Donald Trump, fiel a su estilo provocador y convulsivo, irrumpió en la agenda política y económica de esta semana cuando anunció por Twitter que, en función de las devaluaciones recientes de Argentina y Brasil, había tomado la decisión de aplicar aranceles a las exportaciones de acero y aluminio.
La noticia generó mucho revuelo en ambos países, que venían hasta ahora eximidos de este tipo de impuestos en medio de la guerra comercial que protagonizan EEUU y China. No es para menos, si tenemos en cuenta que entre “las ventas de biodiésel, acero y aluminio -todas restringidas por Trump- representan más del 40% de las exportaciones argentinas a ese destino, que es el segundo socio comercial en el hemisferio después de Brasil” (Ámbito Financiero, 2/12).
El principal motivo del anuncio es golpear el acercamiento del gobierno brasilero con China, que es el principal comprador de productos brasileros y promete inversiones muy cuantiosas, ya sea en el área petrolera como de la empresa CBStleel -una compañía china que produce en el nordeste brasilero el 20% de toda la producción de acero del país.
Argentina no se baña dos veces en el mismo río
Como hemos advertido en variadas oportunidades en Prensa Obrera, contra las ilusiones incentivadas por Alberto Fernández, la situación internacional –la inminencia de una nueva recesión mundial y el agravamiento de la crisis capitalista- distan enormemente del escenario en el cual se desarrolló la presidencia de Néstor Kirchner, con una China en plena integración a la OMC y en medio de una burbuja financiera que duró hasta el estallido de 2007.
La medida de Trump atenta contra lo que el nuevo gobierno presenta como salida a la bancarrota nacional, por la vía de un incremento de las exportaciones. La perspectiva de un “milagro económico” es cada vez más lejana. Argentina está en un default que ya no puede ser escondido detrás de ningún eufemismo. El ordenamiento de toda la política económica en función de asegurar el pago de la deuda externa y cosechar una buena relación con el capital financiero es una parte importante de lo que explica el fracaso del macrismo.
Sin embargo, es posible que se trate de otra maniobra del magnate yanqui, quien ya en otras oportunidades realizó anuncios como estrategia para condicionar un futuro acuerdo o una negociación. En este caso está en juego la injerencia China en la región, un tema especialmente candente.
El lado B del tweet
El mensaje que transmitió Trump tuvo un fuerte componente de jugada en la crisis política estadounidense. A renglón seguido del anuncio tarifario, reprochó a la FED (Reserva Federal) por el “dólar fuerte” del que supuestamente se valdrían Argentina y Brasil en su provecho. Es una batalla que viene desde hace un tiempo, y la tensión entre el presidente y el banco central del país no cesa de crecer. Trump ha llegado a afirmar que la Reserva Federal le hace más daño a su país que la propia China.
Es que la guerra comercial se ha convertido desde hace un tiempo en una guerra de monedas, en la que el fortalecimiento del dólar significa una piedra en el zapato trumpeano, que puja por una baja de las tasas de interés que dispone la FED. El presidente norteamericano es muy claro cuando declara que compensa con una política fiscal (los aranceles) la supuesta inactividad en términos de política monetaria (a cargo de la FED).
Conviene tener presente la envergadura de la crisis política que se vive en Estados Unidos, donde la carrera hacia las elecciones presidenciales 2020 comenzó con la promoción de un juicio político contra el Trump, algo inédito en la historia. Los granjeros a los que él dice favorecer con subsidios en su tweet son una base política sólida, por lo cual se encuentra desplegando una batería de medidas con el objetivo de contener a un sector que puede definir su suerte.
La guerra comercial como telón de fondo de la crisis en Latinoamérica
Trump apunta sobre Brasil y Argentina para intentar disuadir a ambos países de acuerdos con China. Bolsonaro calificó como una “amenaza” lo de Trump, o sea que consideraba que la medida todavía estaba sujeta a discusión. El canciller que nombrará Alberto Fernández el viernes, Felipe Solá, dijo que era una medida que todavía podía negociarse. Lo cierto es que tanto Argentina como Brasil están acechados por una deuda externa impagable y nuestro país con una recesión muy significativa. Los márgenes de negociación se van a volver cada vez más estrechos y las condiciones que plantee el imperialismo más leoninas.
El agravamiento de la crisis mundial nos empuja a los trabajadores latinoamericanos a mirarnos en el espejo de Chile, Colombia y Ecuador. No hay salida posible a esta crisis de la mano del imperialismo y las ataduras al capital financiero, sino rompiendo con ese colonialismo político y económico y poniendo en pie gobiernos de trabajadores en toda la región.
Guido Lapa
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