Recompra, dolarización y saqueo
La disparada del dólar llega dos semanas después de que el gobierno anunció que aplicaría 1.000 millones de dólares de las escasas reservas justamente para “manejar” la paridad cambiaria. Además de contener al dólar, el gobierno aspiraba a mejorar la cotización de los títulos que salía a comprar. Pero en muy pocos días, el propósito oficial se fue a pique, agravando las condiciones de la corrida que se pretendió evitar. Algunas versiones insisten en que el gobierno quiere utilizar los títulos ´recomprados´ como garantía de un préstamo internacional, del orden de los 2.000-2.500 millones de dólares. Esa operación tropieza con la baja cotización de los títulos, que obligaría al gobierno a ofrecer una cifra tres veces superior a la que conseguiría con el préstamo. Pero incluso si el préstamo funcionara, no haría más que alimentar la imparable “dolarización de activos” que tiene lugar en la Argentina. En las grandes bancarrotas nacionales, los préstamos de urgencia han financiado la “dolarización” acelerada de los capitalistas, antes del colapso.
El gobierno, además, ha elevado fuertemente la tasa de interés – la que ofrece el Banco Central cuando absorbe los pesos circulantes, y la que brinda el Tesoro para sus renovaciones de deuda. Sólo bajo esas condiciones está logrando refinanciar al Estado. Para la burguesía, sin embargo, esas colocaciones son sólo una pausa en la “dolarización”, y así lo describe una conocida economista, cuando alude a “un sector privado que sigue aprovechando las tasas esperando en fila para acceder al dólar oficial, mientras desarman sus coberturas” (Marina Dal Poggetto, Perfil, 28/1). Por la vía de dos “ventanillas” del Banco Central, la gran burguesía obtiene beneficios extraordinarios del desmadre financiero del gobierno: en uno de los mostradores, el Central entrega los pesos que remuneran a la deuda en esa moneda y le paga a los exportadores de soja los dólares de $230; en el otro mostrador, le entrega dólares oficiales de $185 a los capitalistas, que luego remarcan sus precios de acuerdo al “blue”. La base social del “plan Massa” es el arco de intereses capitalistas que medra con el derrumbe financiero del Estado y la expoliación infinita de las masas.
Inflación y crisis social
El vertedero de todas estas contradicciones (y negocios) será una nueva disparada de la inflación, que en enero volverá a superar los cinco puntos y medio. No hay un mejor panorama para los meses que vienen, pues la remarcación de alimentos será acompañada de la suba de tarifas – a la eliminación de los subsidios, se sumarán aumentos “reales” en la distribución de energía. La escalada inflacionaria ha pulverizado las jubilaciones y las asignaciones familiares – las primeras, perdieron un 12% en términos reales a lo largo de 2022. Es esa confiscación la que explica el cumplimiento de la “meta” fiscal con el FMI.
Pero una nueva disparada de precios pulveriza el palabrerío de Massa en torno de la supuesta “inflación en descenso” para 2023. Lo mismo ocurre con los acuerdos salariales que suponen una inflación del 60% para el año. El “Plan” Massa, por lo tanto, también flaquea en su capacidad de pilotear la crisis salarial y social, fogoneadas por la inflación acelerada y un escenario nuevamente recesivo.
Crisis política
Si el Plan “durar” no dura, se acelerará la variante del “ajuste cambiario” que el gobierno quería evitar hasta las elecciones. Queda planteada la cuestión de si ese desenlace convulsivo será piloteado por el propio Massa. Con todas las palancas del gobierno en manos del “superministro” del FMI, el despiste del plan Massa no solo cuestiona sus pretensiones electorales – también coloca al rojo vivo la crisis terminal del gobierno. Con el telón de fondo de la nueva corrida cambiaria y el fiasco massista, la lucha intestina en el gobierno se ha reavivado al extremo. Kirchneristas y albertistas se disputan los restos de una coalición política en ruinas. Mientras tanto, Alberto Fernandez improvisa la búsqueda de un eje de sustentación propio. Cree que puede encontrarlo en la diplomacia internacional, un terreno que lo obligará a establecer un alineamiento sin reservas en la guerra de la OTAN. Esa fue la agenda “no escrita” de las reuniones con Lula y el canciller alemán. Este 2023 de mayores estallidos inflacionarios y crisis políticas acentuará la deliberación y las luchas en las organizaciones obreras.
Marcelo Ramal
29/01/2023
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