De manera abrupta, confundidas con las noticias “livianas” típicas de la temporada estival, han aparecido en los últimos días informaciones vinculadas con el "descubrimiento" de trabajo esclavo tanto en factorías urbanas como en establecimientos rurales.
Para cualquier desprevenido, parecería que nadie hubiera advertido que esa práctica aberrante se multiplica como hongos en todo el país.
A propósito, ¿y el Ministerio de Trabajo de la Nación? bien, gracias. ¿No es acaso su función la de fiscalizar el cumplimiento de la ley en las relaciones laborales? ¿Cómo llevar adelante esa tarea cuando buena parte del plantel de inspectores de la repartición laboral reviste en negro o está en condición de tercerizado? Mientras el ministro Carlos Tomada está ocupado en instalar su precandidatura a jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires por el PJ, los medios de comunicación sacuden la modorra informativa del verano con estos “descubrimientos”. Puro efectismo.
El recurso no es novedoso. El 30 de marzo de 2006 seis personas de nacionalidad boliviana, cuatro chicos, una mujer y un hombre, murieron en un incendio ocurrido en un taller textil que funcionaba en el barrio porteño de Caballito. Las denuncias sobre el trabajo esclavo en la "Reina del Plata" estallaron como fuego de artificios en los grandes medios de comunicación, con la misma volatilidad que identifica a la cultura del videoclip.
La prensa hegemónica se olvidó rápidamente de la explotación y abuso perpetrado contra los trabajadores bolivianos por los aspirantes a conformar el nuevo elenco de la "burguesía nacional". Hasta que llegó el calor, los cortes de luz, la falta de billetes en los cajeros de los bancos y otras menudencias que sobrevuelan el primer mes de este 2011.
Ahora bien, que el tema haya desaparecido de los multimedios por muchísimo tiempo no significa que se haya erradicado el trabajo esclavo. Por el contrario. El vicepresidente de la UIA, Ignacio de Mendiguren, admitió hace un par de años durante una reunión de textiles con funcionarios del Ministerio de Economía y la viceministro de Trabajo, Noemí Rial, que la informalidad laboral en ese sector industrial alcanza el 78%.
Quien fuera uno de los abanderados y principal beneficiario del proceso de devaluación de la economía después de la crisis del 2001, se sentó frente a los funcionarios responsables de velar por el cumplimiento de las leyes y, sin ponerse colorado, confesó que su sector las viola con total impunidad.
Los Capitanes de la Industria tienen coronita. Parece que evadir impuestos, tener trabajadores en negro, en algunos casos reducidos a la servidumbre y esclavitud, y victimas de trata y tráfico de personas, no contar con las condiciones de higiene y seguridad, etcétera, no es un delito en el sector de la indumentaria porque ningún funcionario público se asombró.
Más aún, Rial les prometió a los empresarios presentar una normativa que modifique integralmente la actual Ley de Trabajo a Domicilio que data de 1945 que está elaborando junto a dos técnicas del Banco Mundial. Es decir que no sólo no los investiga por sus delitos, sino que les promete cambiar la ley que ellos abiertamente dicen infrigir.
La precarización y flexibilización laboral, la tercerización de servicios, el trabajo en negro, los contratos basura y la falta de libertad y democracia sindical son los instrumentos que permiten seguir funcionando al capitalismo prebendario que devenga una tasa de rentabilidad empresaria sin parangón en el mundo occidental y cristiano.
Juan Carlos Giuliani, Secretario de Relaciones Institucionales de la CTA; Secretario General de la Federación de Trabajadores de la Cultura y la Comunicación (FETRACCOM-CTA).
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