sábado, 29 de enero de 2011

Aprender de la historia


En mi última contratapa expresé mi enorme tristeza por lo que acababa de hacer la Legislatura de Córdoba: quitar el nombre de Agustín Tosco a una avenida, a pesar de que ese nombre había sido votado meses atrás por la totalidad de los representantes de la ciudad de Córdoba. De inmediato me llegaron una cantidad de adhesiones a mi propuesta de no llevar a cabo esa medida de la Legislatura y que esa calle ancha llevara siempre el nombre de ese cordobés modelo del pueblo: Agustín Tosco. Por supuesto, los primeros de esos apoyos fueron del padre de nuestros ferrocarriles, el ferroviario e historiador Juan Carlos Cena, y de docentes de la universidad neuquina, encabezados por Edgardo Datri. La mano abierta del coraje civil y la generosidad ciudadana.
Pero no me llegó ninguna respuesta de los responsables que tomaron esa medida: la mudez, el mirar para otro lado, el “no lo leí”. Cuando el debate es el que crea las bases democráticas de la opinión. En una verdadera democracia no hay que tenerle miedo a la discusión: el escuchar la opinión de los otros. Lo desafié al diputado Passerini –impulsor de que la medida se tomara sobre tablas, evidentemente para evitar que se iniciara un debate de todo el pueblo– a un encuentro público en Córdoba para hablar sobre la figura de Agustín Tosco y el porqué la Legislatura se había basado en un argumento tan burocrático para modificar el nombre de esa avenida. El legislador Passerini no me respondió. Tampoco ninguno de los representantes de la Legislatura se dio por aludido. Pasó a ser aquello de: “sobre eso no se habla”.
En este sentido le propongo nuevamente al legislador Passerini el debate público, con historiadores que hayan estudiado a fondo el tema del Cordobazo y la conducta de Tosco en toda esa época, su prisión en las dictaduras militares y su persecución indigna por las Tres A. Y le repito al legislador Passerini que siempre, siempre, en la Historia triunfa finalmente la Etica. Le pongo por ejemplo lo que ocurrió con la represión de las huelgas patagónicas de los años ’21 y ’22. Pasaron noventa años de los fusilamientos de peones rurales.
El fusilador teniente coronel Varela hasta hace poco tenía una sola placa en su tumba que decía: “La comunidad británica de Santa Cruz al teniente coronel Varela que supo cumplir con su deber”. Es decir, el homenaje de los estancieros latifundistas. En cambio los héroes obreros tienen todos un recordatorio público: el gaucho Facón Grande tiene un monumento en Jaramillo –donde fue fusilado–, el “gallego” Outerello, en Puerto Santa Cruz; Albino Argüelles, en San Julián; Antonio Soto tiene dos calles con su nombre. Y las tumbas masivas de los peones huelguistas están todas marcadas y con esculturas. En cambio de los represores, nada, el silencio avergonzado.
Espero que ésta sea la ocasión para que en las universidades argentinas, especialmente en Historia, Sociología y Politología, se tome este tema de Tosco como asunto de debate. Igual que en el último año de la educación secundaria. Así se aprende la historia para no caer más en las tragedias que hemos vivido con tantas dictaduras militares. Que las organizaciones obreras en sus sesiones culturales pongan este tema en discusión, lo mismo que los partidos políticos y las organizaciones culturales ciudadanas.
Le señalo al diputado Passerini que los gestos de nobleza son finalmente reconocidos. Y un gesto de nobleza suyo sería reconocer que se ha equivocado y pida que se debata a fondo otra vez el tema en la Legislatura cordobesa. Y sería un acto democrático que esa Legislatura también reconozca su error y ratifique lo aprobado por el Concejo Deliberante de la ciudad de Córdoba: devolverle el nombre de ese auténtico héroe del pueblo cordobés a una avenida que se abre en sus calles. Espero, pues, la aceptación del diputado Passerini del debate público.
Otro de los problemas argentinos que hay que resolver con dignidad y grandeza es el que se ha suscitado con los Qom –los tobas– de La Primavera. Son problemas que no se pueden pasar por alto. Aunque tal vez resulten difíciles no hay que rehuirles y encontrar la solución. Y con esto no me refiero en particular a ningún partido político ya que todos tienen que unirse en este aspecto. Hay que respetar –como principio fundamental– las tierras de las comunidades indígenas. O en caso de fuerza mayor, por necesidades sociales, procurar que esas comunidades reciban en cambio tierras del mismo valor y superficie. No podemos continuar con el sistema del garrote, la bala, o el desalojo por la fuerza. Lo único que vale aquí es el diálogo, la solución por encima de todo como filosofía política para este tema. Estamos en Latinoamérica, somos latinoamericanos. Lo dice el porcentaje mestizo de nuestra población, mayoría notable según los últimos estudios antropológicos. Entonces, manejarnos con respeto hacia esas culturas no es otra cosa que reconocer sus derechos a la existencia y a sus formas de vida. No a la separación, el aislamiento, el trato a las llamadas “minorías” como si ellos fueran los que invadieron “nuestra tierra”. No poner como máxima cláusula de la filosofía de la vida el título de propiedad sino el diálogo y el estudio del derecho a la vida en un lugar donde se ha habitado desde hace incontables generaciones. Hasta me permitiría sugerir que el tema de la tierra donde están asentados los pueblos originarios sea tratado por un consejo de sabios, instruidos en la historia, la ética, el derecho a la existencia y la diversidad cultural. Y no sujeto al comprador que ofrece dólares y ni siquiera conoce la región.
