El anuncio del gabinete que conformará el entrante gobierno de Alberto Fernández puso fin a la novela de rumores y especulaciones (y disputas) en torno a quién ocuparía el sillón de Economía. El designado es el académico Martín Guzmán, docente e investigador en la estadounidense Universidad de Columbia.
Guzmán carece de trayectoria previa en cargos públicos, pero esa inexperiencia es salvada –según la presentación de Fernández- por su especialización en cuestiones de deuda externa. Es un mensaje claro, dirigido a mostrar que el eje de su gestión será buscar un acuerdo de reestructuración con los acreedores y bregar porque se hagan los deberes para poder pagar esos compromisos.
Semanas atrás, el economista había captado todas las miradas atentas a estas cuestiones cuando presentó una ponencia en Ginebra sobre el problema de la deuda argentina, en el cual propuso un nuevo reperfilamiento de la totalidad de los vencimientos, para patear tanto los pagos de intereses como de capital para dentro de dos o tres años, sin quitas –es decir, reconociendo la totalidad de la deuda nominal. El acuerdo debería alcanzarse de forma exprés, con marzo del año que viene como fecha límite.
Cuando fue consultado en un programa radial sobre la recepción que esta reestructuración tendrá entre los bonistas, Guzmán parafraseó a Néstor Kirchner con su afirmación de que “los muertos no pagan deuda”, y sostuvo que para cobrar primero deberán darle aire a la economía argentina para que pueda recaudar los dólares necesarios. El atractivo de la propuesta, en realidad, radica en que evitaría quitas de capital e intereses, y reconocería el 100% del valor nominal cuando hoy los fondos buitre están comprando bonos -como el Bonar 2020- por debajo del 40% de su cotización nominal, un fenomenal negociado financiero.
Es un equilibrio difícil. Según el último informe de la Oficina de Presupuesto del Congreso, en el primer semestre del 2020 el total de los vencimientos de la deuda suma u$s44.911 millones, lo que equivale al 50% de la base monetaria. Los apetitos son grandes. A eso se suma una estimación que arroja que una renegociación de los intereses que lleve la tasa al 6% anual en dólares incrementaría la carga en u$s18.900 millones por año (La Nación, 6/12), con lo que por más que se posterguen hacia adelante los pagos el país debería crecer en forma exponencial o proceder a un feroz ajuste fiscal para cumplir esos compromisos.
Originalmente, la ponencia de Guzmán incluía una postergación de la negociación con el FMI, cuyos vencimientos empiezan a correr dentro de dos años, pero suman en los siguientes dos la friolera de u$s40.000 millones. La disposición de Trump de establecer aranceles al aluminio y el acero argentino y brasileño echa por la borda la ilusión de una reestructuración unilateral con los bonistas sin cerrar en lo inmediato un acuerdo con el Fondo, porque mete de lleno el rol del imperialismo yanqui, confirmando que la cuestión de la deuda no es un asunto contable (“problema de liquidez”) sino del sometimiento y la expoliación del país por los pulpos imperialistas. Por lo demás, los propios bonistas reclaman garantías de repago, lo que incluye un arreglo con el organismo multilateral.
Ante la consulta de los periodistas en la conferencia de prensa, Alberto Fernández aseguró que las negociaciones con el FMI “están en marcha”. Es un condicionante de toda la ingeniería propuesta por el académico, que podría en tiempo breve darse un baño de la cruda realidad de las disputas políticas y económicas, en un país colonial y quebrado. Es probable que atendiendo a esta espada de Damocles que cuelga sobre la cabeza del nuevo gobierno, Fernández haya optado por una especie de desdoblamiento de la cartera creando un Ministerio de Desarrollo Productivo para Matías Kulfas, de manera que si se quema el fusible de Guzmán no salte todo el tablero.
La perspectiva “productivista” de Kulfas, por su parte, no choca con esta subordinación de la política económica para cumplir con el capital financiero. De hecho, contrariando la demagogia sobre ‘poner plata en el bolsillo de la gente’, sostiene que “no es posible apostar a una recuperación general a partir de un shock de consumo estimulado solo con aumentos del gasto público o la recomposición del salario real”, sino que lo fundamental es establecer “una regla sencilla: a quien genere dólares genuinos se le debería asistir con financiamiento barato en moneda nacional y con plazos favorables” (TN, 6/12). No hace falta ser economista para saber que los ‘generadores de dólares’ son los pulpos petroleros, mineros y del agronegocio.
Este plan también está en sintonía con las promesas de Guillermo Nielsen para los capitales que explotan Vaca Muerta, a quienes ofrece condiciones excepcionales para girar sus ganancias al exterior, lo que en las condiciones del cepo cambiario implicaría un desdoblamiento a medida de las petroleras, que tendrán acceso preferencial a los dólares que no gozará el resto de la economía. Esta política, lejos de fomentar una mayor independencia nacional, refuerza la entrega de los recursos del país.
El otro punto con el que Nielsen busca tentar las inversiones de Chevron, ExonMobil y demás multinacionales –hoy completamente paralizadas- es barrer lisa y llanamente con el convenio colectivo de los obreros petroleros, reemplazándolo por convenios por empresa. Esta reforma laboral flexibilizadora es el otro aspecto esencial que reclaman los ‘generadores de dólares’, y ha cobrado expresión en declaraciones de la otra economista del Grupo Callao, Cecilia Todesca, nombrada vicejefa de Gabinete, quien meses atrás destacaba “el nivel de productividad de la economía argentina plantea brechas respecto del mundo bastante grandes” y que si “exageras el costo del empleo, también te pasa que las empresas deciden irse a otro lugar” (Perfil, 5/8).
Mientras tanto, el dólar contado con liquidación roza los $80 y Macri termina su mandato con una emisión cercana a los $200.000 millones. Lo márgenes de maniobra del gobierno que asume son cada vez más estrechos, y la política de volcar pesos a la circulación pueden terminar superando las previsiones del nuevo titular del Indec, Marco Lavangna, que asegura que el 2020 dejará un 40% de inflación.
El “esfuerzo” que reclamó Alberto Fernández a “todos los argentinos”, al finalizar su conferencia de prensa, apunta contra los trabajadores en beneficio de los que lucraron llevando el país a la bancarrota. Con todo, se enfrentará a partir de ahora a la prueba de los hechos. Allí transitará entre dos fuegos cruzados, las presiones del imperialismo y el capital financiero, de un lado, y del otro un movimiento obrero con férreas reservas de lucha, como se expresó en los últimos días. La recesión mundial y la guerra comercial acelerarán todas estas contradicciones.
Iván Hirsch
No hay comentarios:
Publicar un comentario