viernes, 28 de diciembre de 2012

Miguel Bru: la búsqueda que no cesa



En agosto de 1993 en la Comisaría 9ª de La Plata, el estudiante de periodismo Miguel Bru fue detenido, y torturado. El cuerpo nunca apareció, sin embargo, la justicia, en un fallo inédito, condenó a dos policías. Por El Caminante

Miguel tenía 23 años, estudiaba periodismo en la Universidad de La Plata. Vivía en una casa con varios de los integrantes de su banda de música y allí ensayaban, hacían reuniones. En esa casa fue víctima de dos allanamientos ilegales muy violentos y a punta de pistola, por personal de la Comisaría 9º de La Plata.
El primero se dio por una supuesta denuncia por ruidos molestos, y el segundo por un robo a un kiosco de la zona. En ambos allanamientos rompieron varios instrumentos y se llevaron a algunos detenidos, sin encontrar rastro alguno de lo que buscaban. Miguel, creyendo que se protegía denunció al personal policial. Esta decisión de Miguel agravó las cosas, empezó a ser víctima de un hostigamiento constante, lo amenazaban diciendo que si no retiraba la denuncia lo matarían, lo insultaban, lo perseguían, incluso en presencia de su novia y de sus amigos.
Un día aparecieron su ropa y su bicicleta a la orilla del Río de la Plata, a unos 50 kilómetros de la ciudad de La Plata, cerca de una casa que Miguel se encontraba cuidando. “Si no hubiera sido por los amigos de Miguel, yo hoy no estaría acá. Nosotros seguiríamos esperando a Miguel y nos hubiéramos quedado con lo que nos decía la policía”, reflexiona Rosa, madre de Miguel.
La policía no quería tomar la denuncia por su desaparición en ninguna de las comisarías donde peregrinaba su madre y tampoco querían buscarlo. Paso un tiempo hasta que su familia se dio cuenta que Miguel era una víctima más del accionar del personal policial. “Primero nos decían que había tenido calor y se había tirado al río y capaz se había ahogado, pero era agosto. Después decían que se había escapado con una chica a Brasil, luego con un cargamento de droga, hasta dijeron que era homosexual y se había escapado por miedo a contarlo a su papá por su condición de policía”, relata Rosa.
“Todo se fue dando con mucha lucha… que fue sobretodo de los estudiantes que, en ese momento era la Escuela de periodismo, hoy es una hermosa Facultad. Pero de no haber sido por ellos realmente no hubiera sido lo mismo, porque nosotros pensábamos ‘el juez es el juez y no miente, y la policía es la policía’. Fueron ellos (se refiere a los amigos de su hijo Miguel) quienes nos empezaron a hacer ver otra realidad, que nosotros con mi marido no conocíamos”, cuenta Rosa.
El primer juez de la causa fue Amílcar Vara, pero luego de dos años fue investigado y destituido de sus funciones por irregularidades no sólo con respecto al caso de Miguel sino también a otros 27 casos más. Entonces, la causa pasó a Ricardo Szelagowski, “teníamos mucha desconfianza al principio por lo que habíamos pasado con el anterior juzgado pero después vimos que Szelagowski quería el esclarecimiento del caso”.
Quien aportó datos muy importantes a la causa fue Celia Jiménez, hermana de Horacio Jiménez quien había visto como los policías golpeaban a Miguel en la Comisaría 9na y quien tiempo después fue asesinado en un dudoso enfrentamiento. “Mi marido me contó que ella había ido a visitar a alguien en la comisaría, entonces yo la espere durante 3 jueves no pasó nada pero al cuarto jueves me la crucé y le pregunte ¿podemos hablar? Ella me contestó ’sí, ahora puedo total a mi hermano ya lo mataron’… Ahí ella me cuenta que a Miguel no lo quisieron matar, que lo estaban golpeando y se les fue de las manos, que había estado López, y que lo sacaron por la puerta de atrás”, cuenta Rosa.
Los testimonios de los detenidos que estaban en la comisaría la noche del 17 de agosto también fueron decisivos para la resolución del caso. Además la prueba contundente estaba en el libro de guardia: le dieron ingreso a Miguel Bru como detenido y luego borraron su nombre, incluso arriba pusieron el nombre de otro detenido.
Las condenas fueron perpetua para los dos policías Walter Abrigo y Justo López, responsables de las torturas y muerte de Miguel. Al suboficial Ramón Ceresetto, encargado de adulterar el libro de guardia se le impuso una pena de dos años de prisión. Y lo mismo para el Comisario Juan Domingo Ojeda, garante del operativo.
En el 2002 se creó la Asociación Miguel Bru con el objetivo de patrocinar casos que tuvieran como victimario a las instituciones del Estado “En La plata trabajamos desde lo judicial, en Parque Patricios esta ’La casa de la cultura y oficios’ donde se dan talleres de música, computación, cocina, electricidad, etc. Y tuvimos una experiencia en la Isla Maciel dando talleres a niños y adolescentes, pero eso ahora no lo pudimos continuar”,relata Rosa.
“Para mí siempre fue muy importante saber dónde está Miguel, siempre fue mi preocupación central. La lucha empezó por eso y mi vida terminará con esa pregunta”, afirma la madre del joven que continua desaparecido.

Anred

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