y de las nuevas denuncias de traslado de numerosos curas acusados de abuso a parroquias de América Latina, el relato de la película muestra a un Papa Francisco desprovisto de conocimiento acerca de estos hechos, cuando la realidad indica que él mismo ha protegido a curas acusados de abuso.
En el dialogo entre ambos Papas, éstos se confiesan uno con el otro. Benedicto XVI de ficción se muestra arrepentido por el pecado de haber hecho silencio sobre los abusos de curas pedófilos ante el enojo del Papa Francisco de ficción. Por su parte, este último confiesa estar arrepentido por no “haber hecho más” por las víctimas de la dictadura en Argentina, repitiendo acongojado que lo que hizo “no fue suficiente”. Ante esto recibe el consuelo del nazi Benedicto XVI que le confirma que él “no pudo haber hecho más de lo que hizo”. Es un diálogo que enerva a cualquiera que sepa un poco de historia y conozca el rol de complicidad de la iglesia argentina con la última dictadura y del histórico del Vaticano y sus “sedes nacionales” de apoyo y parte de las dictaduras más sangrientas del mundo. Incluso en las dictaduras actuales como la de Bolivia que cuenta con el apoyo de la iglesia católica boliviana y el silencio del Papa Francisco.
La película busca librar de pecados a los dos Papas y mostrar a dos hombres normales, humanos. La figura de Jorge Bergoglio es la que se destaca en toda la película por su humildad y benevolencia, que en el transcurso de la relación entre ambos logra “ablandar” al polaco Razinger, haciéndolo mirar futbol y comer pizza con Fanta.
Es una película hecha a medida del Vaticano y en particular de Francisco, una exoneración de los “pecados” de los máximos dirigentes de una institución destacada por sus numerosos y siniestros delitos, abusos, luchas de poder y corrupción. En definitiva, una tomada de pelo.
María Chuli
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