domingo, 9 de diciembre de 2012

Ángel Salomón Gertel



Con la consigna de UN SOLO GRITO INGRESO IRRESTRICTO, cursé la carrera de Psicología en Filosofía y Letras en el año ’70 con mis muy crecidos 17 años recién cumplidos, sobre la avenida Independencia. Digo sobre porque nuestra cursada fue una lucha estudiantil contra la discriminación a nivel universitario: para nosotros, discípulos de los mayos franceses y los Cordobazos, las universidades tenían que estar abiertas para todos. Y ahí, entre tanquetas, la montada y a empujones, supe, sin dudas, que mi idea de un mundo mejor era compartida con mucho más que dos, porque estábamos todos codo a codo.
Pero…¡Si yo iba a contar sobre Ángel! Es que justamente tenía una compañera de la Facultad, más grande que yo, que tenía dos amigos: Ángel y Fernando Gertel. El mayor, Ángel, era psicólogo y Fernando, el menor, había estudiado economía. Mi amiga y su marido eran del PRT.
En aquellos años decir PRT para alguien que recién había escuchado nombrar a Paulo Freire, a Frank Fannon o a Engels, Marx y Lenin, eran palabras mayores.
Tanto le insistí a Anita que me presentara a los hermanos Gertel que un día con mucha discreción, tabicamiento y no sé cuántas cosas más, fuimos presentados.
¡Qué alegría poder hablar con un psicólogo que además era militante, había estado preso y había salido amnistiado por Cámpora! ¡Qué de cosas maravillosas nos contaba de sus experiencias en Santa Fe, donde estudió para psicólogo como parte de las primeras generaciones de esa carrera en el país junto con Ana María Sívori, Susana Lesgart y tantos otros que se sumaron a las filas del partido…!
Para ir aclarando, voy a hablar de Ángel y de cómo lo conocí en aquellos años, pero me permito una digresión: ni bien conocí a Fernando, su hermano, mi decisión fue una sola… Era el hombre de mi vida. Y eso hicimos. Estuvimos juntos una eternidad: DOS AÑOS, de los cuales doce meses estuve presa, aunque alcanzaron para tener a nuestro hijo GUILLERMO.
Con Ángel pasábamos momentos maravillosos de charlas entre compañeros y así supe algunos datos de su historia. Comenzó a militar en el sionismo en Mendoza donde había nacido.

