domingo, 23 de enero de 2011

Rally Dakar


Un espectáculo inofensivo

La justificación de la muerte como una consecuencia -dolorosa quizá- del deporte y del capital que éste moviliza. El tratamiento mediático del “accidente” en el que perdió la vida Marcelo Reales, un poblador “desprevenido” de Tinogasta, al ser impactado de frente por un corredor del rally Dakar. El neo-colonialismo y la exportación del perjuicio ambiental. Un poco de historia y el reparto de responsabilidades.
¿Qué pasa sí uno decidiera aislarse y no prestar atención a la espectacularización de la realidad que construye la industria cultural, con los medios de información a la cabeza? ¿Qué si se decide llevar una vida distinta alejada de la urbanización, en la tranquilidad de valles y viñedos?. O peor aún, si no es una elección, ¿qué si simplemente se está condenado a vivir en la Exclusión e incomunicación en territorios aislados trabajando en él único empleo que se ha aprendido?.
El Rally Dakar es una carrera de resistencia por etapas de dos semanas de duración que se lleva a cabo los primeros días de Enero, desde 1979. (excepto en 2008 que se suspendió). Participan diferentes tipos de vehículos: motocicletas, cuatriciclos, autos y camiones. Los que no estamos particularmente interesados por “los fierros” y vivimos en estas zonas del mundo, todo esto lo aprendimos en 2009 cuando la carrera se trasladó de África a Latinoamérica. Las razones oficiales: mayor infraestructura y geografía más apropiada. Las razones no explicitadas: conflictos políticos, protestas sociales, boicots y carreteras bloqueadas. Para las poblaciones africanas condenadas al olvido, tener a la prensa de todo el mundo documentando sus territorios era la oportunidad de aumentar las fuerzas de sus reclamos, amplificarlos. ¿Como no hacerlo sí el único momento en que la atención global se posaba en esos “desiertos” era una carrera que devastaba todo a su paso sin discriminar flora, fauna o humanidad?
La Gaceta en su edición de ayer dedicó 34 palabras en tapa a la muerte de Marcelo Reales, un poblador desprevenido de Tinogasta que fue impactado de frente por el corredor Eduardo Amor. El piloto bonaerense atravesaba un tramo de “enlace” (fuera de competencia) y aparentemente se durmió e impacto contra el rastrojero del poblador.
Resultado: Amor ileso, Reales muerto.
Unos datos a considerar son que el “accidente” fue publicado en la sección “deportes” y se le concede exactamente media página impar; la otra mitad es publicidad del “suplemento oficial Dakar 2011” del diario en cuestión. No hay mención alguna al hecho en la sección “policiales”, donde gustan ubicar los acontecimientos sangrientos que venden pero que deben considerarse aberrantes. No son datos menores; de esto se deduce que la muerte de Reales fue una consecuencia -dolorosa quizá- pero justificada por la magnitud y la importancia de una carrera de estas características.
Amor quedó “detenido y a disposición de la justicia”. Esto hace suponer qué, sí existe responsabilidad alguna, en todo caso es la individual de este piloto en concreto.
Pero con un poco de historia advertimos fácilmente que la tendencia es de 0, 68 muertos civiles por carrera. 22 muertos en 32 ediciones entre espectadores, periodistas y pobladores. La mayoría niños. Otros 38 muertos eran pilotos, co-pilotos y personal técnico.
A eso es necesario sumar el impacto ambiental (erosión, contaminación auditiva, basura, flora y fauna dañada) y social en territorios no preparados para la invasión de tal multitud. Muchos tramos son tierras ancestrales de los pueblos originarios de América a quienes nunca se consultó a la hora de importar esta competencia colonialista al país (como tampoco importaron sus opiniones a la hora de crearlo).
Lo cierto es que no sé si Marcelo Reales estaba al tanto de que el Dakar pasaría por donde él estaba. No sé si el no consumía la producción mediática de realidad porque tenia suficiente con su realidad o por una decisión deliberada. Tal vez no tenía alternativa y debía llegar a los viñedos a trabajar o quizá consideró injusto el bloqueo de los caminos vecinales para una actividad inservible y egoísta y decidió desafiar al peligro. Cualquiera sea la opción, Marcelo Reales no es víctima exclusivamente del piloto bonaerense. Es víctima de todos los que permitieron ese despliegue de irracionalidad y neo-colonialismo camuflado. Despliegue que, por otro lado, no sería posible en el “primer mundo” de donde provienen todas las empresas y la mayoría de los pilotos que compiten. Es víctima de nuestros gobernantes que hicieron oídos sordos ante el ridículo espectáculo, cuando no lobby a su favor. Por último, también es víctima de todos los que legitiman este tipo de eventos consumiéndolos.

Contrapunto

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