domingo, 8 de diciembre de 2019
Daniel Arroyo, el ministro distribuidor de las migajas
Un asistencialismo que no alcanza para un kilo de pan
Desde el 2003 hasta el 2018, el designado ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, pasó por seis partidos políticos distintos. Un promedio de algo más de dos años por partido.
Como parte del Frente para la Victoria, fue viceministro en Desarrollo Social de la Nación desde el 2003 hasta el 2007, durante la presidencia de Néstor Kirchner y pasó a ser ministro de esa cartera en la provincia de Buenos Aires, durante la gobernación de Daniel Scioli, hasta fines del 2013.
El “defensor de la niñez pobre”, fue ministro del Scioli defensor de la dictadura militar, durante cuya gobernación reinó el gatillo fácil, desaparecieron y asesinaron a Luciano Arruga, entre muchos otros pibes pobres y cuyo gobierno mantuvo inalterada la miseria entre los sectores populares.
En el 2015 se presentó como candidato a vicegobernador de la provincia de Buenos Aires, acompañando a Felipe Solá, en el frente UNA, que llevó a Sergio Massa como candidato a Presidente.
Esto cuando Solá era un claro personero de las multinacionales y el capital agrario, cuando había sido el responsable político, como gobernador, de la brutal represión y el asesinato de Maxi Kosteki y Darío Santillán en el Puente Pueyrredón. Y quien había felicitado a las fuerzas de seguridad por su labor.
Y el futuro ministro, que se rasga las vestiduras por la situación de los pibes pobres, iba también con Massa quien, durante la campaña, criminalizaba a esos mismos pibes y proponía la baja de edad de imputabilidad a 14 años y planteaba: “quiero una ley de seguridad ampliada, para que las Fuerzas Armadas, Ejército, Fuerza Aérea y Marina, puedan bloquear la frontera, pero también entrar en los barrios más humildes”.
En el 2017, junto con Massa armaron el frente 1País, del cual participaban el derechista Alberto Asseff, el partido de Hugo Moyano, el de Luis Barrionuevo y vecinalistas de derecha. Luego, cuando Felipe Solá rompió con Massa, Arroyo se fue con su antiguo compañero de fórmula, para formar otro -Red por Argentina- el quinto de su prolífica trayectoria, para luego recalar juntos en el Frente de Todos, a la búsqueda de sendos ministerios.
Ningún pergamino
Arroyo, pese a haber pasado diez años a cargo de sendas carteras –nacional y bonaerense- de Desarrollo Social, no puede aquilatar ningún pergamino en el terreno de liquidar la miseria de los hogares obreros y populares. Cuando él se retiró del gobierno sciolista, en el 2013, la UCA relevaba una pobreza del 28% y una indigencia del 5,4 por ciento. Estos datos a nivel país, se agravaban en el conglomerado del conurbano bonaerense, tal como sucede actualmente.
Puesto ahora al frente de la cartera por el gobierno de los Fernández que asumirán el próximo martes, Arroyo anunció una política similar a la de los gobiernos K y el macrismo. Basada en el asistencialismo, pero reducida en sus montos por los compromisos de cumplir con los pagos de la deuda, está limitada a un segmento menor de los hogares obreros y populares necesitados.
De los más de 8 millones de pobres, de las cuales 3,5 millones no llegan a cubrir las comidas básicas diarias, según surge de los datos oficiales, el “primer paso del ataque al hambre” reiterado hasta el cansancio por Arroyo, llegará a solo 1,6 millones de madres de niños menores de 6 años y a referentes de merenderos o comedores populares.
Un dato no menor, pero que el futuro ministro y el futuro presidente ocultan, es cuál será el monto de la tarjeta. Varios medios publicaron versiones de que rondaría en los $4000 mensuales, es decir $133 diarios, equivalentes a un kilogramo de pan o medio de carne de un corte económico.
Pero, además, han armado una presentación para la iniciativa con un maquillado de fraseología demagógica y convocando a figuras rutilantes, porque el encargado de enfrentar el hambre y la miseria no sería el Estado, sino que se trataría de una campaña para “realizar entre todos”, lo que le quita al gobierno la responsabilidad, que pasaría a ser compartida con Marcelo Tinelli, la burocracia sindical y los empresarios responsables del brutal alza de los precios de los alimentos y demás productos de primera necesidad.
El centro en el asistencialismo, es una muestra de que no hay previsión de recuperación económica a corto y mediano plazo, ni creación de trabajo genuino, ni reducción de la desocupación. Tampoco de reducir la pobreza incrementando los salarios, para que el mínimo cubra el costo de la canasta familiar.
La contracara del asistencialismo es el Pacto Social acordado con la burocracia y el conjunto de la burguesía para liquidar paritarias y conquistas históricas de los convenios.
Nelson Marinelli
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