Las razones que se esgrimieron fueron varias. En principio, la disputa por la sede del encuentro – la Vice exigía que fuera en su despacho en el Senado, Lula ofrecía las instalaciones del Hotel Sheraton, donde se desarrollaba la cumbre. El brasilero acusaba una agenda apretada y razones de seguridad e infraestructura.
De fondo, se encuentra la descomposición del gobierno “nacional y popular”, de la que Lula habría intentado zafar. Su anterior visita al país había ocurrido en diciembre de 2021, con motivo del Día de la Democracia, cuando CFK, Alberto Fernández y el entonces candidato en ciernes a la presidencia de Brasil compartieron un acto en una semipoblada Plaza de Mayo. Desde entonces, la crisis política no ha hecho otra cosa que agravarse. En estas horas, el “plan Massa” -como ha dado llamarse la improvisada agenda del ´súperministro´- está naufragando a ojos vista: luego de anunciar la recompra de deuda soberana por 1.000 millones de dólares con el propósito de achicar la brecha entre las cotizaciones oficiales y paralelas, el Banco Central no ha parado de perder reservas y el dólar blue alcanzó su máximo histórico. Al ´mago´ del Ministerio de Economía se le podrían acabar los conejos que alberga en la galera antes de la llegada del otoño, es decir, del inicio formal de la carrera electoral por la presidencia. Según versiones periodísticas, la tentativa por mantener el frente oficial unido explicaría el acompañamiento de las espadas legislativas del Frente Renovador al juicio político a la Corte. Sería el tributo para evitar una ruptura con el ala cristinista, aun al costo de la parálisis del Congreso y el bloqueo de ´leyes económicas´ que venía negociando con la oposición ( blanqueo y otras). “Los principales empresarios del país temen que la precaria política de Massa desbarranque como consecuencia de un alboroto institucional. Se refieren al asedio a la Justicia. Esos hombres de negocios, que tratan de respaldar a Massa disimulando sus carencias, creen que el agravamiento de esa lucha de poderes puede alterar variables sensibles como, por ejemplo, la cotización del dólar paralelo” (La Nación, 26/1).
El cristinismo observó la cumbre de la Celac como la plataforma de lanzamiento de Alberto Fernández a la reelección. Ningún representante de su tropa se mostró en Retiro. Por el contrario, “Wado” de Pedro se quejó airadamente por haber sido excluido, según su relato, del encuentro de Lula con representantes de Abuelas y Madres de Plaza de Mayo.
Lula tiene sus propias razones para evitar el entrevero, más allá de la simpatía personal que se le atribuye hacia Alberto Fernández. Durante las celebraciones por su elección, se calzó la visera con la inscripción “CFK 2023”. Se habría arrepentido de aquella efusividad, que lo embanderaba con una parcialidad del gobierno argentino. Sus asesores le habrían recordado la conveniencia de mantenerse al margen de los traspiés judiciales de CFK: la Vice argentina está acusada de encabezar una asociación ilícita, defraudación al Estado y lavado de dinero. También le habrían refrescado que el Departamento de Estado le bajó el pulgar a la ´embestida´ contra la Corte que encabeza el kirchnerismo, cuando Lula se dedica a tejer vínculos con el Supremo Tribunal de Justicia de su propio país – el mismo que colaboró con la destitución de Dilma Rousseff y luego ratificó la anulación de la condena que lo llevó a él mismo a la cárcel. Para los yanquis, el Poder Judicial ´independiente´ se ha convertido en el último árbitro de las democracias continentales en disolución. Ha tejido los lazos correspondientes para asegurar esa ´independencia´ de acuerdo a sus intereses, como ocurrió con el caso Odebrecht.
En un continente convulsionado por las disputas entre Estados Unidos y China, rebeliones populares, crisis políticas, golpes y contragolpes de Estado, incluido el renovado protagonismo de las fuerzas armadas, el desencuentro entre CFK y Lula representa otro episodio de una cumbre marcada por el encubrimiento.
Jacyn
27/01/2023
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