Insaurralde es el jefe de gabinete de Kicillof –va de suyo, por lo tanto, que el “Marbellagate” es un golpe en el plexo del gobernador y también candidato bonaerense. Esa estocada se suma a la recibida semanas atrás con el sistema de recolección de salarios de funcionarios ignotos en la legislatura, que van a parar al bolsillo de los verdaderos ñoquis: los legisladores y sus aparatos. Si se tiene en cuenta que las chances con las que todavía cuenta Massa para pelear una presidencia reposan en la provincia -donde Kicillof ganó las PASO-, Marbella podría ser el último baldón de tierra sobre el cuerpo de la maltrecha Unión por la Patria.
Partituras
Kicillof, sin embargo, cuenta con un atenuante en el caso Insaurralde: al exintendente lomense se lo enchufó Cristina Kirchner, después de la derrota de las elecciones de 2021. La cuestión Insaurralde, por lo tanto, será una factura a cargar en partes iguales entre el clan Kirchner, de un lado, y el aparato pejotista, del otro. Esta crisis de gabinete bonaerense acentuará la fractura abierta entre Kicillof y los Kirchner, que ha llevado en las últimas semanas a una polémica de tinte musical entre los que componen canciones nuevas y los que prefieren cantar las viejas. Los Kirchner enfrentan esta disgregación interna cuando se aceleran los tiempos de su comparecencia a la Justicia por las causas de los hoteles del sur.
El episodio Insaurralde es el retrato del peronismo en descomposición, el cual, de cualquier manera, no se enterrará solo. Mientras se difunden los escándalos, una porción creciente del aparato pejotista acelera sus contactos con Milei, en la propia provincia y en el país. En el plano de los gobernadores, es lo que está ocurriendo con los 'peronistas independientes', encabezados por Claudio Vidal, el burócrata petrolero que derrotó al kirchnerismo en Santa Cruz. Como se ve, la nueva partitura se aprende aceleradamente, y no solo entre los barones y punteros del pejota.
El tour de Marbella ha servido también para que el FIT-U, en la palabra de Nicolás del Caño, vuelva a despotricar contra “los privilegios de los políticos”, que ya no habla él mismo de “casta”, porque se la inspiró a Milei. La crítica sin más a “los políticos y sus robos” sirve de fenomenal cortina de humo para ocultar al capitalismo –el régimen social que profundiza la miseria de los trabajadores y el saqueo del Estado. Los Insaurralde medran con los vueltos que se juntan en los repliegues de ese régimen social, como ocurre con los juegos de azar. La denuncia a los “políticos” o a la “casta” constituye un pasto fértil de la demagogia derechista o fascistoide.
El escándalo Insaurralde no será el último de esta campaña electoral; tampoco la Unión por la Patria tendrá el monopolio de estas revelaciones.
Marcelo Ramal
01/10/2023
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