La designación de Felipe Solá como Canciller al frente del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, como parte del nuevo gabinete de ministros del próximo gobierno de Alberto Fernández, es sin duda un hecho que incita a repasar la prolífica carrera de un hombre con fuertes lazos con el capital agrario y las multinacionales yanquis, y que carga sobre sus espaldas con el peso de los asesinatos de Kosteki y Santillán. Su pasado está signado por saltos y reacomodamientos en la escena política, según los virajes de la propia burguesía.
Ganándose una reputación
Solá ocupó su primer cargo como funcionario público como ministro de Asuntos Agrarios en la Provincia de Buenos Aires, de la mano de la “renovación peronista” que con Antonio Cafiero ganó las elecciones en 1987. Pero su lealtad duró muy poco, ya que Cafiero fue derrotado en la interna del PJ por la dupla Menem-Duhalde, que se impondría luego en las elecciones generales de 1989. Solá se pasaría rápidamente de bando, siendo designado al frente de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, función que desarrollara entre los intervalos de 1989-1991 y 1993-1999.
Su gestión al frente de esta cartera fue un anticipo del papel que jugaría en adelante. Desde este lugar, autorizó el ingreso de la soja transgénica y del glifosato al país, que fue el segundo en el mundo en autorizar el uso de la soja RR, en concomitancia con la aprobación de esta en los Estados Unidos. Esto dio inicio al proceso de sojización del campo y de desplazamiento de otros cultivos, con las consecuencias que trajo aparejadas como la destrucción de los suelos y la afectación a la salud de los pueblos fumigados con los agrotóxicos de Monsanto, como el Roundup. La aprobación se dio sin más trámites que los estudios presentados por la propia empresa. Esto le permitió a Solá consolidar un fuerte vínculo con las patronales y las multinacionales del agro.
Bajo sus funciones, también se produjo un fenómeno de sobrepesca que llevó al peligro del agotamiento de recursos marítimos y de determinadas especies, contrariando las indicaciones de los organismos nacionales. Una investigación de Horacio Verbitsky calcula el precio, secreto, de esos permisos de pesca entre los 150.000 y 600.000 dólares (Pagina12, 5/4/2009).
La maldita policía y la masacre del Pueyrredon
A fines de los 90´, Solá volvió a reubicarse tomando distancia de un menemismo agotado y estrechó lazos con Eduardo Duhalde. Integró, como Vicegobernador, la fórmula encabezada por Carlos Ruckauf, que se impuso en las elecciones de 1999 en la Provincia de Buenos Aires. Con la designación del ex carapintada Aldo Rico como ministro de Seguridad, esta gestión se destacó por reivindicar la doctrina del gatillo fácil y ampliar las atribuciones de las Policía Bonaerense contra el pueblo trabajador.
La crisis del 2001 terminó con el gobierno de Ruckauf y dio paso al ascenso de Solá al cargo de Gobernador de la Provincia de Buenos Aires. A estas alturas, Solá ya era un hombre curtido en los menesteres del poder político, la represión, bajo la tutela de su superior, Eduardo Duhalde.
Su participación en la Masacre de Avellaneda, en la que fueron asesinados Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, fue parte del operativo ejecutado por el gobierno de Duhalde para intentar clausurar el proceso de movilización abierto por el Argentinazo y la irrupción del movimiento piquetero.
La brutal represión en el Puente Pueyrredon y los asesinatos contra los militantes populares fueron el resultado de un operativo conjunto de la Policía Federal, Prefectura, Gendarmería y la Policía Bonaerense, comandado por el propio Felipe Solá. La primera reacción de este ante los hechos fue señalar que “los piqueteros se mataron entre ellos”, y felicitó a las fuerzas represivas por su accionar. Más tarde cambiaría su versión para presentarse como una víctima de las desinformaciones de un sector de la Policía y de la inteligencia, tratando de hacer creer que sus órdenes habían sido actuar con “tolerancia y comprensión”.
Solá terminó su gobernación con otra responsabilidad nefasta, ya bajo el gobierno de Néstor Kirchner: la desaparición de Jorge Julio López, testigo clave del juicio contra el capo de la Bonaerense durante la dictadura, Miguel Etchecolatz. El total encubrimiento posterior evidenciaría que las fuerzas que perpetraron la segunda desaparición forzada de López eran cobijadas por el poder político. Solá incluso declaró que no iba a poner “en peligro la gobernabilidad de la fuerza”, descartando cualquier investigación a fondo sobre la propia Policía Bonaerense.
De bando en bando y de regreso al poder
Con la crisis del campo en 2008, fiel a los vínculos que supo tejer con el capital agrario, Solá rompió con el kirchnerismo rechazando la resolución 125 de retenciones móviles a las exportaciones de soja. Meses más tarde pasaría a integrarse a las filas de la alianza constituida por Francisco de Narváez y Mauricio Macri, para luego pasarse al Frente Renovador Sergio Massa.
Con la conformación del Frente de Todos, su legado como un hombre de las multinacionales, los sectores del campo y sensible a los movimientos e intereses del capital lo colocaron como un buen prospecto para la cartera de Relaciones Exteriores. Esto cuando Alberto Fernández señala su propósito de mantener buenos vínculos con los Estados Unidos como principal interlocutor de las negociaciones acerca de la deuda externa del país, incluso en medio de las fricciones con Donald Trump por los aranceles a la exportación de acero y aluminio.
En esta línea, anunciaron que la Argentina no sacará los pies del Grupo de Lima, a pesar de toda la demagogia realizada por Fernández en oportunidad de los intentos golpistas en Venezuela, el golpe en Bolivia e incluso el apoyo al Frente Amplio de Uruguay. Es en esa dirección que se inscribe también la designación de Daniel Scioli como embajador en Brasil, para aceitar la relación bilateral con otro aliado regional de Washington, Jair Bolsonaro.
En este cuadro el nuevo gobierno deberá resolver si mantiene o no la inclusión de Hezbollah dentro el listado de agrupaciones terroristas, mientras que el Estado de Israel presiona para que Fernández no modifique esta disposición.
El loteo de ministerios al interior del Frente de Todos ha dejado las Relaciones Exteriores en manos de un agente del capital internacional y del campo, muy lejano de cualquier proclama de defensa de la soberanía nacional. Solá es premiado hoy, tras haber trabajado duro para ganarse una reputación como elemento servil del establishment.
Marcelo Mache
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