En febrero de 2020, pocos días después del ataque que le costó la vida, una multitud se reunió en Congreso para reclamar justicia. El crimen de Fernando conmovió seguramente por varias razones – la cobardía del ataque, la ausencia de remordimiento de los agresores, su posición acomodada. Actualmente están detenidos en un pabellón especial, separados del resto de los presos.
La patota que agredió y mató a Fernando era conocida en Zárate, su ciudad natal, por sus recurrentes peleas. Hijos de funcionarios y empresarios, se conducían con la más completa impunidad. Los primeros testigos que declararon ante el tribunal -amigos de Fernando, un taxista, un chica que intentó reanimarlo, personal de seguridad del boliche Le Brique, un kiosquero, policías-, sumados a los videos de celulares y cámaras de seguridad, han sido demoledores. Según las crónicas, hasta el personal de custodia se sintió afectado por los relatos que se escucharon. Los acusados, en cambio, mantuvieron una actitud desafiante. Están previstas 177 declaraciones.
Los ocho rugbiers son juzgados por el delito de "homicidio doblemente agravado por alevosía y por el concurso premeditado de dos o más personas". La pena que pueden enfrentar es la de reclusión perpetua. Además, serán juzgados por las lesiones sufridas por cinco amigos de Fernando que intentaron socorrerlo durante el ataque.
Todo habría comenzado con una pelea dentro del boliche. De acuerdo a los testimonios, uno de los amigos que se encontraban con Fernando fue agredido por los rugbiers en la pista de baile. Se produjo un intercambio de algunos golpes y tironeos entre ambos grupos, hasta que los patovicas de seguridad los separaron y desalojaron del lugar. Afuera del boliche, los testigos coinciden en que Fernando fue emboscado. “A este negro de mierda me lo llevo de trofeo", dijeron por lo menos dos testigos haberle oído decir a uno de los agresores.
La querella de la familia de Fernando acusa una matanza planificada. La defensa reclama que se especifique el rol de cada uno de los acusados en dicho ´plan´; de lo contrario, esgrime, estos no saben de qué se los acusa. Los defensores también han planteado la nulidad del juicio por la difusión del caso en los medios -la difusión de la identidad de los detenidos habría inducido determinados testimonios- y otras supuestas irregularidades. Por ejemplo, no haberles exhibido a los atacantes las filmaciones al momento de haberles tomado la primera declaración. Las impugnaciones fueron rechazadas por los jueces. Subsidiariamente, intentarán demostrar que se trató de una riña y que no se puede discernir quién o quiénes aplicaron finalmente los golpes mortales. Eventualmente, podrían intentar descargar el mayor peso sobre Máximo Thomsen, uno de los acusados más comprometidos, sindicado como cabecilla del grupo y autor de varias patadas en la cabeza de Fernando. Cabe agregar que la defensa no ha vacilado en apelar a todo tipo de chicanas, al punto de sugerir ´mala praxis´ durante los intentos de reanimamiento que un policía y una adolescente practicaron sobre el cuerpo inerte de Fernando hasta la llegada de la ambulancia. En varias de sus interpelaciones, el defensor de los rugbiers sugirió que mediaron sustancias o bebidas que alteraron a los involucrados, como una forma de intentar atenuar la responsabilidad de sus pupilos.
Si la acusación de la familia prospera, en cambio, el rol de cada uno de los acusados es secundario. A todos, tanto a los que pegaron como a los que ´custodiaron´ la golpiza o agredieron a quienes intentaron mediar, les cabrá la coautoría del homicidio. No hubo una gresca en las afueras del boliche Le Brique sino una masacre.
Jacyn
06/01/2023
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