lunes, 24 de enero de 2011

Extranjerización de la economía argentina


Los números que muestra la última Encuesta Nacional de Grandes Empresas que elabora el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), determinan que de las 500 compañías que más producen en Argentina y que representan, nada menos, que un cuarto del PIB nacional, el 68 por ciento posee participación de capital extranjero. Son en total 338 compañías.
Así, crece el giro de divisas al exterior en forma de utilidades, dividendos e intereses.
Muy particularmente en la década del 70 en el ámbito local se daba un debate que dominaba la enorme mayoría de las polémicas políticas y económicas de entonces. Este, centro de un duro enfrentamiento ideológico, se resumía en una frase: “¿Liberación o dependencia?”.
Si nos atenemos a estos números, queda claro que la profunda extranjerización de la economía local representa un problema estructural de desarrollo.Las cifras muestran una fuerte penetración del capital extranjero en la economía local. Esta desnacionalización del aparato productivo se encuentra directamente relacionada a la historia política: la extranjerización del capital se aceleró durante las gestiones neoliberales de la dictadura iniciada en 1976 y durante la década del 90, períodos en los que se creó un marco institucional favorable que todavía está en pie.
Entendidos en la materia señalan que este proceso de extranjerización se dinamizó a través de dos vías clave: las privatizaciones y el endeudamiento público.
Al respecto, el prestigioso economista Aldo Ferrer, conocido por sus posiciones a favor de la defensa de los intereses nacionales, afirma lo siguiente: “El mercado interno absorbe más del 80% de la producción argentina, 9 de cada 10 trabajadores argentinos trabajan para otros argentinos, más del 90% de la acumulación de capital se sigue financiando con ahorro interno; además los caminos, las casas, las fábricas, los tractores que compramos, los compramos básicamente con el propio ahorro que vamos generando los argentinos; si volvemos a recuperar la imagen de un país que tiene recursos, que tiene un mercado, que tiene posibilidades, y la política se reorienta a movilizar ese mercado interno y ese potencial, el rumbo puede cambiar. Eso si, nada se modificará si impera una visión fundamentalista de la globalización según la cual lo único que se puede hacer son políticas complacientes para los mercados” (diario Clarín, 24/04/2010).

Excelente punto de vista.

Insertos como estamos en el fenómeno globalizador de ninguna manera podemos prescindir de las inversiones o capitales foráneas. En este presente se impone adoptar un criterio pragmático para resolver estas cuestiones, y escapar de esas anquilosadas disputas ideológicas que no aportan demasiado a la clarificación de cuestiones concretas y objetivas. Pero esto no quita que siempre se debe privilegiar el alcance de lo propio y con la mirada puesta en el objetivo supremo que, no es otro, que lograr el desarrollo nacional en base a producción genuina.
Un informe especial sobre este tema publicado por el suplemento Cash del diario Página 12 afirma que “Argentina produce más de lo que gasta y financia, con remesas y fuga, las utilidades obtenidas por compañías multinacionales. Sin embargo, está endeudada y la mayoría de sus principales empresas son propiedad de extranjeros. Según destacan los economistas Andrés Asiain y Agustín Crivelli, la paradoja se resuelve cuando nos damos cuenta de que por cada dólar que entró en términos de inversiones extranjeras,salieron mayor cantidad de divisas a causa de la fuga de capitales, los pagos de intereses y las utilidades remitidas por las empresas multinacionales”.
Aquí queda expuesta la contradicción: si Argentina cuenta con un alto nivel productivo, sustentado éste en recursos propios, ¿Por qué lo que debiera ser una buena noticia como es que existan inversiones provenientes de otras latitudes, que arriesgan sus capitales aquí, termina convirtiéndose en un elemento negativo porque el drenaje de salida de dinero es superior al ingreso?
Como opina Aldo Ferrer, solamente la política puede resolver esta paradoja económica. Es la que debe establecer el orden de prioridades, es, en definitiva, la que determinará, por caso, si nuestro país avanza hacia un modelo fuertemente productivo o privilegia el universo financiero o basado en los servicios. Siempre la política termina decidiendo lo que ocurre y ocurrirá en la economía.

Osvaldo Rufino

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