La burocracia sindical ha asistido con una pasividad excepcional a cuatro meses de confiscación histórica de salarios y jubilaciones. Se ha refugiado, como lo hizo bajo el gobierno de Fernández, detrás de paritarias, en su inmensa mayoría a la baja. Asistió con una impotencia calculada a una explosión inflacionaria inducida por el gobierno liberticida, que derribó el nivel de vida de millones de trabajadores. Lo vuelve a hacer ahora con el inicio de una ola de despidos, que sólo hasta febrero último, ha alcanzado 40 mil obreros. Lo desmienta Héctor Daer, el secretario general de la CGT, o no, es un hecho que pactó con los dos Caputo y con Nicolás Posse, el jefe de Gabinete, el uso discrecional de la homologación de los convenios, para neutralizar la posibilidad de una huelga de Camioneros. En estas condiciones, la patronal de Techint, que tiene a uno de los suyos como secretario de Trabajo, viene boicoteando la paritaria de la UOM, rama 21 de la siderurgia, cuyos obreros siguen cobrando los salarios de noviembre pasado.
Con cara de piedra, el mismo Daer anunció que la concentración que convocó ayer, 1° de Mayo, le empató en concurrencia a la Marcha Universitaria, pero ni Página/12 se atrevió a ratificar que haya sido de 300 mil personas. Fue el 10 o 15% de ese número, perfectamente encuadrado, con transporte a granel, que no fue obstaculizado por el infame protocolo de Bullrich. Es cierto, por el contrario, que no defeccionó ninguna directiva de los sindicatos. De nuevo, con cara de piedra, negó cualquier pacto con el gobierno, pero no movió a un sólo activista para sitiar al Congreso dispuesto a aprobar la Ley Bases y el paquete fiscal – incluido el impuesto al salario. Incluso en este escenario, la burocracia cegetista se negó a levantar una tribuna, para evitar cualquier forma de agitación política que, incluso con un auditorio favorable, suscitara reclamos que la CGT no está dispuesta a cumplir, precisamente por su pacto con el gobierno. Héctor Daer es el máximo dirigente del sindicato de la Sanidad, por lo tanto, un ducho colaborador con los Bellocopit y la cámara de las prepagas y la medicina privada. En la pandemia ´logró´ que no hubiera ningún aumento de salarios y que se contratara personal sanitario en forma precaria, precisamente como lo ordena el capítulo laboral de la Ley de Bases.
La burocracia de la CGT, encerrada en su despacho, utilizó el 1° de Mayo para hacer ostentación de su condición de colateral del Partido Justicialista y de la Unión Patriótica, y partera de la candidatura de Kicillof para las eventuales elecciones de 2027. Sentó en su mesa al gobernador bonaerense, a Espinoza de la Matanza, a Ferraresi de Avellaneda y a nadie de la camarilla de Máximo Kirchner. Desde el punto de vista de los intereses de los trabajadores, centrar la jornada del 1° de Mayo en la interna peronista es una provocación. Lo reforzó Pablo Moyano al señalar que los abanderados de Evita y de Perón estarán siempre contra la Reforma Laboral, luego de los cuatro años de gobierno de los Fernández, que llevaron la flexibilidad laboral y la precarización a niveles históricos record – con el apoyo de él mismo. Con la bandera de Evita y de Perón, Carlos Menem debutó con una reforma laboral y con la privatización del sistema previsional, que la burocracia y hasta el Partido Comunista aprovecharon para armar o integrarse a las AFJP.
En el Día Internacional de lucha de los Trabajadores, la ‘famosa’ CGT no se pronunció contra la guerra mundial imperialista en desarrollo, ni contra el estado sionista y la masacre que ejecuta, junto a la OTAN, contra la población palestina. Ni cuando tiene enfrente a un gobierno que apoya a muerte esa guerra imperialista y esa masacre. El objetivo último de toda guerra imperialista es reforzar la esclavización de la clase obrera por parte del capital. Es la única salida del capital a la decadencia histórica del capitalismo y sus contradicciones insuperables.
La CGT ‘que supimos conseguir’ se distingue de las centrales sindicales colaboracionistas del resto del mundo, en que tiene a la colaboración de clases como doctrina oficial. Por eso se encubrió ayer con el slogan “La Patria no se Vende”, luego de una historia de colaboracionismo con cualquiera de los gobiernos ‘vendepatrias’ del último medio siglo. ¿La Patria no se Vende, pero los derechos de los trabajadores frente al capital y al estado capitalista, SÍ? En manos de la burocracia y del peronismo patronal, ese slogan carece de contenido anti-imperialista, sólo busca poner a la clase obrera y a la patronal nativa en el mismo campo político.
Página/12 informa hoy que LLA, el grupejo liberticida, tiene la mayoría de votos para aprobar las Bases y el paquete fiscal en el Senado. Sólo una acción vigorosa, incluso histórica, de los trabajadores podría impedir que se conviertan definitivamente en ley. La burocracia, sin embargo, se aferra a otro procedimiento – a que ambos proyectos sufran alguna modificación que los devuelva a Diputados, donde la reafirmación de esos proyectos requeriría los dos tercios de los votos. El Sindicato del Aceite (SOEA) ha levantado la huelga indefinida contra la Reforma Laboral y el Impuesto a los salarios, a la espera de la fecha en que sean tratados en el Senado. Son numerosos los sindicatos afectados por el paquete fiscal – petroleros, gran parte de las ramas del transporte, bancarios o incluso la UOM. La posibilidad de que las patronales absorban el impuesto son inciertas, o más bien nulas, y también precarias. La Confederación Sindical del Transporte (uno de sus sectores), tiene previsto un paro parcial para el lunes 6 de mayo. Estas acciones vacilantes y dispersas, serán un acicate para que los bloques del Senado aceleren el tratamiento de los proyectos aprobados en Diputados, y poner fin a la crisis.
Daer ratificó ayer el paro nacional de 24 horas para el 9 de mayo, que la CGT anunciara hace un mes. Es un acto aislado, atado a la sesión del Senado, que incluso podría ser todavía levantado. El propósito de la burocracia es que sirva de otra cortina de humo. Su ‘éxito’ dependería en gran parte de la adhesión del transporte urbano.
Hace décadas que la CGT es una “gran organizadora de derrotas”. Es necesario que la nueva generación de activistas arribe a esta conclusión, como lo hizo la que lanzó el Cordobazo, que se extendió por dos años, a partir de 1969, con nuevos levantamientos populares. O como lo hicieron de nuevo cuando enfrentaron el Rodrigazo del gobierno peronista con una huelga general dirigida por las Coordinadoras Obreras, contra el colaboracionismo y la pasividad de la CGT de Lorenzo Miguel.
Jorge Altamira
02/05/2024
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