Mas allá de superar cualquier determinismo, la historia sigue siendo, quizas, la más pedagoga de las disciplinas que estudian la conducta humana. Y la historia confirma que la estructura productiva condiciona la política y que la política, o sea la voluntad y decisión de los seres humanos puede influir en la estructura. A eso se le llamaba relación dialéctica.
Mi generación nació y vivió la niñez y la adolescencia en el Estado de Bienestar peronista. El Estado de Bienestar fue creado por la Socialdemocracia como respuesta a la violencia de la dictadura del proletariado inaugurada por la revolución rusa y consiste en propiciar el desarrollo capitalista mediante una alianza de clases. La clase obrera se alía con el capital productivo nacional, acepta un ministro de economía burgués y negocia el reparto de la riqueza. La lucha de clases deja de ser una lucha antagónica por el poder para ser una lucha por el reparto. Entre sus rasgos está la producción para el mercado interno, y la equidad en los salarios. O sea, la diferencia de salarios es relativamente pequeña, para mantener cierta equidad social. En Europa los modelos rentables fueron los países escandinavos, Francia, Alemania y otros; en América los casos más importantes fueron Argentina de Perón, Brasil con Getulio Vargas, México con Cárdenas, pero la única plenitud fue Argentina y en menor grado pero más permanente Costa Rica.
El notable éxito en Argentina se debió, por un lado al talento de Perón, pero fundamentalmente a las ventajas de la llamada renta relativa de la tierra. No obstante el desarrollo capitalista es inexorable y cuando el gran capital consideró ya intolerable, por insuficientemente rentable, tal situación, propició el golpe de estado de 1955 derrocando a Perón.
Sembraron vientos y cosecharon tempestades. La resistencia peronista transformó al peronismo en una fuerza muy combativa y a ello se sumó el surgimiento de una nueva generación, la nuestra, hija precisamente de ese Estado de Bienestar. Surgió el guevarismo que propició la salida socialista como única solución de fondo. Eso se sumaba a las grandes masas que seguían luchando por mantener el Estado de Bienestar expresado en el peronismo. A lo largo del tiempo fue necesario el terrorismo de Estado para aplastar esa lucha.
Caída la dictadura, Alfonsin intentó restituir un tímido Estado de Bienestar adecuado a los nuevos tiempos. No pudo.
Entonces surgió Menem, quien tuvo la lucidez de entender que en el punto actual del desarrollo capitalista no hay lugar para el Estado de Bienestar por no ser rentable y propició la alianza de la burguesía “nacional” con el capital internacional, para impulsar un modelo productivo altamente rentable basado en los agronegocios y la minería de superficie. La industria se debe subordinar a las necesidades de la minería y los agronegocios, (maquinarias, automotrices, etc) los bienes de consumo los provee el mercado internacional y se crea inevitablemente, en medio de la prosperidad, una enorme diferenciación social. Ya no se trata de la diferencia entre capitalistas y trabajadores, sino que se le suma tremendas diferencias de salarios, o sea entre los propios trabajadores y entre los trabajadores manuales y los demás. Ese modelo es el vigente.
Pero en un país con semejante tradición de lucha popular este modelo funciona con enormes tropiezos, por ejemplo los sacudones sociales que voltearon a De la Rúa. Para que funcione en paz era necesario crear un modelo político. Y esa fue la obra de Kirchner muy bien continuada por Cristina.
Este modelo político que podríamos llamar “de contención”. El Estado les pide a los capitalistas que sean un poquito menos avaros, y cedan un poco de sus tremendas ganancias para mantener la paz social y de ese modo puedan explotar mejor a la gente. Forcejean y de ese forcejeo el Estado logra un paquete de dinero con el cual “socorrer” a los desplazados por esa lógica productiva.
Porque así como el Estado de Bienestar tenía una lógica de plena ocupación no solo por la voluntad de los gobernantes, sino por el propio mecanismo interno del modelo productivo, el actual modelo extractivo agro-exportador, comprende la restricción de mano de obra, por lo tanto la desocupación es intrínseca, diríamos necesaria, al modelo. Digamos que el actual gobierno, administra con mucha mayor destreza que De la Rúa, el mismo sistema. Pero esa destreza, independientemente de mayor o menor talento que los gobernantes anteriores, esa destreza de los Kirchner, tiene su mayor expresión en su admirable capacidad para comprar voluntades. No recuerdo en la historia nacional nadie con ese talento para los negocios. Vendió espejitos de colores a un número muy grande de ex luchadores de los setentas: les presentó este modelo de contención como un supuesto, no digamos siquiera modesto Estado de Bienestar, sino un ilusorio Estado de transición hacia no se que…
Es conveniente recordar que la popularidad de Perón no residió nunca en la compra, sino en su política. Ahora podemos afirmar que una mirada objetiva a la situación mundial permite observar que transitoriamente en Argentina las cosas están mejor que en la mayor parte del mundo. Sin embargo, en el actual estado del capitalismo, desaparecieron las fronteras, el imperialismo es hoy imperio, dueño absoluto del mundo porque desapareció el peligro comunista. Por lo tanto ya no hay lugar ni siquiera para Estados de Bienestar. El capitalismo ha llegado al extremo de su voracidad y está poniendo en juego el futuro de la humanidad haciendo polvo la Cordillera de los Andes (se demuele una tonelada de roca para obtener un gramo de oro) y transformado la agricultura en industria extractiva. La única opción para el futuro de la humanidad es retomar a fondo la lucha anticapitalista y en el curso de esa lucha ir creando las condiciones para una sociedad libre.
Luis Mattini
La Fogata
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