Una mayor sumisión al imperialismo, además condenada al fracaso.
Este miércoles Javier Milei estuvo junto a Patricia Bullrich en una entrevista en el programa televisivo A 2 Voces, donde sostuvo que “la política exterior del macrismo fue excelente”. Así, el “libertario” continúa lavando su campaña “anticasta” frente al balotaje, borrando sus cuestionamientos al fracaso de la experiencia macrista, en la desesperación por traccionar los votos de Juntos por el Cambio. Esto deja al descubierto que sus planteos sobre el posicionamiento internacional de Argentina no solo son una mayor sumisión ante el imperialismo, sino que además están condenados al fracaso.
Que Milei haya elegido destacar la política exterior no es casual. Mauricio Macri asumió el poder prometiendo la apertura al mercado de capitales, una lluvia de inversiones y el acceso al crédito para la Argentina; muchos puntos de contacto con las propuestas de La Libertad Avanza. Lo que omite esta reivindicación tardía es que al final del mandato se fue con un país quebrado, habiendo repuesto el cepo cambiario, endeudado hasta la manija y maniatado a los acuerdos con el FMI. Una política de sometimiento al imperialismo yanqui que tuvo su continuidad con el Frente de Todos. Por lo demás, durante la presidencia de Macri los ingresos de capitales fueron a parar a la timba financiera, favoreciendo luego la fuga de capitales financiada con endeudamiento externo, con la contrapartida de inflación y sucesivas corridas cambiarias.
Una coincidencia discursiva importante es que el fundador del PRO también hizo campaña en su momento denunciando los acuerdos del kirchnerismo con China y prometiendo un viraje en el alineamiento internacional de Argentina. Pero al final se limitó en lo esencial a reafirmar los pactos de sus predecesores con el gigante asiático, a los que acusaba de falta de transparencia y de dificultar la competencia. Los mismos que cuestionaban que “a cambio de financiamiento barato de bancos estatales las empresas chinas, que también son casi todas del Estado, se adjudican obras sin licitación” y que eso implicaba el pago de sobrecostos, se dedicaron a renegociar y reactivar los créditos para la construcción de las represas de Santa Cruz y las centrales nucleares Atucha II y III, agrandando el endeudamiento.
A esto se debe sumar el swap que habían acordado los Kirchner con el Banco Popular de China para prestarle reservas al Banco Central, y que fue renovado por Macri. Hoy Massa usa los yuanes del swap para llegar a término con los vencimientos de deuda, y ya representan casi la mitad de las reservas del BCRA. Su utilización es a costa de activar intereses cuya magnitud se ocultan a la población con una cláusula de confidencialidad pero que superan el usurario del 7%.
Como trasfondo continúa el enorme déficit comercial con China, resultado de un intercambio basado en la venta de productos primarios, en primer lugar de soja para engordar los chanchos asiáticos, mientras en paralelo se importa maquinaria, material eléctrico, reactores nucleares, calderas y productos químicos. Un comercio ciertamente colonial, sostenido por los sucesivos gobiernos de todos los signos. Son malos antecedentes para un Milei que agita una ruptura de relaciones con China, para congraciarse con la guerra comercial que Estados Unidos declaró al gigante asiático.
Fue justamente por esa guerra comercial que la llamada apertura comercial que prometía Cambiemos fue un fiasco. Trump, a quien Macri saludaba como de su mismo palo, subió los aranceles a la importación de un montón de productos para proteger la industria yanqui, entre ellos muchos que afectaron directamente a la Argentina como fue el caso del acero, los biocombustibles o los limones. Esto importa porque Milei reivindica a Trump como emblema de la libertad, cuando este tuvo una política proteccionista y fraguó las expectativas de una mayor integración comercial con la potencia del norte, dejando a Macri y grandes industriales pedaleando en el aire.
En conclusión, la apertura comercial que pregonan Macri y Milei en Argentina es a medida del imperialismo norteamericano y su proteccionismo antichino, por lo que no constituye una vía de desarrollo sino que profundiza una integración semicolonial en el mercado mundial. No por eso deja de ser problemática, ya que pondría en jaque a un sector importante de la burguesía industrial criolla, que sobrevive gracias a las barreras arancelarias, sobre todo del Mercosur.
Ese bloque regional, en crisis, se suponía que a ser relanzado con el acuerdo de libre comercio con la Unión Europea anunciado a todo trapo por Macri en 2019, pero que todavía está en un impasse precisamente por las condiciones que las potencias del viejo continente quieren imponer y serían un golpe a automotrices y laboratorios, entre otros sectores. Independientemente de que Massa oponga a los libertarios la defensa del Mercosur, este atraviesa una crisis que amenaza con desmembrarlo, porque no ha sido un camino de integración regional sino como mucho un paraguas para beneficios fiscales y comerciales para un puñado de pulpos locales y extranjeros, protegidos de sus competidores por aranceles externos comunes.
Igual que Macri, el proyanqui Massa también oscila en la guerra comercial tratando de quedar equidistante entre los dos bloques. Si bien se subordina al FMI y el gobierno norteamericano, también firma convenios con China, que ya no solo es el principal comprador de soja y carnes sino también casi el único financista. La integración de Argentina en el grupo de países de la Nueva Ruta de la Seda reproduce la estructura del saqueo actual (alimentos, minerales), y su balanza comercial deficitaria.
Al mismo tiempo, lo primero que hizo como ministro de Economía fue viajar a Estados Unidos para reunirse no solo con el directorio del FMI y funcionarios de Biden sino además con ejecutivos de multinacionales como Livent, la minera conocida por defraudar al fisco y fugar divisas de las exportaciones de litio. A su vez, los beneficios a los exportadores tiene como receptoras a petroleras yanquis como Chevrón en Vaca Muerta, o Cargill y Bunge en el complejo sojero.
La fallida licitación de la Hidrovía, que EEUU frenó para que no caiga en manos chinas, es una muestra del empantamiento que genera este equilibrio precario. La inserción semicolonial deja al país en una posición vulnerable, subordinada a ambas potencias en conflicto mientras se acrecienta la sangría de recursos.
Por lo demás, en cuanto al contenido político reaccionario de la diplomacia criolla no hay matices tan profundos. Un ejemplo contundente lo tenemos justo ahora, cuando tanto Milei y Massa como Macri salieron a defender al Estado de Israel cuando ejecuta en desgarrador genocidio contra el pueblo palestino. El respaldo al sionismo sí que es un consenso dentro de la clase capitalista.
Camila García
Iván Hirsch
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