sábado, 28 de octubre de 2023

La trampa del balotaje


El triunfo de Sergio Massa en las elecciones generales modificó el cuadro abierto por las Paso. Las encuestas ya habían captado un crecimiento de sus votos, augurando que ingresaría al balotaje desplazando al tercer lugar a la candidata de Juntos por el Cambio. Pero ese crecimiento fue más allá de lo previsto, logrando el primer lugar con una diferencia significativa sobre Javier Milei. En comparación con las Paso, su crecimiento rondó los 3 millones de votos, de los cuales 1,1 millón fueron en el conurbano bonaerense. En contraposición a este crecimiento, el candidato de La Libertad Avanza se estancó porcentualmente. Peor aún le fue a Patricia Bullrich, que directamente retrocedió en votos absolutos. La campaña que se abre de cara al balotaje del 19 de noviembre ha cambiado sustancialmente.
 El triunfo logrado por Massa lo convierte en el favorito con altas chances de transformarse en el próximo presidente. En cambio, la derrota sufrida por Milei coloca un gran signo de interrogación sobre su capacidad no solo ya de revertir una derrota, sino de homogeneizar a su propia fuerza política.

 El círculo rojo 

Una mirada retrospectiva de lo sucedido en las últimas semanas, sin embargo, debería al menos moderar la sorpresa sobre el resultado electoral. Sucede que durante todo ese lapso, el “plan de lucha” de la mayor parte de la clase capitalista contra la candidatura de Milei fue en ascenso. Las distintas asociaciones de los bancos, por ejemplo, emitieron un pronunciamiento cuestionando el llamado de Milei a desarmar los plazos fijos para acelerar la dolarización de las carteras. Su ataque a la “bomba de las leliq” fue denunciado ante los ahorristas como un intento de avanzar en una confiscación de los depósitos, al estilo “plan Bonex”. El rechazo a la dolarización fue otro punto central, que alcanzó incluso al FMI y a la prensa financiera internacional. Para la burguesía nacional, especialmente, se trataba de una cuestión de vida o muerte. Detrás del sambenito de la “soberanía monetaria” está la posibilidad de desvalorizar los salarios mediante devaluaciones del peso. El capital agrario, que a priori podría beneficiarse con una dolarización, se puso en guardia ante la posible ruptura de relaciones con China planteada por Milei. El líder libertario también había planteado sepultar el Mercosur, afectando a buena parte del entramado industrial que orbita en torno de los grandes monopolios europeos y yanquis asentados en Brasil y Argentina, empezando por los vinculados con la industria automotriz. La amenaza sobre el Mercosur movilizó también a Lula y a la burguesía paulista, que pasó a jugar un papel central en la campaña de Massa. La prensa informó con lujo de detalles cómo Lula aportó sus expertos en campañas electorales para el candidato de Unión por la Patria y que logró también el apoyo directo de Biden, advertido de los vínculos entre Milei y Trump. 
 La mayor parte del “círculo rojo” que se movilizó contra Milei había puesto sus huevos en la canasta de Juntos por el Cambio. Pero ante el declive irreversible de la candidatura de Patricia Bullrich, el gran beneficiado terminó siendo Sergio Massa, un candidato con fuertes lazos con ese “círculo rojo” y con las distintas alas del imperialismo norteamericano. Fue pensando en este escenario que en su momento Cristina Fernández de Kirchner volteó la candidatura de su pollo “Wado” de Pedro para encumbrar a Massa como el candidato de todo el peronismo. El razonamiento podría resumirse del siguiente modo: para combatir a la derecha nada mejor que poner un candidato de derecha. Sobre todo, en momento de una quiebra económica de fondo, que llevará a quien asuma el 10 de diciembre en la Casa Rosada a descargar un brutal ataque sobre las espaldas de los trabajadores. 
 El “plan de lucha” de los grandes empresarios creó el clima político para desplazar a una parte importante de la opinión pública contra Milei. Jugados como estaban en la tarea, reaccionarios de toda laya llegaron a cuestionar al “libertario” por estar en contra de la educación y la salud pública, cuando siempre ellos mismos han sido sus peores enemigos. O empresarios planteando que había que defender los puestos de trabajo, cuando son los que suelen despedir sin misericordia ante el menor revés de sus negocios. El pueblo trabajador, a su vez, lo entendió a su modo. Vio en Milei un peligro a sus condiciones de vida y conquistas logradas con años de lucha, bloqueando el crecimiento que sus chances de ganar en primera vuelta. Una parte de esos votantes, incluso, decidió votar a Massa para evitar un triunfo de Milei, sin depositar la menor ilusión en el actual ministro de Economía, que quiso borrar su imagen de ajustador serial otorgando algunas concesiones mínimas a los trabajadores, que salvo la eliminación de Ganancias sobre el salario, serán borradas rápidamente por la inflación. 

