Prigozhin ayer denunció que las FFAA rusas bombardearon uno de los campamentos de retaguardia en Donetsk usados por sus mercenarios, matando a varios de ellos. A esa denuncia agregó material fílmico que fue fraguado, como se demostró más tarde. El Ministerio de Defensa ruso negó la versión y la calificó como una provocación, al mismo tiempo que se anunciaba el inicio de una investigación penal contra el líder de los mercenarios por su llamado armado a la sedición. El jefe de los mercenarios además anunció que en respuesta al supuesto ataque, su fuerza de 25 mil hombres -que incluye una buena dotación de ex convictos- iba a realizar una “Marcha por la Justicia” en Rusia y avanzar hasta conseguir la renuncia de la plana mayor del Ministerio de Seguridad, el ministro Shoigu y el Jefe de Estado Mayor y comandante conjunto de las fuerzas operando en Ucrania, Valerii Gerasimov. Inmediatamente, varias columnas de vehículos civiles y militares llenos de mercenarios armados hasta los dientes con Prigozhin a la cabeza cruzaron la frontera de Lugansk con rumbo a la cercana ciudad de Rostov en el Don, la cual ocuparon sin enfrentamientos con las fuerzas de seguridad. Allí es donde se encuentra el cuartel general del Distrito Militar Sur, que también ocuparon aunque sin obstaculizar las tareas relacionadas a la guerra en Ucrania.
Paralelamente otras columnas siguieron camino por las rutas hacia el norte en dirección de Moscú hacia otras ciudades y puntos neurálgicos del tráfico, mezclándose con los automovilistas civiles que se desplazan a diario. Lo rápido y coordinado de los movimientos revela que se trató de una operación minuciosamente planificada con mucho tiempo de antelación.
Previamente, desde que los primeros audios de Prigozhin empezaron a circular, las autoridades rusas comenzaron a movilizar a sus fuerzas de seguridad paramilitares (Rosgvardia) y cuerpos de policía de élite, que fueron formando cordones y retenes de tránsito en varias alturas de las rutas que llevan a Moscú, los accesos de la ciudad y sus edificios públicos. Hay reportes un tanto dudosos de enfrentamientos entre grupos de Wagner y helicópteros del Ejército.
Quizás en contra de lo que Prigozhin pronosticaba, todo el arco político así como las estructuras militares y de seguridad cerraron filas en torno a Putin, quien a primera hora de la mañana calificó el movimiento de Prigozhin como una traición y una cuchillada por la espalda, trazando paralelos forzados con los eventos de la Revolución Rusa. Absolutamente nadie de la plana mayor del gobierno ruso salió en apoyo del putsch de los mercenarios, a excepción de algún conocido oligarca anti putinista exiliado y las unidades militares rusas pro ucranianas comandadas por Kiev.
Hacia finales del día, desde los canales de Lukashenko, presidente de Bielorrusia, se declaró que por su mediación se llegó a un acuerdo entre Putin y Prigozhin, más tarde confirmado y explicado en algunos aspectos por el vocero del Kremlin, Dimitri Peskov. Sin que se que se produjera un choque armado de importancia entre los mercenarios y las fuerzas de seguridad, Prigozhin aceptó retirar a todas sus fuerzas de nuevo a sus bases en Lugansk a cambio de la suspensión de todas las investigaciones contra él e inmunidad para sus empleados que formaron parte del putsch. Además, Wagner pasará a formalizar su sometimiento a la jerarquía del Ministerio de Seguridad, que es a lo que Prigozhin se vino negando sistemáticamente por meses. Asimismo, los empleados de Wagner que así lo deseen, pueden firmar contratos inmediatamente con el ministerio (varios comandantes destacados de Wagner ya lo venían haciendo en las últimas semanas). Prigozhin no será detenido ni juzgado pero deberá pasar el resto de sus días exiliado en Bielorrusia.
¿Sólo una disputa personal?
