Cristina Kirchner abandonó un silencio de casi un mes para responsabilizar a Alberto Fernández por dividir al FdT -rebautizado UxP- con la incitación a la candidatura de Daniel Scioli a las PASO, y descalificar a Anibal Fernández por haber amenazado con llevar la disputa por esas PASO a la Justicia – “el partido judicial”. El problema es que ella misma se ha ahorrado el trabajo de definir a quién prefiere como candidato único de la Interna. Lo que pretendía, entonces, era nada menos que un cheque en blanco, con el peligro de llevar a una ruptura sin vueltas del oficialismo. Pero ese cheque en blanco no tiene fondos, porque lo que condiciona una decisión de la vice es la crisis con el FMI y el temor a una corrida cambiaria. Las razones del mutismo nada tienen que ver con la interna del rebautizado FdT, ahora convertido en UxP, sino con el FMI. El cambio de nombre, por otro lado, desliga al peronismo del Gobierno, algo que no discutió con nadie, adicionando a la crisis financiera una crisis política declarada. La Patria de la nueva sigla lejos de presumir una convergencia ha sido una imposición. CFK ha convertido a las PASO del ex FdT en la Interna de una nueva oposición política.
Según coincide toda la información política, Cristina Kirchner estaría vacilando entre la candidatura de De Pedro y la de Massa. De Pedro sólo podría llegar al balotaje si se cae, como parece ocurrir, Javier Milei; de otro modo, disputaría un tercer lugar con la abstención y el voto en blanco. Massa, por su lado, no ha conseguido que el FMI financie su candidatura con un adelanto de dólares suficiente para controlar una corrida cambiaria. El FMI retruca que tampoco Massa ha conseguido que el dedo vicepresidencial apunte a su favor. Argentina asiste al espectáculo, si no inédito al menos muy pocas veces visto, de una interna electoral condicionada al FMI y al Tesoro de Estados Unidos. El mismo peronismo enfrenta la paradoja de convertirse otra vez, como bajo Menem, en el brazo político de “los yanquis”. El FMI rehúsa adelantar esos fondos por la certeza de que servirían para financiar una fuga de capitales, como hizo Macri. Por eso reclama una devaluación, no por razones comerciales sino financieras. El FMI tampoco podría financiar sin condiciones a la flamante UxP sin recibir la protesta de JxC, que tiene el apoyo de la mayor parte del capital extranjero y nacional. La embajada norteamericana reparte sus preferencias entre Larreta y Bullrich, aunque con expectativas decrecientes.
En estas circunstancias, el ingreso a la etapa de las PASO, lejos de encarrilar la crisis política, la ha acentuado. Un columnista de La Nación, sin temor a caer en el catastrofismo, advierte de “Horas decisivas, sin margen para el error”. Sergio Massa ha declarado, en la Convención del Frente Renovador, su decisión de participar en las PASO, sin aclarar si lo haría contra una candidatura de Wado de Pedro. Sus espadas ministeriales negocian con el Fondo una devaluación no declarada del peso, como si eso fuera invulnerable al sonido. Sin el apoyo de CFK, la candidatura de Massa debería esperar a una victoria en agosto para intentar resolver el impasse con el FMI.
Juntos por el Cambio ha demostrado en la carrera a las internas que carece de cohesión para formar gobierno. El PRO carece de aparato y la UCR se encuentra dividida entre los laderos de Larreta y Bullrich. El impasse estratégico de la UxP le impide al peronismo aprovechar siquiera esa circunstancia. Desde 2013, cuando la victoria de Massa en la renovación parlamentaria bonaerense quitó la posibilidad de una tercera elección para CFK, las elecciones ejecutivas estuvieron asociadas a la crisis financiera; tanto en 2015 como en 2019.
La deuda pública, mientras tanto, no ha dejado de crecer. La deuda en pesos, indexada al dólar o inflación, ha alcanzado el equivalente a 137 mil millones de dólares; aumentó 76 mil millones desde 2019. La deuda de la Administración Nacional ha llegado a casi 400 mil millones, que supera los 550 mil millones si se añaden las deudas de provincias, organismos, Banco Central y deuda privada – que se paga con reservas del BCRA. El Gobierno ha ido estatizando esta deuda con el mismo Estado, a través de compras de títulos por parte del Banco Central, Nación, Anses, o sea con emisión de un lado y recaudación impositiva, del otro. Ha dejado un tendal descomunal de pesos en el mercado sin contrapartida de valor. Una devaluación tendría el objetivo de desvalorizar esos activos estatizados y cargar las consecuencias sobre el peso y la inflación. La deuda propiamente externa, o sea en dólares, es de 260 mil millones de dólares, que se multiplicaría en pesos según el tamaño de la devaluación. Al final de todos los tejes y manejes de las Internas, salta la única verdad – la completa insolvencia del Estado y la intención de la burguesía de salir de ella mediante un descomunal reajuste social contra los trabajadores.
A este panorama se ha añadido, en los últimos días, lo que muchos observadores caracterizan como un derrumbe de Milei en la intención de votos. El ‘libertario’ ha sido abrumado por denuncias de todo tipo de corruptelas y por la renuncia de candidatos presumidos y anunciados. La impertinencia de que "la rebelión es de derecha" comienza a deshilacharse. En Argentina, el protofascismo sigue anclado entre una minoría clase media conservadora. Milei ha construido una pseudo popularidad ocasional, mediante recursos discursivos y apoyo de los grandes medios de comunicación. Numerosos voceros de los grandes capitales han desairado sus planteos económicos, como irrelevantes para una Estado insolvente. Todos los protagonistas políticos principales enfrentan el desafío de una crisis de poder, que supera todos sus planteos de salida.
Desde nuestro partido, Política Obrera, nos hemos dado a la tarea, primero, de clarificar esta situación histórica entre los activistas y luchadores y, al mismo tiempo, desarrollar una táctica de lucha de acuerdo a las características de una situación crecientemente explosiva.
Jorge Altamira
16/06/2023
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