UN POCO DE HISTORIA

Clara Diament y David Gertel eran los padres de los hermanos Fernando Mario (Quique) y Angel Salomón (PETETE), ambos militantes del PRT, combatientes del ERP de la primera hora y, los dos, secuestrados y desaparecidos por el terrorismo de Estado en la Argentina.
Clara, Clarita, era pequeñita -en mi recuerdo siempre sin edad-, pavor de policías y guardiacárceles a quienes enfrentaba sin pelos en la lengua cuando iba a visitar suS hijoS prisioneroS ya en la “anterior” dictadura. Una de las primeras madres setentistas que organizaron las comisiones de familiares, la solidaridad con los presos políticos, atravesando el país según los perversos traslados a las cárceles más remotas, haciendo colas bajo la lluvia o el frío de la Patagonía o el calor pegajoso del litoral, al costado de los muros infames, con sus paquetitos (y sus mensajes escondidos), sobrellevando las humillaciones de la prepotencia de los uniformados o, peor aún, de las uniformadas. Esto último no es machismo de mi cosecha: muchas presas políticas afirman que las guardia cárceles eran peores que los guardia cárceles.
Pero Clarita, a diferencia de muchas otras madres de los setentistas, no era virgen en política ni mucho menos. Había nacido en Polonia, al parecer alrededor de 1914, donde pese a su condición de mujer y judía, había logrado instruirse, alfabetizarse, dato que constituye todo un mérito especial ya que tales instrumentos estaban vedados a las mujeres, pecado doblemente grave en aquella Polonia católica fuertemente antisemita. Y para colmo de males Clarita era bolchevique, más propiamente dicho: leninista. Una extraña leninista tratándose de una polaca, acaso porque tenía presente que el segundo decreto de la revolución bolchevique fue la autonomía a las naciones sojuzgadas por la Rusia Imperial o quizás porque la revolución era la esperanza de poner fin a los progroms y a las persecuciones a los judíos y otras minorías que caracterizaron a Rusia y Polonia.
En 1938 Clarita y David se vieron obligados a abandonar Polonia. Sus motivaciones al respecto parecen evidentes: salvarse del nazismo que invadía Europa. En cualquier caso, vale la pena tener en cuenta estas circunstancias que marcaron la tragedia europea del siglo XX, porque las mismas no podrían menos que grabar una impronta en el carácter de esta mujer que a los sesenta y seis años, viuda y con dos hijos desaparecidos en Argentina, se ponía a la par de los jóvenes en el entusiasmo por la revolución nicaragüense...
Apenas llegados a la Argentina, en las postrimerías de la década infame, se afincaron en Mendoza, instalaron un comercio y de inmediato Clarita formó parte de la Unión Mujeres Argentinas, como se sabe, una organización impulsada por el Partido Comunista. Hay que decir que ella nunca pareció ser la “abnegada compañera de…”, sino que, por el contrario, Don David era un pacifista, custodio de la ética judía que se refugiaba en el estudio de la Biblia y los libros sagrados, por lo que bien podría decirse que él fue el abnegado compañero de ella. ¿Cómo imaginar a esta pequeña mujer –que conocí en los años setenta– cómo imaginarla, digo, a sus pocos más de veinte años, envolviéndose, junto con otras militantes, en banderas rojas para tenderse en las vías con el objeto de impedir la salida de los trenes, como protesta activa y arriesgada en solidaridad con la lucha antifascista en Europa…? ¿Cómo entender, luego, la congruencia de esa leninista con una obstinada yidish e mamme? Porque, en efecto, el matrimonio traería al mundo, como queda dicho, dos varones y Clarita, por leninista que fuera, no se privaría de ser una yidish e mamme, tanto más aleccionada cuanto que los chicos serían talentosos y prometían –como se dice vulgarmente– un brillante futuro, destino que no debería ser, lo podemos suponer en la imaginación de la madre, contrapuesto con una militancia “seria” en las filas de los profesionales comunistas (sic biografía).
De allí, Ángel, con la mirada extendida desde Europa a Argentina, bregaba por la causa sionista hasta que, como muchos de nuestros compañeros, fueron acercándose a través de este interés por la política internacional a la política de nuestro país que se agitaba desde la lucha sindical, estudiantil, obrera.
Ya libre después de Cámpora, divorciado de su esposa, también compañera de la facultad de Psicología en Santa Fe, sigue militando en Buenos Aires.
Pero en los primeros meses del año ’74 vuelve a caer preso. De Coordinación Federal lo llevan a Devoto, donde coincidimos, es decir, vivimos bajo el mismo “techo” porque yo caí el 2 de diciembre del ’74 y cuando llegué a Devoto embarazada, se extendieron los brazos de las compañeras porque llegaba la cuñada de Petete (así era su nombre en la cárcel).
No voy a abusar contándoles las triquiñuelas que hacíamos para vernos con los compañeros. Había visitas de parejas, de novios, de casados.
