En su reciente gira salteña, Altamira no solo se dedicó a fustigar a nuestro compañero Claudio del Plá por los medios de comunicación, tomando prestado los argumentos del arsenal de los ideólogos del régimen oligárquico que domina la provincia. También se hizo un espacio para pronunciar el mayor elogio a la fórmula Fernández-Fernández que se haya pronunciado desde el campo de la izquierda, no digamos ya del trotskismo. Luego de preguntar retóricamente. “¿Qué significaría la derrota de Macri?” ante el auditorio de unos 60 compañeros reunidos en el “acto” de cierre de campaña electoral realizado en el local, rápidamente se autocontestó: “una victoria del kirchnerismo” (sic) traería consecuencias para toda Latinoamérica e incluso internamente en EE.UU., por su repercusión sobre el movimiento popular en Puerto Rico. Sería, dice, “un retroceso de Trump, Bolsonaro y los gobiernos derechistas”.
Haría efectivo el “sí se puede” (sic) alentando a la clase obrera y sobre todo a la brasileña a avanzar contra sus gobiernos y en especial en Brasil contra Bolsonaro. Pasando en limpio, un triunfo del kirchnerismo sería un impulsor de los movimientos de lucha en toda América porque liberaría las tendencias que anidan en los explotados. Se demostraría así que “dos que son iguales” (Macri y Fernández), por los intereses que defienden, “no son tan iguales”. Es decir que los intereses que defiende Fernández son más progresivos que los que promueve Macri, porque sólo así podría deducirse que el triunfo del primero sobre el segundo conllevaría consecuencias tan positivas como las que anticipa Altamira. Los pocos obreros presentes en la charla se habrán ido realmente confundidos. Después de semejante elogio deberían votar por la fórmula Fernández-Fernández. ¿O un paso adelante del movimiento no vale más que mil programas, como decía Marx?.
Es probable que sus defensores pretendan justificar esta deriva K afirmando que de todos modos Altamira no habló de las consecuencias positivas que tendría el triunfo de los Fernández en la Argentina. Pero es claro que no importa. Sólo una persona imbuida de un nacionalismo cegador podría ignorar que si el triunfo de los Fernández colabora con el proletariado brasileño y además impulsa la lucha nacional de Puerto Rico las repercusiones locales también deberán ser favorables a los trabajadores. En estas condiciones habría que votar no ya por los Fernández en un eventual ballotage sino en las generales de octubre, y por las dudas en las PASO.
La presentación de un triunfo de los Fernández como un disparador de la lucha latinoamericana contra la derecha deja de lado cuestiones de fondo. La primera de ellas es que confunde la ofensiva del capital con la ofensiva derechista. El error no es gratuito, porque ignora que la ofensiva capitalista también se puede llevar adelante por medio de fuerzas populistas o centroizquierdistas. Y en el caso argentino, por el peronismo. Lo que vale para Argentina, incluso, vale para el imperialismo. La burguesía yanqui está fuertemente dividida en torno a la política de Trump. La guerra comercial afecta a sectores enteros de la burguesía y a grupos económicos con peso político y económico mundial. Una derrota de Trump no equivale ni mucho menos a una derrota del imperialismo, sino al de un sector de él. Sin una acción independiente de los explotados esas derrotas solo acelerarían las tendencias al recambio, que ya están en marcha. La función del Frente de Izquierda y especialmente del PO es poner el eje en esa acción independiente, lo que en Argentina supone desarrollar la lucha por la independencia de clase para que emerja de esta crisis un proletariado con conciencia de clase, capaz de jugar un papel protagónico.
El planteamiento de Altamira refleja la presión de nacionalismo burgués sobre la izquierda revolucionaria. En su defensa podríamos decir que es una presión que afecta a buena parte de la izquierda, y no sólo a nivel nacional sino internacional. El problema de Altamira, sin embargo, es que podría enfrentar esa presión utilizando el bagaje político desarrollado por el Partido Obrero durante largos años de lucha. Si lo hiciera debería corregir drásticamente su planteo, que como mínimo es unilateral. Pero ahora vemos que la ruptura de él y su grupo con el PO no es sólo de aparato sino que tiene contornos políticos cada vez más definidos.
Si siguiese la tradición del PO, Altamira debiera resaltar que una victoria del kirchnerismo habilitaría una vía para avanzar en un ataque contra las masas. Fernández no será igual a Macri pero Alberto viene a sostener el acuerdo con el FMI con la reforma laboral, previsional e impositiva de por medio. Su elección no es casual, CFK buscó a aquel que mayores garantías dé al gran capital, incluso superando al propio Macri. En Prensa Obrera Pablo Giachello denuncia la “offshorización” de Vaca Muerta y los beneficios para las petroleras que supera en entrega hasta ahora a MM. Recientemente, el derechista Guillermo Calvo declaró que prefería un triunfo de los Fernández, porque podrían hacer el ajuste con apoyo popular.