Los Qom desalojados están en el centro de nuestra ciudad, allí en la 9 de Julio y Avenida de Mayo. Los conozco. Desde estas distancias invito a todos los argentinos a que vayan a conversar con ellos. Encontrarán algo nuevo en ese diálogo. Otra cultura, nada violenta, como ha escrito el historiador Marcelo Valko después de visitarlos: “Los Qom de La Primavera, en la carpa que instalaron en la Avenida de Mayo y la 9 de Julio hablan de la Luna, de la mandioca, de recetas medicinales en base a plantas. No quieren estar en Buenos Aires y les molestan los autos ‘que no paran nunca’. Les molesta el ruido, desean regresar a su tierra”.
Los demás pueblos originarios están mostrando su solidaridad con los Qom. Llegan ya los wichís, y continuarán llegando al corazón de Buenos Aires pueblos originarios de todas partes del país, que van a ver por primera vez en lugar de bosques, bloques de cemento, y en lugar de escuchar trinos de mil aves distintas, el ruido de motores.
No les quitemos las tierras donde han vivido desde hace miles de años. Dialogar con ellos. Ellos también tienen derecho a vivir de acuerdo a cómo interpretan el equilibrio que debe tener la naturaleza. Los que traemos los principios de la llamada civilización europea no hemos dado un gran ejemplo. Los problemas no se solucionan ni con la represión ni con la bomba atómica ni con un millón de dólares sobre la mesa.
Y vayamos de nuestro suelo a esta Europa. Aquí en Alemania se han suscitado problemas políticos que mantienen al pueblo germano ante la pantalla televisiva. Problemas con las tropas enviadas a Afganistán, una misión muy discutida, y también con los hechos ocurridos en la fragata de la marina de guerra “Gorch Fock”.
Pero estos hechos pronto perderán actualidad. En cambio, lo que está en permanente actualidad en Alemania es la decadencia de la Iglesia Católica. El problema del abuso sexual de niños y adolescentes en establecimientos educacionales católicos que últimamente ha quedado al descubierto en casi todos los países europeos que practican esa religión ha calado hondo en Alemania donde se iniciaron investigaciones a fondo. Los hechos han ocasionado el abandono de la religión católica por miles de fieles. Y la crítica abierta a la actitud de ciertos obispos y otros dignatarios. Un ejemplo: el del colegio Canisius, de los jesuitas. Allí las investigaciones ubicaron en doscientos el número de alumnos que fueron víctimas de violencia sexual por parte de los religiosos. La semana pasada la congregación jesuita reconoció los delitos y propuso el pago de cinco mil euros para cada víctima. Los abogados de las víctimas reaccionaron de inmediato exigiendo la suma de 80.000 euros por cada alumno damnificado. Los jesuitas contestaron que comprendían que con el dinero que ellos ofrecían o que exigían las víctimas no se iba a reparar el daño hecho pero que se comprendiera la situación actual de crisis de la Iglesia. En ese sentido la crisis económica de la Iglesia Católica con más poder en sus finanzas de toda la grey mundial es tal que sigue la venta de templos y de monasterios en toda Alemania. Por ejemplo, ahora se ha puesto en venta el convento de los benedictinos, de Sieburg, que ya tiene 946 años de vida. Algunos han sugerido que lo compre la ciudad para constituir allí un “centro espiritual” no religioso, en el cual tengan participación todas las inquietudes filosóficas con interés en participar. Pero es posible que sea vendida a una cadena de hoteles o a una firma dedicada a la atención del cuerpo, ejercicios físicos y toda clase de cuidados de la belleza. También está en venta el convento de Bornheim, centro histórico de los monjes dominicos. Ya se sabe que pasará a ser un restaurante de lujo, comprado en dos millones de euros.
Pero lo peor para el catolicismo es la polémica interna que se ha iniciado. La grey católica exige cambios en la organización de toda la Iglesia. Por ejemplo, la terminación del principio de la castidad para los sacerdotes y monjas y que se permita ser curas a hombres casados. Consideran que esto es fundamental para el futuro de esa religión, y que se dé más participación a los civiles en las determinaciones eclesiásticas terminando con el autoritarismo del Papa y los obispos.
Sin duda alguna comienzan nuevos tiempos de cambio en instituciones creadas por el ser humano. En esta nueva acción hay mucho de racionalismo, sin duda, y el aprender de experiencias. Ojalá que triunfe lo racional en base al aprendizaje histórico del ser humano, que sepa corregir y aprender de una historia plena de guerras, de egoísmos y de violencias.

Osvaldo Bayer

Desde Bonn, Alemania

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