 Unidad nacional

 El candidato de Unión por la Patria buscó explotar conscientemente el choque entre el “círculo rojo” y Milei. Pícaro como es, llegó incluso a realizar un acto junto con Eduardo Eurnekián, el antiguo mecenas del “libertario”. Para tratar de despejar fantasmas populistas, formuló como línea estratégica el llamado a un gobierno de unidad nacional. Explicitó que su llamado era a la UCR de Gerardo Morales y compañía, e incluso a los peronistas del PRO, empezando por su viejo amigo Horacio Rodríguez Larreta. Insistiendo en esa melodía, afirmó ni bien se conocieron los resultados que la “grieta se acabó”, repitiendo el llamado a los dirigentes radicales y del PRO a participar de su eventual gobierno.
 Antes que Massa, el llamado a formar un gobierno de “unidad nacional” fue realizado por el embajador yanqui en la Argentina en una reunión con todos los candidatos, en un tono que incluso rayó la exigencia. La mentada “unidad nacional” en su versión no era para romper con el FMI, sino para reunir el capital político que permitiera aplicar hasta el final su política contrarrevolucionaria en materia laboral, previsional y de los derechos conquistados por los trabajadores. Esta orientación fue aplaudida por la burocracia sindical, jugada hasta el final por la candidatura de Massa, y también por el Vaticano, que movilizó al aparato clerical, empezando por los curas villeros, para hacer campaña contra Milei y sugerir el voto a Sergio Massa. 
 Para intentar superar las resistencias internas a un cogobierno con los Gerardo Morales, Larreta y Pichetto, los estrategas de la campaña de Sergio Massa lanzaron la especie que el balotaje del 19 de noviembre es una lucha entre “democracia y fascismo”. Se valen para ello de los rasgos definitivamente fascistizantes de Milei y su grupo, poblados de defensores de la dictadura militar y con lazos directos con la derecha internacional de tipo Trump, Bolsonaro o Vox. Pero los rasgos fascistas de Milei no alcanzan para constituir un movimiento fascista real, capaz de realizar una movilización reaccionaria de parte de la población contra los trabajadores que luchan y sus organizaciones. Su planteo de alteración del régimen político en favor de una “democracia de infantería”, basada en el rescate de la dictadura para dotar de otro rol a las fuerzas armadas y de seguridad, es un propósito, un objetivo que necesitaría reunir capital político. Por eso apeló al pacto con Barrionuevo (y Ansaloni de Uatre, diputado electo) para tener, él también, elementos de contención en la aplicación de los planes de motosierra. El massismo, por otro lado, lleva adelante una política muy dura de criminalización de la protesta, como lo muestra la ofensiva contra los luchadores populares en Chubut, Salta, o en la Jujuy de Gerardo Morales que Massa aspira a cooptar. Detrás de la campaña de “democracia o fascismo” no hay solo una manipulación histórica; hay por sobre todo un chantaje para la propia base social de Unión por la Patria para que acepten un gobierno con la derecha de la UCR y Juntos por el Cambio. No olvidemos, además, que el propio Kicillof mantuvo hasta el final a Berni como su ministro más estable, ahora consagrado senador del peronismo bonaerense. 

 Lo que viene 

La campaña hacia el balotaje comienza fortaleciendo el reagrupamiento de la clase capitalista detrás de la candidatura de Massa y con un declive acentuado de Javier Milei. Los sectores que apostaron a Patricia Bullrich deberán barajar y dar de nuevo. Su opción es tratar de incidir en un futuro gobierno de Massa o pasarse con armas y bagajes a Javier Milei. Por lo pronto, la poderosa Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (Copal) ya decidió abrir negociaciones con el candidato de Unión por la Patria. Lo más probable es que este sea el camino que tome la inmensa mayoría de los sectores capitalistas. Las declaraciones de sectores de la UCR y de Larreta contra el apoyo a cualquiera de los candidatos marcan que esa parece ser la dirección adoptada. Y la prescindencia de Carrió es, objetivamente, un intento de veto a Milei para desligarse de la inclinación pro-Milei de Bullrich y Macri. Con la declaración de apoyo de estos últimos a Milei, Juntos por el Cambio e incluso el PRO consuman su ruptura. 
 El gran problema que enfrenta Massa no es la candidatura de Milei sino la envergadura de la bancarrota económica y de la crisis social sin precedentes, que se manifiesta en una pobreza superior al 40%. El ministro-candidato apuesta a postergar las exigencias de una gran devaluación para después de las elecciones, apelando para ello al uso del dinero aportado por China para cumplir los vencimientos con el FMI. Para reunir algo más de dólares, anunció también que todos los exportadores podrán ingresar un tercio de sus ventas al exterior al tipo de cambio del contado con liquidación, que hoy ronda los 529 pesos, por encima de los 500 que reclama Melconian. Es decir que busca evitar la megadevaluación que indica la brecha cambiaria… devaluando. 
 Más allá de la posibilidad de surfear la crisis hasta el balotaje, lo que está fuera de dudas es que Argentina afronta una bancarrota económica de fondo que los capitalistas reclaman descargar sobre las espaldas de los trabajadores mediante devaluaciones, rebajas salariales y reformas estructurales que terminen con conquistas históricas de la clase obrera. El gobierno de “unidad nacional” apunta a reunir el capital político para llevar adelante esa tarea. 
 En este cuadro, el balotaje aparece como una trampa ante el pueblo trabajador. Ambas candidaturas, de diferente manera, se caracterizan por encarnar intereses opuestos a las mayorías populares. El Partido Obrero, que no apoya políticamente a ninguno de los candidatos, debatirá en una próxima conferencia su posición frente al balotaje. Sobre la base de estos elementos, plenarios de militantes en todo el país y una conferencia de delegados partidarios electos debatirá la posición ante la nueva votación del 19 de noviembre. 
 El Frente de Izquierda, que no ha podido superar su carácter minoritario, debe jugarse por entero a esta tarea. La superación de la condición minoritaria solo será posible gracias a la conquista de miles de trabajadores y explotados que serán conmovidos por los acontecimientos que se avecinan. 

 Gabriel Solano

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