A esta altura parece poco creíble que la explosión de esta crisis se deba únicamente a una disputa entre Prigozhin y el dúo Shoigu-Gerasimov acerca de dónde está colocado Wagner en relación a la cadena de mando.
Si hay algo fuera de todas dudas es que Prigozhin no es ningún idiota. Es un hombre astuto que se las ha arreglado para escalar desde las calles hasta los pasillos del poder en Rusia montando una variedad de negocios y acuerdos con fondos públicos. Él tenía que saber muy bien que ser jefe de Wagner por sí mismo no le otorgaba las condiciones para dar un golpe de estado exitoso. Necesariamente tiene que haber un grupo de intereses más que por ahora desconocemos y seguramente le había hecho al mercenario algún tipo de promesa que finalmente no cumplió. No es demasiado descabellado considerar que algún servicio de inteligencia occidental pueda haber llegado a algún tipo de acuerdo con Prigozhin, todos trabajan como nunca para penetrar al aparato estatal ruso. La CIA, sin ningún tipo de pudor, hace circular publicidades por las redes sociales rusas para reclutar agentes. Las clases dirigentes rusas se encuentran como nunca antes bajo una presión constante del imperialismo, que nunca ha ocultado sus intenciones de llevar la guerra hasta Moscú, para romper filas con Putin.
Los comunicados emitidos por Prigozhin en las horas preparativas de la aventura también dan mucha tela para cortar. El mercenario durante muchos meses fue crítico de la conducción de la guerra pero desde el lado de los duros, pues sostiene que hace mucho tiempo la dirigencia rusa debería haber puesto al país en pie de guerra, movilizado millones de hombres y maximizar los recursos orientados a la producción militar. No obstante ayer Prigozhin alteró su discurso y sostuvo que Putin habría sido manipulado por Shoigu para ir a la guerra, este último en connivencia con los intereses de los oligarcas. La guerra contra Ucrania, de acuerdo a esta nueva versión de Shoigu, no tendría nada que ver con la “desnazificación” o la defensa de Rusia contra la OTAN, como actualmente relata el discurso oficial, sino que tendría como propósito permitir que la oligarquía rusa rapiñe totalmente al país vecino. De manera incoherente, seguidamente a esta caracterización, Prigozhin aseguraba que después de “limpiar de basura” al Ministerio de Defensa, Wagner volvería a Ucrania para continuar con operaciones de combate.
Wagnerismo sin Prigozhin
La velocidad del ascenso meteórico de Prigozhin en la política rusa sólo puede ser comparable a la de su caída en desgracia. Durante muchos años Prigozhin dirigió a la compañía mercenaria desde las sombras. Nunca concedió una entrevista ni habló frente a cámaras sino hasta pasados varios meses del comienzo de la guerra.
Prigozhin y Wagner son un producto doble del capitalismo en Rusia. Primero son un producto del ´capitalismo de amigos´, armado a la medida de la oligarquía surgida del parasitismo de la propiedad estatal de origen soviético y que se alimenta a diario desde entonces con los fondos públicos del nuevo estado ruso.
Pero también son producto de la descomposición del ejército soviético y la caótica formación del nuevo ejército ruso. Esto es parte de una tendencia mundial que se observa desde el fin de la Guerra Fría, en el avance de la privatización de asuntos militares. El involucramiento de Wagner en la guerra de Ucrania (inicialmente como un recurso de emergencia cuando se hizo evidente que el plan ruso original había fracasado) y su crecimiento hasta convertirse en un verdadero ejército paralelo, que a la postre termina derrotando por primera vez en la historia contemporánea a fuerzas regulares en Bajmut son un hito alarmante de este proceso, coronado por el alzamiento de este ejército privado contra el poder público.
El exilio de Prigozhin y la subsunción de Wagner al Ministerio de Defensa son las medidas que toma la burocracia estatal, consciente del problema que acarrea no tener más el monopolio efectivo de la violencia. Es imposible predecir el alcance que tendrá la crisis que se ha abierto entre las filas rusas.
Leib Erlej
25/06/2023
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