El insulto y el lenguaje procaz han sido siempre un rasgo distintivo de los líderes fascistas. De un lado, proviene de un personal que circula en los bajos fondos de la sociedad, en especial en períodos de disolución de las relaciones sociales capitalistas. Está dirigido a los sectores desclasados por la crisis y al resentimiento acumulado de una pequeña burguesía que se encuentra en prolongado retroceso. Es un discurso chovinista, cuyo propósito es desviar la atención de la crisis social hacia la población inmigrante, como ocurre ostensiblemente en la actualidad en Europa, no solamente de parte de partidos oriundos en el fascismo de pre-guerra, sino de quienes revisten en el ‘establishment’ oficial. En Argentina, hay en desarrollo, desde hace tiempo, una campaña para privar a los extranjeros de la concurrencia a la Universidad y de los servicios de salud. La agresión reciente de Milei a las Universidades públicas, no apunta solamente a proceder a un ajuste, a establecer una limitación al ingreso y a arancelizar los estudios – es, incluso por sobre todo un ataque a la diversidad ideológica y cultural, con el propósito de uniformizar las opiniones en función de una ideología contrarrevolucionaria única. Milei se inspira en los ‘modelos’ de persecución cultural de Bolsonaro y Trump. En las tentativas golpistas de uno y otro, en enero de 2022, cuando el asalto al Capitolio de Washington, y en enero de 2023, en el asalto a la Plaza de los Tres Poderes, en Brasilia, se manifestó una muchedumbre desclasada y resentida, que muy naturalmente destruyó las piezas de arte instaladas en esos edificios, e intentó asesinar a los legisladores que se encontraban presentes. Esos acontecimientos pusieron de manifiesto la base social de sus movimientos. Tanto Bolsonaro como Trump representan a la cloaca social, uno de la pequeña burguesía brasileña, el otro del gran capital norteamericano, caracterizado por el Juego, el soborno y la defraudación. El lenguaje insultante de uno y otro es ampliamente conocido.
Bolsonaro y Trump representan un fascismo en grado de tentativa, y esto vale aún más para Milei, que emergió, según sus propias palabras, como “un cisne negro”, dicho en lenguaje culto, o “de carambola”, más ajustado a su estilo. El choque reciente de Milei con la Feria del Libro es típico; inaugurada en 1975 sobrevivió a la dictadura militar. La pretensión de movilizar a su tropa en el predio de la Rural, para chocar con la Feria, mutó hacia el Luna Park, siempre reservado para adictos o controlado por el personal del Mossad que asiste a Patricia Bullrich. Sobre Milei hay acusaciones de plagio, que no ha refutado. Milei hizo un ejercicio explícito de lenguaje descalificador e inapropiado en el evento reciente organizado por la Fundación Libertad. El público acaudalado que fue a escucharlo aplaudió sin reparos todos los exabruptos del liberticida. El escenario trajo al recuerdo el film de Luchino Visconti -” El ocaso de los dioses”- que exhibe la domesticación de la burguesía alemana por parte de Hitler.
La concentración en el Luna Park será típicamente fascistoide y acompañará la campaña de Karina Milei para organizar un partido nacional, verticalista, de lo que hasta hoy es un sello atravesado por crisis a repetición, desde la misma campaña electoral reciente. Como ocurre con los fascismos periféricos, al fascismo nacional liberticida le falta una base económica. La pauperización de la clase media, iniciada a principios de 2010 y profundizada por el macrismo y el gobierno de los Fernández, ha sido llevada a un extremo histórico por este aprendiz de fascista. Argentina no tiene los recursos económicos para un experimento fascista como ocurre con Trump, como tampoco los pudo reunir Bolsonaro. Argentina ya ha atravesado, en el pasado, una tentativa fascista criminal, bajo el gobierno de Isabel Perón, López Rega y las tres A, que estalló por los aires como consecuencia del derrumbe económico -el Rodrigazo- y la movilización extraordinaria de la clase obrera.
La preocupación expresada por Pablo Caruso es totalmente actual, cuando el Congreso se apresta a votar una delegación de poderes a este “enano fascista”. La delegación de poderes y el gobierno por decreto han representado, en la historia europea, una transición entre una democracia en descomposición y el fascismo. El pasaje al fascismo representa una desventaja relativa para la gran burguesía, al menos por dos razones principales. Una es que la priva de gobernar con un policía malo -el gobierno oficial- y el policía bueno -la oposición-, y, por supuesto, viceversa. La otra es que monopoliza la arbitrariedad jurídica del Estado en cuanto garantía de las inversiones, en especial las extranjeras. Pero el Congreso dejó de lado estas reservas al votar la Ley Bases, con delegación de poderes y vigencia del DNU/70, y el Paquete Fiscal.
Como se ve, la cuestión del lenguaje no es menor. El lenguaje del socialista combina el respeto por los trabajadores y la pedagogía política. Procura hacer consciente en las masas los procesos históricos que la clase capitalista desenvuelve a espaldas de los trabajadores y de ella misma, por supuesto. Frente a un gobierno con elementos y tendencias fascistas, por un lado, que asume en el marco de una feroz crisis política y otro Rodrigazo, por el otro, defendemos la reivindicación “Abajo el Gobierno anti-obrero, por un gobierno de trabajadores”, como la perspectiva de toda la lucha por la defensa de nuestros derechos y el derecho a una reapropiación del fruto del trabajo de la clase obrera.
Jorge Altamira
03/05/2024
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