La parte más negativa del planteo de Altamira no es ya su elogio a un eventual triunfo del kirchnerismo, sino cómo evalúa la relación entre ese triunfo y las masas. El PO se destacó contra toda la izquierda democratizante en combatir la idea de que el triunfo de las fuerzas frentepopulistas o de conciliación de clases eran positivas, porque aceleraría un proceso de ruptura con este tipo de direcciones. Al revés, mostramos que esos triunfos, en tanto eran apoyados por la izquierda, jugaban un papel de desmoralización y de neutralización del proletariado. Fue por ese motivo justamente que la izquierda se ganó el apoyo del capital. Ahora tenemos una situación similar. La función de la izquierda revolucionaria es denunciar las características capitalistas y pro-imperialistas de estas formaciones políticas, para emancipar al proletariado de la burguesía nacional. Fuera de este trabajo hablar de consignas de poder es un puro palabrerío.
En su deriva pro-nacionalista, Altamira toma prestado de un arsenal ajeno a la IV Internacional la teoría de los campos. De su exposición debiéramos concluir que hay un campo de derecha y otro nacionalista. Pero de lo que se trata de ver es si ese campo nacionalista es un canal real de las masas movilizadas o no. Hasta cierto punto lo fue en el pasado la candidatura de Evo Morales, y por eso lo llamamos a votar con nuestro programa. Pero con los Fernández no sucede eso. Al revés, prima en su bloque la tendencia a la derecha, a la unidad del peronismo de los Gioja, Manzur y cia. e incluso a desplazar a su ala izquierda. Esta derechización brutal del kirchnerismo debiera ser explotado hasta el final por todo revolucionario, pero para Altamira eso sería un electoralismo de izquierda.
No deja de ser llamativo que en las últimas semanas Altamira haya acusado al PO de hacer campaña con consignas tales como romper con el FMI, no pagar la deuda y nacionalizar la banca, cuando lo que habría que decir es que las elecciones “no sirven para nada”. Ahora, de repente, no solo sirven sino que su resultado está llamado a cambiar el panorama político continental. La falta de criterio, como se ve, es total. Cuando se trata del kirchnerismo le otorga al resultado electoral un carácter superlativo (cosa que ya hizo con el resultado en 2011 del FIT): impulsar las mayores luchas, sin referirse ni una sola vez a las organizaciones de los trabajadores, a su evolución política que se expresa en ellas. En tren de hacer hipótesis (lo de Altamira no pasa de eso porque nunca fundamenta por qué sería así y cómo se expresaría), podemos volcar otra. ¿Un triunfo del kirchnerismo no fortalecería a la política del PT, la CUT, etc. de que hay que preparar una buena intervención electoral para sacarse a Bolsonaro de encima? Es decir, “hay 2019” a la brasileña. “Nuestra hipótesis” se basa en que este papel ya lo jugó el PT y la CUT que desmoralizaron al movimiento obrero permitiendo el ascenso de Bolsonaro (e incluso el voto de los trabajadores al facho) y se niegan a enfrentar a fondo los ataques de este a pesar de que los trabajadores apostaron a la movilización y la huelga general sin esperar un triunfo electoral del kirchnerismo. (Otro tanto hicieron los portorriqueños, etc.).
“Nuestra hipótesis” recoge la experiencia de Syriza. Es evidente que Syriza no era igual a ningún otro, que era la izquierda llegando al poder. Su triunfo no potenció la revolución mundial, ni la griega, sino que sirvió para garantizar las exigencias del capital financiero a costa de la miseria del pueblo griego.
La historia está llena de ejemplos de este tipo, que son los que han dado lugar al nacimiento de nuestra corriente para luchar por la independencia política de los trabajadores. Es la lucha contra el frente popular (antesala del fascismo), con la centroizquierda, contra la colaboración de las organizaciones de masas con el llamado “mal menor”, etc. Es decir, no aislamos los análisis de las tendencias políticas de la experiencia viva de la lucha de clases.
El “Fuera Macri” como consigna central de la campaña electoral, que luego fue sustituído sin explicación mediante por el teperreano ´fuera el FMI´ (apuntemos, de paso, que a Juan Marino de la TPR esta política lo llevo de militante estudiantil del PO a candidato a diputado por el Frente para Todos de los Fernández y Massa), el planteo de “que la bases decidan” en una asamblea de votantes (no de militantes) qué hacer en caso de ballotage (declarado por Altamira en Crónica) y esta charla ahora en Salta tienen un hilo en común: es una política, como mínimo, funcional al kirchnerismo, y reafirma las tendencias electoralistas del grupo de Altamira. La ruptura de ese grupo con el Partido Obrero va adquiriendo mayor claridad para quienes fueron sorprendidos por la misma. La pregunta que queda por responder es si este nuevo giro pro-K fue avalado por su grupo, ya que este análisis y consideraciones no está presente en el texto que funda su ´fracción pública´. ¿O los militantes que la integran son convidados de piedra que se enteran por las redes sociales?
Eduardo Salas
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