Así le inventamos una novia a Ángel para que pueda verse con Carlota Marambio e intercambiar informaciones, caramelos (papel de cigarrillos escritos en miniaturas donde se leía la Biografía de Trostky de Deutscher, El Comba y los mensajes del Partido). Se debatía la política nacional, internacional, las actividades del Partido, las tareas en las cárceles y no sé si aún quedaba tiempo para algo más…
Después de las visitas de parejas, inventamos el casamiento por iglesia, lo que nos permitía tener un encuentro con mayor número de compañeros varones, ya que se casaba la pareja, más dos padrinos, eran 4 compañeros para reunirse… Cuando ya no tuvimos más parejas a las cuales casar por iglesia, ¿Qué inventamos…? ¡¡¡El BAUTISMO DE LOS HIJOS NACIDOS EN CAUTIVERIO!!!
Es así que, después de bautizar a algunos le llegó el momento a Guillermo, mi hijo. Preparamos todo. La madrina iba a ser la ABUELA VILCHE, querida viejita con quien nos conocimos en coordina y que fue para mi hijo y para mí una abuela de verdad. Como padrino: ANGEL SALOMON GERTEL.
Llegó el día señalado, pedí autorización para que mi madre estuviera presente. Creo que desde varias generaciones mi familia, tanto paterna como materna, fueron completamente ateos, sin embargo mi madre siempre se invitaba a las fiestas.
¡Qué alegría fue reencontrarme con Ángel después de todo ese tiempo! ¡Y qué alegría fue presentarle a mi hijo de apenas un mes a su tío! Fue Ángel el que conoció primero a Guillermo: faltaría un tiempo para que pudiera conocerlo su padre.
Como a mi madre ese día no la dejaron entrar -vaya a saber por qué- después de dos horas de esperar en vano que llegara, declaré que no iba a realizar el bautismo sin su presencia, así que desistimos del mismo.
Ya habíamos estado varias horas juntos en familia mi cuñado, mi hijo y yo, así que quedamos en que no se realizaba. Cada una de estas visitas conllevaba un enorme costo afectivo: las expectativas del encuentro, la emoción del encuentro, el pesar de la separación.
Pedí nueva fecha de bautismo. Estábamos embalados, pedíamos fechas aún sabiendo que el “no” existía de antemano. Y cuál no fue nuestra sorpresa cuando el cura nos dio otra posibilidad pero, en esa oportunidad, prohibiendo las visitas. Nos volvimos a encontrar mientras sentíamos que cada uno de estos logros era ganar una pequeña batalla.
Ángel salió con opción fuera del país a Perú. Pocos meses después, a mi también me mandaron con opción al mismo país. Yo había dejado a nuestro hijo en Buenos Aires con Fernando: mi madre lo sacó dos días antes de que nos llevaran a Ezeiza y se lo entregó a Fernando. Durante años mi hermana me contaría repetidísimas veces la alegría de él al conocer a su hijo.
La orden era salir del país y volver a entrar lo antes posible. Cuando llegué a Lima, allí estaba esperándome Ángel. Fue mi amigo, compañero, el que enjugaba mis lágrimas todos los días por la añoranza de mi hijo de 4 meses que había dejado con la esperanza de volver cuanto antes.
Y así se hizo. Gracias a sus esfuerzos, los primeros días de diciembre del ’75 Angel y yo, muy empilchaditos como matrimonio y con pasaporte falso, entramos a Argentina.
A través de mi familia pudieron contactarse inmediatamente con Fernando que en ese momento terminaba de darle la mamadera a nuestro hijo entre reunión y reunión del Buró Político.
Nos encontramos en unas calles de Paternal, a la vuelta de la casa donde se habían refugiado Clarita y David, luego de que en un atentado le hubieran volado su casa en Mendoza. Fue mágico -el amor a mi me parece mágico-, nos abrazamos los tres y fuimos a la casa de Clarita donde, como era mi cumpleaños, se encontraba también Ángel. Allí estábamos todos. Clandestinos, perseguidos, pero con la alegría de poder festejar todos juntos por primera vez.
No sé cómo siguió esa tarde, no lo recuerdo, sólo tengo presentes los afectos. Después nos fuimos Ángel y yo en colectivo, no sé porqué no lo recuerdo, pero sí recuerdo que le pregunté qué le pasaba porque no lo veía como siempre. Me contestó que estaba muy preocupado, que le habían encomendado una tarea para la cual no se sentía preparado. No sé si pude consolarlo, sé que se bajó del colectivo y NUNCA MÁS lo volvimos a ver ni a saber de él.
Hace pocos meses, buscando a un compañero que estuvo desaparecido en Campo de Mayo -preparando la querella- tuve la oportunidad de encontrarlo, charlar con él y que me contara cómo fueron los últimos días de Ángel. Contaba que era el que daba coraje, el que alentaba a los compañeros, el que los calmaba con sus palabras en las peores situaciones de tortura.
La tarea que le habían encomendado a Ángel, aquella por la cual yo lo vi preocupado, era la jefatura de operaciones de Monte Chingolo, algo que me enteré por Fernando en la madrugada del 23 de diciembre, cuando se iba llegando a la conclusión de que la operación había sido descubierta de antemano…
También nos enteramos de que la caída de Ángel fue porque lo señaló el Oso, un traidor que entregó la toma y a decena de compañeros.
El Tribunal partidario, entre cuyas filas se encontraba Fernando, decidió la ejecución del traidor que se llevó a cabo en enero del´76.

ANGEL SALOMÓN GERTEL
DETENIDO DESAPARECIDO
8/12/75
¡PRESENTE!

Diana Cruces

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