martes, 14 de febrero de 2012
La minería y el gobierno a cielo abierto
La minería a cielo abierto fue impulsada en el marco del neoliberalismo a escala mundial. Por lo tanto, un proyecto político que se dice antineoliberal no debería seguir avalando esta continuidad con los noventa.
El jueves pasado se realizó una videoconferencia entre una fábrica de cemento en Olavarría y la Casa Rosada, en la que hablaron la Presidenta, el Vicepresidente, el intendente de la ciudad y Armando Domínguez, un obrero sindicalista y dirigente del PJ olavarriense.
Cuando le dieron el micrófono a Domínguez, éste hizo referencia al conflicto que vive el país respecto de la minería a cielo abierto, y lanzó: “los trabajadores mineros queremos trabajar y en paz (...) y no que 4 o 5 pseudoambientalistas nos corten la ruta”. Frente a lo cual la Presidenta y el resto del salón aplaudieron sonrientes, expresando ya sin tapujos la postura del gobierno nacional frente a la problemática. Domínguez también dijo que “ayer se levantó un corte de ruta”, refiriéndose solapadamente (al mejor estilo clarinista) a la represión de las fuerzas de seguridad.
Minutos después la Presidenta y Domínguez hicieron gala de una extraña concepción del funcionamiento del mercado laboral: según su opinión, las condiciones laborales (y el trabajo mismo!) siempre se elijen libremente. Así es que “los trabajadores mineros no estarían trabajando en medio de condiciones que los intoxicaran, porque trabajarían 2, 3, 4 años y se morirían intoxicados (…) ¿qué trabajador se va a meter en un lugar sabiendo que se está intoxicando o que se va a morir?”. De boca de una de las políticas más inteligentes de este país, no puede tomarse como ignorancia. Es una tomada de pelo. Por otro lado, el reclamo de los “pseudoambientalistas” (que no son ni 4 ni 5, ni son pseudos, ni son simplemente ambientalistas: son también campesinos, estudiantes, docentes, vecinos, amas de casa, indígenas, etc.) no incluye solamente los riesgos sobre la vida de los mineros, sino también la expulsión de pobladores ante la instalación de las excavaciones, la utilización de cianuro para el proceso de lixiviación, la enorme rentabilidad de las transnacionales que dejan contaminación y se llevan fuera del país la mayor parte de sus ganancias (porque el destino fundamental de la producción es la exportación), el desastre ambiental sobre el suelo y especialmente sobre el agua, que se utiliza y contamina en cantidades exorbitantes: no hay muchas estadísticas confiables para Argentina, pero tan sólo uno de los emprendimientos mineros de la Barrick Gold -en Australia- consume 17.000.000 de litros de agua por día.
Armando Domínguez, que fue descrito apenas como “un trabajador que defiende su fuente de trabajo”, es además dirigente sindical y del PJ de Olavarría. Y tanto es del PJ que al hablar sobre la provincia de San Juan dijo: “es impresionante el desarrollo que tiene la minería, y por supuesto que está acompañado por el poder político del gobernador, el compañero Gioja”. El compañero Gioja. Fue tal el queme, que Cristina tuvo que agradecerle velozmente y pedir que le pasaran el micrófono al intendente.
La Presidenta también dijo: “vamos a tener que darnos una discusión en serio, responsable en el país, y estamos dispuestos a darla. Porque lo que tenemos que exigir es, por un lado calidad ambiental a las empresas, pero por otro lado también responsabilidad y seriedad acerca de los planteos que se realizan”. El debate comenzó hace tiempo, se viene expresando con cartas, con gritos, con banderas, con música, con cortes de ruta. La respuesta: la represión de la Provincia y el silencio de la Nación.
A Cristina le gustaron las palabras de Domínguez porque “motivan a la reflexión y al debate”, no como otras que llevan “a posiciones dogmáticas y cerradas que dicen sí o no, y se resisten a cualquier inflexión, a cualquier matiz”. Si son dogmáticas las resistencias de Esquel y Gan Gan, Andalgalá, Belén, Santa María y Tinogasta, Chilecito y Famatina, Calingasta y Jachal, Ingeniero Jacobacci y Bariloche, Gregores, Campana Mahuida-Loncopué y Rincón de los Sauces, General Alvear, San Carlos y Uspallata, Capilla del Monte, Casa Grande y Yacanto de Calamuchita, La Carolina y Merlo, Abra Pampa, Cangrejillos y Tilcara, Cafayate, Metán y Tolar Grande, Jasimampa y Sumampa, Amaicha del Valle y El Paso... pues entonces somos muchos los feligreses. Si la protección de los bienes comunes para las futuras generaciones es una cuestión dogmática, pues entonces habrá que creer. Si somos un dogma, es esta nuestra oración: “el agua vale más que el oro”. Porque podemos vivir sin oro, pero no sin agua.
La minería a cielo abierto (así como otras actividades extractivas) fue impulsada en el marco del neoliberalismo a escala mundial. Por lo tanto, un proyecto político que se dice antineoliberal (y que ha dado cuenta de ello en varias oportunidades), no debería seguir avalando esta continuidad con los noventa. Por este camino el “modelo” hace agua... y a las mineras les encanta porque necesitan muchos litros.
Ariel L
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